miércoles, 26 de diciembre de 2012


Otro diciembre caliente pero distinto al estallido de 2001

(Texto del Blog amigo “Lobo Suelto” sobre los saqueos del Jueves 20 y el Viernes 21 de Diciembre pasado - http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/-).

















Como una profecía autocumplida, finalmente en diciembre "pasó algo". Encadenando trágicas experiencias, visiones apocalípticas, déficit estucturales y una violencia que en algún punto se autorreproduce, el relato que coloca al mes de las fiestas como el más sensible del calendario se hizo realidad de modo sangriento.

No parece este trágico 20 de diciembre en Rosario equivalente al de once años de atrás. Crisis terminal de un largo período de depresión económica, el estallido de todo un régimen detonó entonces casi como una reacción física a un fin de ciclo político, económico y social. Con su tendal de muerte y tragedia, aquellos episodios tuvieron la inteligibilidad política de una rebelión, incluida su articulación policlasista, la resolución política y las consecuencias económicas.

El 2001 fue un punto de inflexión en la historia del país, prolegómeno de un cambio de paradigma que apalancó el crecimiento económico y las reparaciones políticas y sociales de la década de posterior. El activismo social, las organizaciones populares, la tradición y el sentido de la lucha política se hicieron paso, entre el caos de aquellos días, para darle un sentido determinado a la violencia.


Diez años antes de ese episodio, el debut de la metodología del saqueo en la Rosario convulsionada del 89 daba cuenta de una furiosa combinación de hambre, descalabro económico (hiperinflación mediante, conviene recordarlo) y conspiración que tuvo sus consecuencias políticas e institucionales.

En los inicios de los años 90, los saqueos abrieron las puertas de una década de consolidación conservadora. En 2001 la resolución fue inversa. Llevó al máximo nivel de la representación política a las fuerzas identificadas con políticas de reparación económicas y sociales.

No está para nada claro que este diciembre tenga una línea de continuidad con la secuencia de 2001. El material sensible e inflamable sobre el que tiembla la política argentina prescribe hoy una prudencia analítica extrema, toda vez que ninguna conclusión que se saque de estos días de violencia será inocua.


El legado de 2012

Pero conviene hacer hincapié en la complejidad del mundo que se mueve bajo esta nueva ola de saqueos.

Una mirada macroeconómica revela que 2012 fue un año de ajuste, negado muchas veces con agresividad, violencia y soberbia por las máximas autoridades políticas. La recesión, troquelada con una inflación negada en forma suicida, contribuyó a consolidar un fin de año con expectativas por el piso e incertidumbre por las nubes. En términos generales, estas realidades desnudan las afloraciones noventistas que, más allá del discurso épico, integran el sustrato de la pos-convertibilidad. Sin negar los aciertos, la verdad es que la agenda de transformaciones estructurales (empleo formal, ingreso, igualdad, vivienda) fue harto acotada para una década de altísimo crecimiento.

Pero aún reconociendo estos déficits, hay que hacer sudar la imaginación para encontrar en la economía actual situaciones de terminalidad como las que dispararon los hechos de 89 o 2001. Menos para dar esa única dirección la explicación de un estallido de violencia social.


Políticas

Una mirada política encuentra gobiernos nacionales, provinciales y municipales que, con sus diferencias y matices, están enredados en su propio relato, y embriagados de éxitos y discursos de mejores momentos. La sobreactuación del teniente coronel Berni, con su fuerte dosis de macartismo, y la pretensión del joven Abal Medina de que la disputa violenta en el territorio se neutralizaba con el anuncio de la expropiación del predio ferial de Palermo, denotan un espíritu algo enajenado. Una caricatura del "Clarín miente". Pero, aunque la realidad desafíe sus imaginarios, se trata de administraciones que, en todos los niveles, fueron refrendadas sólidamente hace un año y cuya estabilidad institucional sólo puede ser puesta en discusión por un análisis cargado de intencionalidad.

Una oposición sin nombres, rumbo ni programas, se atrinchera en la suma de todos los miedos y conflictos, cualquiera sean, con la esperanza de propinar al oficialismo una suma de victorias territoriales en 2013. En ese tren, intenta darle su propio sentido a una realidad pródiga en conflictos. Pero es capcioso e insuficiente explicar el diciembre trágico por el puro activismo político.


Territorio y actores.

Con la complejidad que encierran este tipo de episodios, hay fenómenos que a fuerza de repetirse van configurando una lectura. Cuando el modelo comienza a mostrar sus flaquezas, la lucha política y social se territorializa. Y en el territorio hay nuevos actores, nuevas relaciones y nuevos dramas. Ya no se organiza prioritariamente a través de los movimientos sociales y sólo operativamente se articula con el negocio del punterismo partidario. Los movimientos sociales y políticos van perdiendo terreno frente a redes de otro tipo, algunas articuladas al estilo de mafias y carteles, con vínculos estrechos con fuerzas de seguridad y un circuito económico de alta gama que encuentra en Rosario una ciudad símbolo, donde la manifestación de riqueza crece pari passu con la pobreza. La imagen de bandas juveniles saqueando con extrema saña a indefensos supermercados de origen chino es la más novedosa, de los saqueos de 2012. Remite a algo más que insatisfacción política, social o económico. Remite a apropiación de un territorio de negocios.

En su infraestructura, en el mercado inmobiliario, en el parque automotor, en su geografía económica y en sus usos y costumbres, Rosario _como otros aglomerados del país se convirtió en un espacio de frontera, cuya ocupación se está redefiniendo, y no de la mejor manera.

Que mínimos acuerdos de convivencia, como la prioridad al cruzar la calle o el uso peatonal de las veredas, estén hoy en entredicho fáctico, descubren en los aspectos más nimios de la cotidinaeidad un nuevo ADN ciudadano. Que hace que la apropiación individual de los bienes públicos se convierte en norma. Y que permite inferir, de menor a mayor, los múltiples, profundos y variados conflictos de un nueva disputa.

Los territorios, los geográficos, los de la política y los de la economía, se están reconfigurando. En la provincia, el año arrancó con la muerte de tres militantes sociales a manos de narcotraficantes, con complicidad policial.

La movilización sindical y social articulada para defender el empleo en la crisis de 2009 fue sistemáticamente "disciplinada" desde el Estado y los sindicatos burocráticos. Las inundaciones y saqueos solaparon por ahora la amenaza del desalojo del tambo de Giros. Los trabajadores portuarios pelean contra los despidos con la amenaza de represión sobre sus cabezas.

Una extraña conclusión de tarea cumplida, de punto de arribo, de autosatisfacción por parte de la clase política que se consolidó luego del estallido de 2001, llevó a tomar como una gracia la ruptura y neutralización de las organizaciones sociales, para reforzar una agenda estatal que supuestamente había declarado el fin de la historia de las demandas. Ahora queda en evidencia que no era totalmente así. Pero lo peor es que mientras se combate a esas organizaciones, otros referentes, otras relaciones, menos reconocibles políticamente, con demandas menos claras, van ocupando el espacio. Y terminan siendo los encargados de tamizar los conflictos que, como el agua de las inundaciones, no se contienen con relatos.

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