martes, 4 de diciembre de 2012

El banderazo ¿una forma de gobierno?
Pensamientos sobre una intervención política
















1- Jugador Número 12 y lucha de clases

El 26 de noviembre los hinchas de Boca organizamos un banderazo en reclamo de ventas de entradas para los no-socios que juntó alrededor de 2.000 personas. El asunto no es nuevo. Desde hace varios años ir a la cancha solo es para socios, estando cerrada la inscripción. Se vendían entradas para no socios pero solo algunas veces e ir de visitante era imposible.

Con Angelici se implantó la figura de “socio adherente”. Figura ambigua –sos algo, pero no del todo- el adherente cuanta con la posibilidad de ir a la cancha. Para eso debe pagar su entrada al precio común sin ningún descuento (60 mangos). La cantidad de entradas comenzó siendo de 1.500, 2.000, para pasar ahora a 5.000. ¿Cuáles son los requisitos para ser socio adherente? Tener tarjeta de crédito y pagar la mitad de la cuota todos los meses. La promesa es que pasan en algún momento a ser socios activos, plenos (de lo que va del año pasaron 3600). Para los que no somos ni adherentes ni activos, nunca hay entradas, dándose la insólita secuencia de ver claros en las tribunas de la bombonera y que haya una bocha de hinchas que queremos ir y no podemos.

El problema es la magnitud de la bombonera que no alcanza para todos los potenciales socios que quieran ir a la cancha. Es verdad. A su vez en estos años se achicó su tamaño por temas de seguridad –instrucciones FIFA sobre espectadores sentados- como por temas económicos. Y ahí viene la discusión: reciclar la tercera bandeja de la popular norte con plateas, la venta de entradas a turistas, la creación de los palcos Vip al lado de los bancos recientemente inaugurados, como que los socios adherentes para inscribirse deban tener tarjeta de crédito, son muestras de una dirigencia que entrega su imaginación a generar plata ninguneando a los hinchas con bolsillos pelados. Al problema de la escasez se le suman los criterios de la repartija frente a esa escasez.


Por este panorama se organizó un banderazo. “Boca es pueblo” fue la consigna. Basta de un Boca elitista, para chetos. Sabemos que el fútbol unifica, suspende jerarquías sociales. Pero hasta ahí. Sacando los turistas todos seremos de Boca, pero hay un criterio de cómo se maneja el club donde los parámetros de ingreso no pueden ser económicos y para los que más tienen. De ser un club que expresa históricamente a los sectores populares, hoy se disfraza de teatro para las clases acomodadas (“¡Boca no es una empresa, la puta que te parió!”).

Hay una segmentación de nosotros los hinchas. Por un lado los socios activos (y los que primerean en el ranking para ir de visitante) los adherentes, y los que no somos nada. La situación obliga a que uno tenga que adoptar esa identidad y moverse por ella. Cada uno administra su situación y no hay un sentimiento común de que todos tenemos derecho a estar. Para los excluidos pintan todas las estrategias posibles: pedir un carnet al día de alguien que ese domingo no vaya a la cancha, colarse, hasta la reventa a precios desorbitantes (la reventa, manejada por gente que nunca puede ser hincha de boca, o si lo fue, se olvidó y ahora su única lealtad es con el billete).


2- Redes sociales: enlace y elaboración de broncas y malestares

El banderazo nació de abajo. Diversos grupos de hinchas fuimos tomando temperatura a partir de diferentes situaciones: desde la constante dificultad para ir a la cancha, a los problemas en el ingreso a la final de la copa de los que viajaron a Brasil, la pésima organización de los ingresos al partido-despedida de Palermo, y el vacío de la cancha en el partido contra Estudiantes. A este problema del ingreso a la bombonera se le suma un clima de hartazgo por la ida de Riquelme, la decepcionante campaña del equipo y un técnico que ya no se aguanta.

Tras el multitudinario banderazo por Román en la Bombonera y en diferentes puntos del país contando como antecedente, este descontento por las entradas y la idea de hacer otro banderazo se empezó a organizar por Facebook. El agite empezó por ahí. La red en este caso funciona como una estrategia de contra poder en calidad de enlace. Un escenario de articulación de hinchas que sintonizamos en la misma afección: no poder ir a la cancha. Grupos que se suman a otros grupos, como una bola de nieve digital, va conformando una masa de descontentos que pone en marcha un pensamiento que inventa y organiza.

Pero este proceso articula diferentes soportes enunciadores: redes sociales, páginas, celulares, radios, diarios, TV. A su vez esta diversidad comunicativa interconectada implica una jerarquía en la capacidad de atraer interlocutores: no es lo mismo Olé que un grupo de Facebook con un puñadito de “Me gusta”, o Fox que el boca en boca de un grupo de amigos

Entre los nodos de las diferentes terminales informativas habrá diversos empalmes. Primero, el desconocimiento de lo que se organiza, porque no le llegó o le llegó pero se le pasó. Segundo, puede ser reconocida la movida pero ser ignorada; de hecho prácticamente el banderazo no tuvo cobertura de ningún medio importante (nefasta actitud la de “Futbol para todos”, ninguneado siempre estas movidas de los hinchas y funcionando solamente como democratizador del consumo de partidos, algo importante, si, pero solo eso). Tercero, la movida es reconocida y criticada como también propagada. Vale aclarar que en el caso de la difusión con buena leche puede partir de la convicción del banderazo, como de oportunismos de ver que eso sirve para no tanto para fortalecer en si mismo al que interviene sino desgastar al cuestionado. Acá no hay cuestionamiento moral, pero si un problema político: sirve la fuerza inmediata recibida por lo que engorda lo propio, pero nos desprotege en otro contexto y dependiendo de grandes medios enunciadores.

De más está decir que todo esto es en medio de un gran caos y movilidad permanente de intervención en los sentidos y cantidades de enunciados que se ponen a circular. Un ejemplo fue Olé que subió una nota anunciado el banderazo pero recibió un llamado de la comisión y bajó el tono de la data que publicó, agregando que en el club se preparan cambios en materia de entradas.


Pero el banderazo no finaliza cuando nos vamos de la Bombonera; termina y se sigue en la Web. Desde diferentes ángulos de la masa reunida, se disparan fotos desde camaritas, celulares y se filman escenas. Estas capturas de nuestra experiencia cargan con diferentes utilidades. Una es la de cierto cuidado en tanto escrachar a quienes hacen quilombo de manera extraña y nadie conoce (se alertó bastante en los días previos sobre posibles flacos que irían a armar quilombo para demonizar los banderazos). Otra es la de ir armando una memoria de las acciones realizadas, tejiendo a los ponchazos y de forma embrionaria referencias de intervenciones comunes entre bosteros. Las imágenes yiran ahora por ese circuito articulador que son las redes sociales, expandiendo la lógica del banderazo y completando de esa manera el círculo que la empezó. 



3- El problema de la visibilidad: entre la invención singular, el anonimato y la clandestinidad

El banderazo es una movida que se da en diferentes clubes hasta intervenciones roqueras -pedidos de vuelta de los redondos- presentando un proceso creativo que da lugar a lo novedoso, singular. Un nuevo escenario que necesita de imaginación frente a la bocha de preguntas que surgen: ¿Cómo no quedar preso de la visibilidad mediática de las grandes empresas o del estado, si bien contamos con nuestros medios propios (redes, páginas, celulares)? El tema del exitismo: ¿el equipo gana un par de partidos y todo pasa? O por ejemplo ¿Qué hacer frente a la existencia de aprietes como pasó en el primer partido pos ida de Román en la bombonera? Se hace fundamental generar saberes, estéticas, formas de organización para darle fuerza a esta embrionaria intervención y responder la pregunta que resume un poco todas las demás: ¿Cómo sigue la cosa?

Una de las invenciones necesarias es escaparle al anonimato. El anonimato como la dificultad de transitar un territorio de una manera distinta a lo estipulado por la codificación social que lo determinada. Toda pantalla de juego posee su repartija de casilleros, fronteras, que implican una manera de habitarlo y ser en ella. Nosotros como hinchas atravesamos claramente un escenario de impotencia por la imposibilidad de no ir a la cancha: ver que en la página no hay entradas para no socios, ir a la bombonera y quedar afuera, que el carnet que nos prestaban parece que ahora no está… Toda esa masa de bronca queda en el aire. ¿Vamos a aceptar ese lugar? Si decimos que no se hace necesario entonces generar instancias de encuentro para armar lazos que logren hacer fuerza para agujerar el mapa trazado de antemano que a nosotros no nos considera. Las redes sociales como dijimos aparecen dando una mano en romper este anonimato. Frente a la dispersión de nosotros los hinchas se arma un espacio para interactuar y construir formas de intervención como el banderazo (si bien hay peñas, los alrededores de la cancha, la juntada de amigos, la red es un espacio que irrumpe organizando y conteniendo estos lugares en su propia dinámica).

Este escenario de articulación que permite la singularidad del banderazo genera sus ambigüedades. ¿Un ejemplo? La visibilidad. La exposición de acciones en la organizaron que permite la red hace expansivo y más cercano la participación y el conocimiento de lo que se arma. Pero al mismo tiempo es su talón de Aquiles. Aquellos que defienden intereses distintos a los nuestros están al tanto de todo y hasta pueden intervenir en pos de desarmarla. Se ve abortada una necesaria clandestinidad. La clandestinidad es el cuidado que debemos tener sobre la percepción del antagonista sobre lo que hacemos y como damos forma a la singularidad despertada. La información de nuestro trayecto es necesaria como insumo para las relaciones de poder que deseamos doblegar. En la red se puede cerrar lo expuesto con contraseñas, mail privados, pero atenta a la flexibilidad que es su principal virtud política de apertura y no solo administración de lo que hay.

Y si hay algo clandestino es el propio poder. La política de un club como Boca pendulea entre la alta exposición mediática como los concilios en la oscuridad, que paradójicamente, solo salen de la sombra por rumores, entrelíneas mediáticas o algún discurso critico que circule por ahi. De hecho ¿Quien sabe lo que pasa en Boca?, ¿Quien será técnico?, ¿Vuelve Román?, ¿Qué significa el acuerdo de inferiores con el Barcelona? Ni hablar que el poder también puede padecer de anonimato en tanto petrificado en los saberes y estéticas de su lógica, no capte lo novedoso que se le presenta sin lograrlo contrarrestar, como a su vez el poder siempre está en condiciones de imaginar nuevos posibles despersonalizándose y dándose nuevos formas a su anatomía vital.

El banderazo como invención es una ruptura que parte de la elaboración colectiva de malestares. Por un lado necesita espacios para propagarse y salir del anonimato para ser más y más fuerte; como a su vez escapar clandestinamente de la inminente disputa que propone cualquier poder que se percibe amenazado. Pero más que nada, si esta singularidad difusa que estamos generando no crea nuevas preguntas y respuestas a esos interrogantes, cae por si mismo. Un tipo de organización que responda a las inquietudes que pusieron en marcha un proceso de creación político es un criterio indispensable para la libertad de esos cuerpos afectados.


4- Banderazo y gestión: la fiesta en las instituciones

En el banderazo un tipo que está mirando a los pibitos que la agitan en los techos de las entradas a la cancha se da vuelta y le dice a otro: “Che, si me paro ahí arriba ¿Me darán bola si hablo del balance? Ja ja ja”.

Si, es verdad: ja ja ja. Ni en pedo alguien te va a dar bola. Pero me interesa tirar el hilo de este comentario y de la risa que provoca. No, la verdad que es difícil que demos bola a un balance. Importa el fútbol, los partidos, lo que pasa dentro de la cancha. Encima un balance, una cosa repleta de números, compleja, aburrida. Pero ¿Cómo sería una forma de gestión deseable? ¿Por qué la administración de un club nos suena automáticamente como lejana, desteñida, algo de lo que no tenemos ni idea ni nos interesa mucho tener...? Nos preguntamos: ¿Por qué es imposible ligar banderazo y gestión? ¿Por qué la fiesta no puede invadir la institución, no solo en sus fines, en las medidas a tomar, sino en su formato práctico, en las sensibilidades que hay dando vuelta: en la forma de hablar, de mirarnos, de pararnos, de pensar, etc.…? ¿Cómo imaginamos que la lógica del banderazo permee el club? Digo lógica porque no se trata de estar todo el día agitando, cantando y tirando bombas de estruendo; hablamos de saberes propios que inspiren nuevas maneras de gestionar.

Frente al escenario común de nuestro fútbol donde todo pasa por una mercantilización generalizada que se activa mediante operetas mediáticas y grupetes de un par de personajes que deciden a espaldas nuestras, la intervención del banderazo de decir “Acá estamos, nos van a tener que escuchar”, es una movida zarpada e imposible de negar. Pero tampoco debemos aceptar nuestro lugar como grupo de presión frente a los que deciden. ¿Solo el banderazo es una forma de demandar y un club que debe acomodarse a este pedido? ¿Si nos tiran 2.000 entradas para no socios, ya esta todo solucionado? La opción no es que si la dirigencia nos escucha o no, sino de quebrar el supuesto de que muy lindo el agite, la mística, pero que nos tenemos que quedar en la puerta del club y adentro empieza otra cosa, la gestión de verdad, lo serio, lo importante, en fin, lo único posible…

De hecho se da la inverso todo el tiempo; saberes de hinchas se toman por los clubes resignificando sus fines: desde la nefasta dirigencia macrista que arma un club-marca donde el principal activo es “la mística” de nosotros los hinchas, capturando y resignificando nuestro ser bostero para generar dinero y nada más, o como hinchas que se institucionalizan pero bajo una lógica empresarial: el rol de la barras en varios clubes que aprendieron a gestionar asuntos importantes como la transferencias de jugadores, representación de juveniles, el saber moverse en los fangosos vericuetos de la justicia, la organización de viajes y reventa de entradas, agitando ahora un saber de gestión comercial mas necesario quizá que los del cuerpo a cuerpo.

Para terminar: es momento de cortar con cierto hinchismo pelotudo. ¿Qué quiero decir? De estar cada uno acuartelado en su camiseta y bardeando en todo al resto. Más allá de la apasionada pertenencia a nuestras clubes creo que hay una necesidad de compartir conocimientos, experiencias, ideas, sobre movidas de afirmación que emprendemos los hinchas frente al descalabro de los clubes y el ninguneo que sufrimos. No digo que licuemos nuestras identidades -muchas veces no solo diferentes, sino antagónicas-, pero si por un lado hay una colonización del fútbol con fines comerciales desde un armado de dirigentes, políticos, gremialistas, empresarios, periodistas, representantes, no podemos frente a eso darnos el lujo de estar dispersos cada uno soportando en lo suyo.



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