Sobre el chamuyo de la única escuela
Preguntas desde la alegría de estar en
semifinales
1- ¿La única escuela?
Pasamos
los cuartos. Para los que rondamos los treinta años es un desahogo feroz: 94,
98, 2002, 2006, y 2010 fueron mundiales de frustración. Distintos en sus devenir,
pero ninguno con final feliz; altas expectativas, escasos resultados.
Masche
que ronda una pertenencia generacional similar a la mía, rugió al terminar el
partido “¡pudimos, pudimos!”. Luego nos enteramos que en la arenga con sus compañeros
afirmó “¡no quiero comer mierda! ¡Quiero felicidad!”.
Comparto
todo esto porque me interesan –y preocupan- ciertas lecturas que andan yirando
sobre la victoria criolla y sus formas. Tiro esta que me parece muy ilustrativa;
declaración de Verón en la transmisión del partido por Direct TV finalizado el
match con los belgas:
“Hablaban de la escuela del juego
que se practica, que este no es el fútbol que le gusta a la gente… Bueno, hoy,
24 años después, con otro DT de la misma escuela que se han mofado, acá estamos…”
No
comparto para nada la creencia de que para ganar al fútbol se debe jugar de una
determinada manera. “Formas de jugar hay muchas, pero solo una puede ganar”.
Mentira.
2- Devenir a los tumbos
Un
equipo está hecho de un estilo, un esquema que lo plasma en la cancha y de
jugadores que lo ejecutan. ¿Qué es primero? ¿El estilo o los jugadores? La
batalla entre tacticistas y jugadoristas no es la único de este deporte ¿el
técnico debe ser esa institución futbolera que se arroga en un equipo el
monopolio de las decisiones? ¿Cómo participan los jugadores? A su vez ¿solo se
debe conjurar el vestuario? ¿Qué pasa con representantes, periodistas, y demás
especies de la fauna futbolera contemporánea?
Lo
cierto es que Argentina llegó al mundial con una idea definida de equipo en
cuanto a sus formas. Con virtudes y defectos: lo mejor, los atacantes y su blitzkrieg ofensivo de toques,
vértigo y goles; el déficit, un retroceso poco aceitado y una defensa que en el
mano a mano no genera confianza. Estilo que se afianzó tras una pulseada amable
entre Sabella y Messi. Messi: de eso se trata. Armarle no solo un equipo para él, sino un grupo. El grupo a la
medida de Messi fue el primer mandamiento de la era sabelliana.
Mundial
Brasil 2014. Llegamos. En el primer partido contra Bosnia Sabella cambió el
esquema pero también el estilo. Ya conocemos la historieta: del 5-3-2 del
inicio a los cambios en el entretiempo y el equipo de siempre. Declaraciones
sin bardear pero tomando distancia con el técnico por parte de los jugadores.
Partido con Irán: continúa el formato del segundo tiempo con Bosnia. Contra
Nigeria entra Lavessi por Agüero, que no implica un cambio rotundo, pero juega más
retrasado y con más exigencia para el ida y vuelta. Con Suiza igual. En estos
partidos a todos nos quedan dudas con el equipo y pareciera falto de trabajo
previo, improvisado en sus movimientos, como si lo anterior al mundial –que tampoco
fue tan brillante- no hubiera existido.
Llega
el choque contra Bélgica y además de la modificación obligada de Basanta por
Rojito se cambian más jugadores –Biglia por Gago y Demichelis por Fernández-, muta
el esquema – ahora un 4-4-2- y aterriza un cambio de estilo: en palabras de Mascherano
ahora Argentina es un equipo que se defiende con la pelota, espera los momentos
de ataque, avanza rápido con dos delanteros y el desprendimiento de algún
volante y juega más corto, -a lo cual agregaría que con este estilo no se
desgasta tanto desde lo físico, mostró más actitud, y no fue tan Messi-dependiente
(trámite del partido que se encontró con un gol tempranero de Higuain y el
desgarro de Di María que obligó al ingreso de Pérez).
Conclusión:
contra Bosnia se le plantaron los jugadores a un temeroso Sabella por parar un
equipo tan atrasado y hoy se festeja que Messi robe pelotas. De un equipo frenético
y goleador a otro con presencia, compacto.
¿Qué
explica el cambio? ¿Esta es la única manera que podemos jugar? el técnico belga
chicaneó resentido al final “si jugaba así, en mi país me destrozaban”.
3- Chantaje generacional
Sin
Neymar, la imagen corporativa de Brasil es David Luis. En Holanda a Van Gaal lo
critican por parar un equipo con muchos jugadores detrás de la línea de la
pelota–empezando por el mismísimo Cruyff-. Mientras escribo estas líneas la tele
prendida: hablan sobre medios alemanes y sus críticas a su selección: que las
ideas que trajo Klinsmann son buenas
para ver jugar a un equipo, pero que no sirven para ganar. Parece global el
asunto. O por lo menos para las grandes potencias. Es cierto que fue muy
saludable en esta copa del mundo que seleccionados con poca historia hayan adoptado estilos ofensivos, o por lo menos, no
jugando a la retranca, pero las selecciones con peso, en especial tres de las
cuatro que llegaron a las semis –exceptúo a los alemanes-, parecen jugar a otra
cosa. Incluso la Argentina, metamorfosis mediante.
Alguien
podrá decir: si un equipo se arma con jugadores que expresan cada uno una
singularidad determinada, es imposible caer en un voluntarismo de pretender
armar lo que a uno le place, y que según las coyunturas que atraviese un
plantel se debe apelar a lo que hay y darle la forma que sea. En Argentina de
los cuatro de adelante, Agüero y Di María lesionados; Higuain volviendo de una;
Messi con poca nafta, Gago flojo desde lo físico y pésimo con la pelota; como
de un Palacios infiltrado cuando va al banco. Argentina es lo que tiene.
Por eso
es bancable este equipo: la virtud de enfrentar adversidades y una plasticidad
potente para constituirse sobre la marcha. Pero sí reniego de la pedagogía que
nos educa en la necesariedad de estilos y resultados. La otra vez alguien
decía: “Hay tres caminos para volver a mi casa, tomo uno cualquiera y llego, ¿cuál
es el problema?”.
Mientras
esperamos por Holanda y se habla de un estilo similar al de Bélgica con un
4-4-2 o hasta de volver a un 5-3-2, seguimos festejando que estamos entre los
cuatro primeros y queremos más. Pero es un desafío generacional no ceder ante
la amargura de tantas frustraciones en estos años y al chantaje que por la desesperación
de conseguir resultados seamos capaces de caer en la consigna “ganemos como sea”;
que en esta alegría mundialera no se nos cole la creencia de que esta emoción
con la selección puede ser de una manera y nada más: una instrumentalización
del juego en pos de un resultado, cuando se puede ganar de otras maneras y a su
vez, además de los triunfos, las formas y estéticas futboleras implican valores
y formas de vida determinadas.
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