Otro
diciembre caliente pero distinto al estallido de 2001
(Texto del
Blog amigo “Lobo Suelto” sobre los saqueos del Jueves 20 y el Viernes 21 de Diciembre
pasado - http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/-).
Como una profecía
autocumplida, finalmente en diciembre "pasó algo". Encadenando
trágicas experiencias, visiones apocalípticas, déficit estucturales y una
violencia que en algún punto se autorreproduce, el relato que coloca al mes de
las fiestas como el más sensible del calendario se hizo realidad de modo
sangriento.
No parece este trágico 20
de diciembre en Rosario equivalente al de once años de atrás. Crisis terminal
de un largo período de depresión económica, el estallido de todo un régimen
detonó entonces casi como una reacción física a un fin de ciclo político,
económico y social. Con su tendal de muerte y tragedia, aquellos episodios
tuvieron la inteligibilidad política de una rebelión, incluida su articulación
policlasista, la resolución política y las consecuencias económicas.
El 2001 fue un punto de
inflexión en la historia del país, prolegómeno de un cambio de paradigma que
apalancó el crecimiento económico y las reparaciones políticas y sociales de la
década de posterior. El activismo social, las organizaciones populares, la
tradición y el sentido de la lucha política se hicieron paso, entre el caos de
aquellos días, para darle un sentido determinado a la violencia.
Diez años antes de ese
episodio, el debut de la metodología del saqueo en la Rosario convulsionada del
89 daba cuenta de una furiosa combinación de hambre, descalabro económico
(hiperinflación mediante, conviene recordarlo) y conspiración que tuvo sus
consecuencias políticas e institucionales.
En los inicios de los años
90, los saqueos abrieron las puertas de una década de consolidación
conservadora. En 2001 la resolución fue inversa. Llevó al máximo nivel de la
representación política a las fuerzas identificadas con políticas de reparación
económicas y sociales.
No está para nada claro
que este diciembre tenga una línea de continuidad con la secuencia de 2001. El
material sensible e inflamable sobre el que tiembla la política argentina
prescribe hoy una prudencia analítica extrema, toda vez que ninguna conclusión
que se saque de estos días de violencia será inocua.
El legado de
2012
Pero conviene hacer
hincapié en la complejidad del mundo que se mueve bajo esta nueva ola de
saqueos.
Una mirada macroeconómica
revela que 2012 fue un año de ajuste, negado muchas veces con agresividad,
violencia y soberbia por las máximas autoridades políticas. La recesión,
troquelada con una inflación negada en forma suicida, contribuyó a consolidar
un fin de año con expectativas por el piso e incertidumbre por las nubes. En
términos generales, estas realidades desnudan las afloraciones noventistas que,
más allá del discurso épico, integran el sustrato de la pos-convertibilidad.
Sin negar los aciertos, la verdad es que la agenda de transformaciones
estructurales (empleo formal, ingreso, igualdad, vivienda) fue harto acotada
para una década de altísimo crecimiento.
Pero aún reconociendo
estos déficits, hay que hacer sudar la imaginación para encontrar en la
economía actual situaciones de terminalidad como las que dispararon los hechos
de 89 o 2001. Menos para dar esa única dirección la explicación de un estallido
de violencia social.
Políticas
Una mirada política
encuentra gobiernos nacionales, provinciales y municipales que, con sus
diferencias y matices, están enredados en su propio relato, y embriagados de
éxitos y discursos de mejores momentos. La sobreactuación del teniente coronel
Berni, con su fuerte dosis de macartismo, y la pretensión del joven Abal Medina
de que la disputa violenta en el territorio se neutralizaba con el anuncio de
la expropiación del predio ferial de Palermo, denotan un espíritu algo
enajenado. Una caricatura del "Clarín miente". Pero, aunque la
realidad desafíe sus imaginarios, se trata de administraciones que, en todos
los niveles, fueron refrendadas sólidamente hace un año y cuya estabilidad
institucional sólo puede ser puesta en discusión por un análisis cargado de
intencionalidad.
Una oposición sin nombres,
rumbo ni programas, se atrinchera en la suma de todos los miedos y conflictos,
cualquiera sean, con la esperanza de propinar al oficialismo una suma de
victorias territoriales en 2013. En ese tren, intenta darle su propio sentido a
una realidad pródiga en conflictos. Pero es capcioso e insuficiente explicar el
diciembre trágico por el puro activismo político.
Territorio y
actores.
Con la complejidad que
encierran este tipo de episodios, hay fenómenos que a fuerza de repetirse van
configurando una lectura. Cuando el modelo comienza a mostrar sus flaquezas, la
lucha política y social se territorializa. Y en el territorio hay nuevos
actores, nuevas relaciones y nuevos dramas. Ya no se organiza prioritariamente
a través de los movimientos sociales y sólo operativamente se articula con el
negocio del punterismo partidario. Los movimientos sociales y políticos van
perdiendo terreno frente a redes de otro tipo, algunas articuladas al estilo de
mafias y carteles, con vínculos estrechos con fuerzas de seguridad y un
circuito económico de alta gama que encuentra en Rosario una ciudad símbolo,
donde la manifestación de riqueza crece pari passu con la pobreza. La
imagen de bandas juveniles saqueando con extrema saña a indefensos
supermercados de origen chino es la más novedosa, de los saqueos de 2012.
Remite a algo más que insatisfacción política, social o económico. Remite a
apropiación de un territorio de negocios.
En su infraestructura, en
el mercado inmobiliario, en el parque automotor, en su geografía económica y en
sus usos y costumbres, Rosario _como otros aglomerados del país se convirtió en
un espacio de frontera, cuya ocupación se está redefiniendo, y no de la mejor
manera.
Que mínimos acuerdos de
convivencia, como la prioridad al cruzar la calle o el uso peatonal de las
veredas, estén hoy en entredicho fáctico, descubren en los aspectos más nimios
de la cotidinaeidad un nuevo ADN ciudadano. Que hace que la apropiación
individual de los bienes públicos se convierte en norma. Y que permite inferir,
de menor a mayor, los múltiples, profundos y variados conflictos de un nueva disputa.
Los territorios, los
geográficos, los de la política y los de la economía, se están reconfigurando.
En la provincia, el año arrancó con la muerte de tres militantes sociales a
manos de narcotraficantes, con complicidad policial.
La movilización sindical y
social articulada para defender el empleo en la crisis de 2009 fue
sistemáticamente "disciplinada" desde el Estado y los sindicatos
burocráticos. Las inundaciones y saqueos solaparon por ahora la amenaza del
desalojo del tambo de Giros. Los trabajadores portuarios pelean contra los
despidos con la amenaza de represión sobre sus cabezas.
Una extraña conclusión de
tarea cumplida, de punto de arribo, de autosatisfacción por parte de la clase
política que se consolidó luego del estallido de 2001, llevó a tomar como una
gracia la ruptura y neutralización de las organizaciones sociales, para reforzar
una agenda estatal que supuestamente había declarado el fin de la historia de
las demandas. Ahora queda en evidencia que no era totalmente así. Pero lo peor
es que mientras se combate a esas organizaciones, otros referentes, otras
relaciones, menos reconocibles políticamente, con demandas menos claras, van
ocupando el espacio. Y terminan siendo los encargados de tamizar los conflictos
que, como el agua de las inundaciones, no se contienen con relatos.
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