Pensamientos sobre una intervención política
1- Jugador Número 12 y lucha de clases
El
26 de noviembre los hinchas de Boca organizamos un banderazo en reclamo de
ventas de entradas para los no-socios que juntó alrededor de 2.000 personas. El
asunto no es nuevo. Desde hace varios años ir a la cancha solo es para socios, estando
cerrada la inscripción. Se vendían entradas para no socios pero solo algunas
veces e ir de visitante era imposible.
Con
Angelici se implantó la figura de “socio adherente”. Figura ambigua –sos algo,
pero no del todo- el adherente cuanta con la posibilidad de ir a la cancha.
Para eso debe pagar su entrada al precio común sin ningún descuento (60 mangos).
La cantidad de entradas comenzó siendo de 1.500, 2.000, para pasar ahora a 5.000.
¿Cuáles son los requisitos para ser socio adherente? Tener tarjeta de crédito y
pagar la mitad de la cuota todos los meses. La promesa es que pasan en algún
momento a ser socios activos, plenos (de lo que va del año pasaron 3600). Para
los que no somos ni adherentes ni activos, nunca hay entradas, dándose la insólita
secuencia de ver claros en las tribunas de la bombonera y que haya una bocha de
hinchas que queremos ir y no podemos.
El
problema es la magnitud de la bombonera que no alcanza para todos los potenciales
socios que quieran ir a la cancha. Es verdad. A su vez en estos años se achicó
su tamaño por temas de seguridad –instrucciones FIFA sobre espectadores
sentados- como por temas económicos. Y ahí viene la discusión: reciclar la
tercera bandeja de la popular norte con plateas, la venta de entradas a turistas,
la creación de los palcos Vip al lado de los bancos recientemente inaugurados, como
que los socios adherentes para inscribirse deban tener tarjeta de crédito, son
muestras de una dirigencia que entrega su imaginación a generar plata
ninguneando a los hinchas con bolsillos pelados. Al problema de la escasez se
le suman los criterios de la repartija frente a esa escasez.
Por
este panorama se organizó un banderazo. “Boca es pueblo” fue la consigna. Basta
de un Boca elitista, para chetos. Sabemos que el fútbol unifica, suspende jerarquías
sociales. Pero hasta ahí. Sacando los turistas todos seremos de Boca, pero hay
un criterio de cómo se maneja el club donde los parámetros de ingreso no pueden
ser económicos y para los que más tienen. De ser un club que expresa históricamente
a los sectores populares, hoy se disfraza de teatro para las clases acomodadas
(“¡Boca no es una empresa, la puta que te parió!”).
Hay
una segmentación de nosotros los hinchas. Por un lado los socios activos (y los
que primerean en el ranking para ir de visitante) los adherentes, y los que no
somos nada. La situación obliga a que uno tenga que adoptar esa identidad y
moverse por ella. Cada uno administra su situación y no hay un sentimiento común
de que todos tenemos derecho a estar. Para los excluidos pintan todas las
estrategias posibles: pedir un carnet al día de alguien que ese domingo no vaya
a la cancha, colarse, hasta la reventa a precios desorbitantes (la reventa,
manejada por gente que nunca puede ser hincha de boca, o si lo fue, se olvidó y
ahora su única lealtad es con el billete).
2- Redes sociales: enlace y elaboración de broncas y malestares
El
banderazo nació de abajo. Diversos grupos de hinchas fuimos tomando
temperatura a partir de diferentes situaciones: desde la constante dificultad para
ir a la cancha, a los problemas en el ingreso a la final de la copa de los que
viajaron a Brasil, la pésima organización de los ingresos al partido-despedida
de Palermo, y el vacío de la cancha en el partido contra Estudiantes. A este
problema del ingreso a la bombonera se le suma un clima de hartazgo por la ida
de Riquelme, la decepcionante campaña del equipo y un técnico que ya no se
aguanta.
Tras
el multitudinario banderazo por Román en la Bombonera y en diferentes puntos del
país contando como antecedente, este descontento por las entradas y la idea de hacer otro banderazo se empezó a organizar por Facebook. El
agite empezó por ahí. La red en este caso funciona como una estrategia de contra
poder en calidad de enlace. Un escenario de articulación de hinchas que sintonizamos
en la misma afección: no poder ir a la cancha. Grupos que se suman a otros
grupos, como una bola de nieve digital, va conformando una masa de
descontentos que pone en marcha un pensamiento que inventa y organiza.
Pero
este proceso articula diferentes soportes enunciadores: redes sociales,
páginas, celulares, radios, diarios, TV. A su vez esta diversidad comunicativa
interconectada implica una jerarquía en la capacidad de atraer interlocutores:
no es lo mismo Olé que un grupo de Facebook con un puñadito de “Me gusta”, o Fox
que el boca en boca de un grupo de amigos
Entre
los nodos de las diferentes terminales informativas habrá diversos empalmes. Primero,
el desconocimiento de lo que se organiza, porque no le llegó o le llegó pero se
le pasó. Segundo, puede ser reconocida la movida pero ser ignorada; de hecho
prácticamente el banderazo no tuvo cobertura de ningún medio importante (nefasta
actitud la de “Futbol para todos”, ninguneado siempre estas movidas de los
hinchas y funcionando solamente como democratizador del consumo de partidos,
algo importante, si, pero solo eso). Tercero, la movida es reconocida y criticada
como también propagada. Vale aclarar que en el caso de la difusión con buena
leche puede partir de la convicción del banderazo, como de oportunismos de ver
que eso sirve para no tanto para fortalecer en si mismo al que interviene sino
desgastar al cuestionado. Acá no hay cuestionamiento moral, pero si un problema
político: sirve la fuerza inmediata recibida por lo que engorda lo propio, pero
nos desprotege en otro contexto y dependiendo de grandes medios enunciadores.
De
más está decir que todo esto es en medio de un gran caos y movilidad permanente
de intervención en los sentidos y cantidades de enunciados que se ponen a
circular. Un ejemplo fue Olé que subió una nota anunciado el banderazo pero recibió
un llamado de la comisión y bajó el tono de la data que publicó, agregando que
en el club se preparan cambios en materia de entradas.
Pero
el banderazo no finaliza cuando nos vamos de la Bombonera; termina y se sigue
en la Web. Desde diferentes ángulos de la masa reunida, se disparan fotos desde
camaritas, celulares y se filman escenas. Estas capturas de nuestra experiencia
cargan con diferentes utilidades. Una es la de cierto cuidado en tanto
escrachar a quienes hacen quilombo de manera extraña y nadie conoce (se alertó
bastante en los días previos sobre posibles flacos que irían a armar quilombo
para demonizar los banderazos). Otra es la de ir armando una memoria de las
acciones realizadas, tejiendo a los ponchazos y de forma embrionaria
referencias de intervenciones comunes entre bosteros. Las imágenes yiran ahora por
ese circuito articulador que son las redes sociales, expandiendo la lógica del
banderazo y completando de esa manera el círculo que la empezó.
3- El problema de la visibilidad: entre la invención singular,
el anonimato y la clandestinidad
El
banderazo es una movida que se da en diferentes clubes hasta intervenciones
roqueras -pedidos de vuelta de los redondos- presentando un proceso creativo
que da lugar a lo novedoso, singular. Un nuevo escenario que necesita de
imaginación frente a la bocha de preguntas que surgen: ¿Cómo no quedar preso de
la visibilidad mediática de las grandes empresas o del estado, si bien contamos
con nuestros medios propios (redes, páginas, celulares)? El tema del exitismo:
¿el equipo gana un par de partidos y todo pasa? O por ejemplo ¿Qué hacer frente
a la existencia de aprietes como pasó en el primer partido pos ida de Román en
la bombonera? Se hace fundamental generar saberes, estéticas, formas de
organización para darle fuerza a esta embrionaria intervención y responder la
pregunta que resume un poco todas las demás: ¿Cómo sigue la cosa?
Una
de las invenciones necesarias es escaparle al anonimato. El anonimato como la
dificultad de transitar un territorio de una manera distinta a lo estipulado
por la codificación social que lo determinada. Toda pantalla de juego posee su
repartija de casilleros, fronteras, que implican una manera de habitarlo y ser
en ella. Nosotros como hinchas atravesamos claramente un escenario de
impotencia por la imposibilidad de no ir a la cancha: ver que en la página no
hay entradas para no socios, ir a la bombonera y quedar afuera, que el carnet
que nos prestaban parece que ahora no está… Toda esa masa de bronca queda en el
aire. ¿Vamos a aceptar ese lugar? Si decimos que no se hace necesario entonces
generar instancias de encuentro para armar lazos que logren hacer fuerza para
agujerar el mapa trazado de antemano que a nosotros no nos considera. Las redes
sociales como dijimos aparecen dando una mano en romper este anonimato. Frente
a la dispersión de nosotros los hinchas se arma un espacio para interactuar y
construir formas de intervención como el banderazo (si bien hay peñas, los alrededores
de la cancha, la juntada de amigos, la red es un espacio que irrumpe organizando
y conteniendo estos lugares en su propia dinámica).
Este
escenario de articulación que permite la singularidad del banderazo genera sus
ambigüedades. ¿Un ejemplo? La visibilidad. La exposición de acciones en la
organizaron que permite la red hace expansivo y más cercano la participación y
el conocimiento de lo que se arma. Pero al mismo tiempo es su talón de Aquiles.
Aquellos que defienden intereses distintos a los nuestros están al tanto de
todo y hasta pueden intervenir en pos de desarmarla. Se ve abortada una
necesaria clandestinidad. La clandestinidad es el cuidado que debemos tener
sobre la percepción del antagonista sobre lo que hacemos y como damos forma a
la singularidad despertada. La información de nuestro trayecto es necesaria
como insumo para las relaciones de poder que deseamos doblegar. En la red se
puede cerrar lo expuesto con contraseñas, mail privados, pero atenta a la
flexibilidad que es su principal virtud política de apertura y no solo administración
de lo que hay.
Y
si hay algo clandestino es el propio poder. La política de un club como Boca
pendulea entre la alta exposición mediática como los concilios en la oscuridad,
que paradójicamente, solo salen de la sombra por rumores, entrelíneas mediáticas
o algún discurso critico que circule por ahi. De hecho ¿Quien sabe lo que pasa
en Boca?, ¿Quien será técnico?, ¿Vuelve Román?, ¿Qué significa el acuerdo de
inferiores con el Barcelona? Ni hablar que el poder también puede padecer de
anonimato en tanto petrificado en los saberes y estéticas de su lógica, no capte
lo novedoso que se le presenta sin lograrlo contrarrestar, como a su vez el
poder siempre está en condiciones de imaginar nuevos posibles despersonalizándose
y dándose nuevos formas a su anatomía
vital.
El
banderazo como invención es una ruptura que parte de la elaboración colectiva
de malestares. Por un lado necesita espacios para propagarse y salir del
anonimato para ser más y más fuerte; como a su vez escapar clandestinamente de
la inminente disputa que propone cualquier poder que se percibe amenazado. Pero
más que nada, si esta singularidad difusa que estamos generando no crea nuevas preguntas
y respuestas a esos interrogantes, cae por si mismo. Un tipo de organización
que responda a las inquietudes que pusieron en marcha un proceso de creación
político es un criterio indispensable para la libertad de esos cuerpos
afectados.
4- Banderazo y gestión: la fiesta en las instituciones
En
el banderazo un tipo que está mirando a los pibitos que la agitan en los techos
de las entradas a la cancha se da vuelta y le dice a otro: “Che, si me paro ahí
arriba ¿Me darán bola si hablo del balance? Ja ja ja”.
Si,
es verdad: ja ja ja. Ni en pedo alguien te va a dar bola. Pero me interesa
tirar el hilo de este comentario y de la risa que provoca. No, la verdad que es
difícil que demos bola a un balance. Importa el fútbol, los partidos, lo que
pasa dentro de la cancha. Encima un balance, una cosa repleta de números, compleja,
aburrida. Pero ¿Cómo sería una forma de gestión deseable? ¿Por qué la
administración de un club nos suena automáticamente como lejana, desteñida, algo
de lo que no tenemos ni idea ni nos interesa mucho tener...? Nos preguntamos: ¿Por
qué es imposible ligar banderazo y gestión? ¿Por qué la fiesta no puede invadir
la institución, no solo en sus fines, en las medidas a tomar, sino en su
formato práctico, en las sensibilidades que hay dando vuelta: en la forma de
hablar, de mirarnos, de pararnos, de pensar, etc.…? ¿Cómo imaginamos que la lógica
del banderazo permee el club? Digo lógica porque no se trata de estar todo el día
agitando, cantando y tirando bombas de estruendo; hablamos de saberes propios
que inspiren nuevas maneras de gestionar.
Frente
al escenario común de nuestro fútbol donde todo pasa por una mercantilización
generalizada que se activa mediante operetas mediáticas y grupetes de un par de
personajes que deciden a espaldas nuestras, la intervención del banderazo de decir
“Acá estamos, nos van a tener que escuchar”, es una movida zarpada e imposible
de negar. Pero tampoco debemos aceptar nuestro lugar como grupo de presión
frente a los que deciden. ¿Solo el
banderazo es una forma de demandar y un club que debe acomodarse a este pedido?
¿Si nos tiran 2.000 entradas para no socios, ya esta todo solucionado? La opción
no es que si la dirigencia nos escucha o no, sino de quebrar el
supuesto de que muy lindo el agite, la mística, pero que nos tenemos que quedar
en la puerta del club y adentro empieza otra cosa, la gestión de verdad, lo
serio, lo importante, en fin, lo único posible…
De
hecho se da la inverso todo el tiempo; saberes de hinchas se toman por los
clubes resignificando sus fines: desde la nefasta dirigencia macrista que arma
un club-marca donde el principal activo es “la mística” de nosotros los
hinchas, capturando y resignificando nuestro ser bostero para generar dinero y
nada más, o como hinchas que se institucionalizan pero bajo una lógica empresarial:
el rol de la barras en varios clubes que aprendieron a gestionar asuntos
importantes como la transferencias de jugadores, representación de juveniles, el
saber moverse en los fangosos vericuetos de la justicia, la organización de
viajes y reventa de entradas, agitando ahora un saber de gestión comercial mas
necesario quizá que los del cuerpo a cuerpo.
Para
terminar: es momento de cortar con cierto hinchismo pelotudo. ¿Qué quiero
decir? De estar cada uno acuartelado en su camiseta y bardeando en todo al
resto. Más allá de la apasionada pertenencia a nuestras clubes creo que hay una
necesidad de compartir conocimientos, experiencias, ideas, sobre movidas de
afirmación que emprendemos los hinchas frente al descalabro de los clubes y el
ninguneo que sufrimos. No digo que licuemos nuestras identidades -muchas veces
no solo diferentes, sino antagónicas-, pero si por un lado hay una colonización
del fútbol con fines comerciales desde un armado de dirigentes, políticos,
gremialistas, empresarios, periodistas, representantes, no podemos frente a eso
darnos el lujo de estar dispersos cada uno soportando en lo suyo.
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