1. El genio de
lo defensivo.
En los discursos del fútbol, lo genial queda
siempre asociado a la faceta ofensiva. Los grandes movimientos pertenecen a los
delanteros y el número diez es emblema de talento; es el distinto. Distinto porque encarna un hecho excepcional, una
invención poética que sale de la norma instituida de juego. Una genialidad.
Sin embargo, el Mundial de Mascherano abrió otra
línea: ¿y si genialidad también fuera la interrupción espectacular de un acto
extraordinario? La figura de Masche, con sus cierres y cruces y anticipos, se
presta a que señalemos que la dimensión defensiva también se vincula con el
talento.
En el fútbol existen infinidad de estilos, pero hay
dos principios básicos: poner el acento en defender o en atacar. Por más que se
intente atacar, hay que defender (de hecho, en el postulado del fútbol total holando-catalán
-¿y ahora además alemán?-estos supuestos se solapan). Y en el defender, hay
arte.
Seguramente no vaya en gustos, pero sí: en el arte
de la destrucción –muchas veces de matungos, burros, etcétera- hay saberes (no
obstante, ¿cualquier saber defensivo podría ser necesariamente considerado
genialidad/talento a lo Masche?, ¿de qué están hechos los saberes defensivos?).
Defender es parte irreductible del funcionamiento de un equipo.
2. El legado de
la Selección
Recuperamos a Masche desde lo futbolístico y
reivindicamos su talento. Pero al mismo tiempo queremos dar una disputa por el
significado y el sentir que nos despierta, ya que ni bien finalizado el Mundial
comenzaron a gravitar una variedad de sentidos en torno de su figura: Mascherano
San Martín, Mas-Che (Guevara), Mascherano hombre sensato y humilde; hasta le
pusieron su nombre al primer ternerito que nació en la exposición de la
Sociedad Rural.
El símbolo Mascherano y el despliegue de la Selección
en Brasil nos cabe en tanto expresan una gestión de lo precario. Partiendo de una
idea preconcebida –jugar a lo “cuatro fantásticos”-, por acción de diferentes
obstáculos que se fueron dando –lesiones y algunos malos rendimientos adelante-
el maschesabellismo consiguió organizar lo frágil y armar una fuerza capaz de
jugar y ganar. Con este devenir-selección, imposible no sentirnos
generacionalmente identificados.
Se dirá que los jugadores a esto no lo pensaron,
que son todos millonarios, que viven lejos, que no son como uno… Acá queremos
decir que es una apropiación nuestra: leemos en la constitución que fue tomando
el equipo un gesto que bancamos. Es más: quizá no sea el fútbol que más nos
resulte atractivo desde el estilo –sí para Sabella probablemente- pero es como
en la vida: sabemos que nuestro deseo en materia de laburos, afectos, estados
de ánimo, no siempre se efectúan como queremos. Se arma lo que se puede y con
lo que está a mano. Lo que se puede depende de fuerzas sociales. No hay
voluntarismo posible. Hay un maremoto de situaciones, de zarandeo de nuestros
cuerpos, donde, según las coordenadas que nos toquen, ahí nos afirmamos.
Por eso despreciamos el gesto careta de los Pagani,
los Cappa, los Valdano. Por doble moral uno –funcionario de una maquinaria que
para vender promueve el espectáculo de la presión constante (ganar o morir,
saca un buen resultado o se va, está en juego su continuidad), después se queja
si en los partidos nadie asume riesgos.
Por intelectuales tristes los otros -hablan de un futbol de estilos vistos
desde la simple intención, mientras, en el caso de Valdano, gestiona los galácticos
millones de Florentino Pérez. Y por no mencionar, ninguno de los tres, nada de
lo que rodea al juego, entiéndase el accionar de mafias que se apropian de los
clubes con fines privados.
La tensión entre ganar y gustar, por último, jugar
bien y jugar lindo, ser efectivo y ser vistoso, no sólo que es más vieja que el
fútbol sino además sólo enunciable desde la distancia afectiva propia de la posición
desimplicada de quien se asume espectador ante todo.
3. Problemas
derivados del huevismo
Intensidad, actitud; conceptos que se pusieron de
moda a partir de los Pizzi, los Simeone. Huevo, le decimos nosotros. Volvamos en
este punto a Masche, y a los discursos que lo vinculan con el esfuerzo y el
sacrificio –poner huevo (aunque no con la genialidad y el talento). Volvamos, para
decir que huevismo no es lo mismo que huevo.
En nuestro fútbol, vemos los peligros de caer en el
puro huevismo. Los huevos son la potencia que busca configurar situación, pero
por sí misma mucho no dice. Al contrario, puede terminar deviniendo pura
potencia reactiva, mero voluntarismo, si no se enmarca en un plan de juego.
La única virtud de un equipo no puede ser poner
huevo; la actitud sin forma ni contenido es un sinsentido. ¿Qué estilo de juego
buscan ejecutar? No todo pasa por ahí. Jugadores sin ideas, sin coordenadas
claras de cómo jugar, o jugadores aplazados técnicamente en sus puestos, chocan,
corren sin inteligencia, patean a cualquier lado, vuelven a chocar (capaz que
el huevismo sea motivo de tantas lesiones también…). La exigencia de huevos es
en sí misma es Uruguay contra Colombia. Un síntoma de impotencia.
Cabría pensar también en las subjetividades hinchas
que piden los huevos: los tipos de fútbol que cada uno generacionalmente fue
mamando, los umbrales de posibles a los cuales nos acostumbrados. Lo cual
dispara un punto problemático, siempre polémico: el del hincha calificado: ¿quién
“sabe de fútbol”, y puede hablar –y exigir- en consecuencia?
Igual, ojo, nadie niega la importancia de exigirles
a los jugadores que se la jueguen. En tiempos de jugadores-empresa que migran
de un club a otro sin anclar afectivamente en los clubes, y muchas veces
interesados en movidas que van en contra de los intereses del propio club, pedir
que pongan huevo es el acto militante más importante del hincha. Lo sabemos.
4. Huevismo y vida cotidiana
Si bien el huevismo es un concepto futbolero, no
deja de operar en otros ámbitos. El huevismo es llevar al extremo lo que
podemos ser, lo cual es potencia que no muta, no deviene otra cosa. Es potencia
cuantitativa. Nos empujamos al extremo, algo valioso, pero si no componemos y
se dispara otra coyuntura que la actual, no alcanza. Poner huevo es ponernos en
movimiento, es una búsqueda: pero sin armar otros mapas, es un gesto en sí
mismo bancable pero estéril a largo plazo. La frustración también irrumpe en
nosotros como en un equipo cualquiera.
La potencia como factor cualitativo es el que
queremos rescatar, el cual no es voluntarista, depende de los otros y lo que se
pueda armar (otra vez, el problema del estilo). A su vez, tampoco es para
rescatar en si mismo cualquier tipo de huevo como potencia cualitativa: algunas
nos afectan de manera positiva y otra de manera negativa. Se ponen en disputa
diferentes lógicas vitales.
Una vez dijo Bielsa que deseaba que sus equipos
sean ordenados pero no mecanizados; nosotros bancamos un poner huevo no como
reposición de una razón disciplinaria, sino como fuerza constituyente que busca
articular con los otros para intervenir en la época y los malestares que nos
provoca.
Por
Doctor S. y Andrés
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