Patricio rey metió la cola
Fueron dos días que conmovieron al mundo ricotero. En pocas horas
se agotan las 50 mil entradas para el show del Indio Solari en el Estadio
Malvinas Argentinas de Mendoza. Con la velocidad de lo inmediato, el anuncio se
viralizó por redes sociales y foros que devinieron nodos de expresión de la
impotencia y el malestar.
Un comunicado firmado por Indio y su equipo, pide disculpas por la
situación y promete un nuevo recital en diciembre, parece que no hay vuelta
atrás, “en los estadios cerrados no se presenta la posibilidad de modificar
lo que el espacio físico limita”. Una frase que, inconcientemente, hace
mella en el imaginario redondo de disponerse hacia lo ilimitado e
infinito; copar la luna, habitar masivamente autódromos o
hipódromos que no son más que mesetas sin estriar en donde se diluyen las
fronteras entre el púbico y el horizonte, viajar por todo el país (en este
sentido, Mendoza es tierra de barbaros, aún no anexada al dominio del Rey
Patricio) ir a un recital con o sin entrada (pero nunca verse con el inédito
cartel de sold out), pactar fidelidad hasta después de la muerte.
Pantalla de por medio, se le enrostran al Indio (y a su robin
Julio) frases de su autoría –pero no de su propiedad- esto no me
arregla a mí, ¿no nos dijiste que el que abandona no tiene premio,
eh?, cuando el billete hace que baila. En el grito colectivo se
pliega todo: la bronca del hincha, la histeria del fan, los tics del consumidor
estafado, el golpe a la autonomía del que quería ir por la suya (en su autito,
con su familia, o en empresas particulares de transporte o en bondi o combis
con amigos), pero también del que planifico sus días de mini-turismo redondo y
se indigna por las reservas de Hotel y los pasajes de avión pagos, los
ricoteros de provincias como Jujuy, Corrientes, Misiones o Neuquén que quedaban
aislados de los puntos de venta (en muchos casos a 300km), los ricoteros
noventistas que crearon pymes roqueras que organizan y gestionan viajes al
interior ofreciendo seguridad y confianza (entre
tanto cachivache suelto, son un mal necesario, delears de cuerpos extáticos que
necesitan delegar la gestión de los viajes en otros –que estén afuera del
mambo- para poder disfrutarlos intensamente y bajo el principio de embriaguez)
y que aprendieron por donde viene la mano (mercantilizando la experiencia
pasada; yo la viví, ahora te la vendo), los ricoteros históricos
que, por años y recitales vividos, piden carnet de vitalicios, los nuevos
ricoteros a los que se le frustra el sueño de la primera vez y la subjetividad
empresarial de los que compraron entradas en gran número y las revendían
en Mercado libre o Ticket bis a 1500 o 2000
pesos. Una de las maneras de leer esta multiplicidad fue sopesando comentarios,
actitudes y acciones a partir de la permanencia o la quita de la identidad
ricotera: esos no son ricoteros, nosotros sí. Ignorando que, en verdad, ricoteros
somos todos. Hay ricoterismo barrial, ricoterismo blanco, ricoterismo
militante, ricoterismo mediático, ricoterismo estatal, ricoterismo empresarial,
ricoterismo progresista y ricoterismo convervador.
Pero en las redes sociales no todo fue catarsis o pases de
factura, también se incubaron movidas 2.0; escraches a revendedores, videos de
youtube que expresaban la decepción, grupos en facebook que buscaban firmas para
pasar el recital al Hipódromo (posteando capturas de google earth en donde se
ve la cercanía con el estadio, “ven, está ahí nomás”), y sobre todo,
amenazas de pasajes al acto (como se vió en Mendoza con ricoteros que cortaron
la calle para protestar), de duplicar el agite en los alrededores del estadio,
en las puertas de entrada, “locos, voy igual, con entrada o sin entrada, voy”,
“voy por la previa, después vemos”. Una memoria ricotera del caos y de
la violencia se expandió y se utilizó para la extorsión, “puede haber
muertos Indio, fijáte”. Estos enunciados activaron la alarma
antidisturbios, tocaron las sensibes fibras sociales del securitismo, la
amenaza fue al hueso, “la vamos a pudrir”. El desborde se traducía en un
posible punto de ingobernabilidad que haría tambalear la paz social ricotera de
la década ganada, la alianza entre pueblos y ciudades del interior
“hospitalarias” y ricoteros pacifistas y consumidores de las economías
domésticas. Sobre la fiesta para todos, pendía la amenaza de la intolerable
exclusión…
En poco más de un día y medio, un nuevo anuncio del Indio
comunicaba que el recital se pasaba al Hipódromo de Mendoza (de capacidad
ilimitada). Más allá de que las razones dadas para la mudanza sean la gran
demanda de entradas, la cosa no pasó únicamente por la lógica mercantil (sin
menospreciar los millones de pesos que mueven estos recitales), también el
miedo a los desbordes y a las posibles situaciones de violencia, pesó en la
decisión. No se pueden subestimar los efectos de la frase, “sin entradas voy
igual”.
El primer comentario en la página redonditos de abajo (especie
de órgano oficial de comunicación entre Indio y sus seguidores) luego de que se
agotaran las entradas, fue un insulto para el Indio, el primero luego de la
confirmación de la mudanza al Hipódromo fue un agradecimiento al Indio, en el
medio de la personalización del agite social ricotero en el cuerpito del
pelado, tuvieron lugar manifestaciones interesantes en las que se le hablaba al
Indio metiendo al tercero en cuestión -el que, al fin y al cabo, decide todo-,
parece que la mención tuvo efectos, “Indio, si dejas tirada a la gente,
Patricio Rey te va a cagar a patadas en el culo”.
Por Leandro
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