400 Golpes
Saberes, afectos y convivencias de pibes en gimnasios de MMA.
1- Descubrimiento
Sexto
año, materia de filosofía. Pido un labarito sobre la noción de conocimiento en
Nietzsche. Nahuel –Cuello, para
todos- me entrega un trabajo sobre los gimnasios de “Vale todo” (mejor dicho
Artes Marciales Combinadas -MMA-; “Vale Todo” es entendida como una denominación
peyorativa para muchos que lo practican).
Que
Cuello entregue un trabajo ya era mucho. Un pibe que si bien iba a la mayoría
de las clases y participaba, no hacía los exámenes y tenía pésimas notas. A su
vez se llevaba mal con muchos compañeros, y cuando llamaban a la madre -del
padre hace años que no se sabe nada-, nos explicaba la directora que esta decía
que su hijo hacía tiempo que no le daba bola, y “menos últimamente que andaba drogado”. En ese laburo que hizo para
la materia Cuello hablaba de los gimnasios de MMA con un tono muy cebado. Cuando
se lo devolví charlamos un poco y tiraba de un lugar con mucho compañerismo,
que cuando arrancaban se ponían en círculo con la luz apagada para meditar y que
eso estaba buenísimo, y que el gimnasio lo estaba ayudando con algunos vicios,
entre otros comentarios.
Me fui
dando cuanta que varios pibes de diferentes escuelas hacían MMA, expresando un
momento copado para ellos. Algunas preguntas empezaron a revolotear ¿Qué
significa ese compañerismo? ¿Que tipos de saberes se generan ahí? Partiendo de
un acercamiento desde una perspectiva clínica que logre bucear en una
experiencia ambigua, compleja, fui dialogando e intercambiando impresiones
tanto con gente que maneja gimnasios como de varios pibes que van a diferentes
espacios de lucha en el oeste. Preguntas que no me interesan simplemente para saber de ellos, cual antropología
compasiva, sino para postular preguntas que trascienden esa práctica y que
puedan inspirar a responder interrogantes que nos formulamos en nuestra propia
vida, como lo generacional, diferentes formas de crear conocimiento,
dispositivos de convivencia, la incubación de politicidades, y maneras de
habitar lo precario, entre otras tantas.
2- Saberes
El MMA expresa
un componente lúdico: una competencia donde en la lucha cada uno pone en juego
sus destrezas. Habilidades que demandan que los pibes se sumerjan en un
descubrimiento, aprendizaje y ejercicio de saberes sobre y desde lo corporal.
Esta
fuente de conocimiento cuenta con sus técnicas y sentidos. La principal es la
respiración. La respiración permite concentrarse y lograr una necesaria atención
para focalizar los puntos de referencia en una pelea; manejar lo umbrales de
dolor y controlar los efectos de la fuerza que se desplegó en el cuerpo; y la
generación de energía para sostener la dinámica del agite de los músculos.
Otro
aprendizaje corporal es saber acerca de los puntos débiles del organismo,
cuales son las formas de control de su estabilidad ante un impacto recibido y
como no perder el equilibrio.
En los
gimnasios se evapora la palabra como mediación fundamental para crear lazos
sensibles: en un entorno reglamentado, a los golpes se va comunicando un
conocimiento tanto de uno mismo como del otro, donde las acciones físicas y su
impacto en el cuerpo van tallando sólidas fibras de pertenencia entre aquellos
que transitan el lugar.
De más
está decir que vengo hablando de un tipo de conocimiento ausente en la rutina
escolar. Ahí priman los saberes más de tipo cognitivo: sacando gimnasia –que
tampoco los pibes le dan mucha cabida- las habilidades corporales y todo lo que
significan no son muy abordadas.
Interesante
pensar que mientras hoy en día hay algo así como una atmosfera, un clima pedagógico
en el mundillo educativo que supone que la nueva manera de tejer algún lazo con
los pibes para que ocupen su lugar de
alumnos pasa por la tecnología -Netbook, celulares, pantallas táctiles, y demás
chirimbolos electrónicos-, los músculos, la respiración y la adrenalina del
cuerpo a cuerpo, en algunos casos interpelan intensamente a estos mismos protagonistas.
Y no se trata de una cosa o la otra: muchos de los mismos pibes armados de
prótesis digitales, que supuestamente se la pasan dentro de la casa sin hacer
nada, son los mismos que agitan su cuerpo en los gimnasios. Es más: algunos de
ellos me comentaban que buscan en los jueguitos de pela hacer cosas que hacen
en los gimnasios, como que en los gimnasios tratan de hacer cosas que tiran sus
personajes virtuales. No se trata de músculo o prótesis digital, sino de las
lógicas vitales que acompañan cada una de las dimensiones de nuestra existencia
y que formas de estar en el mundo van diseñando.
3- Sobre la construcción de los pequeños sentidos
de pertenencia.
Una de
las situaciones que se activa en los gimnasios es la construcción de una
pertenencia muy marcada. “Y, medio como que
te genera un fanatismo”, nos dicen. ¿Qué es este fanatismo, esta emoción
intensa que sienten muchos pibes por estos lugares?
“Hay mucho compañerismo, profe”, “Te integran al toque ahí”, “Es como una familia”, son los comentarios que tiran
muchos de los pibes que van. Algunos de los que dirigen estos gimnasios te
hablan de “Este lugar lo armamos entre
todos”. Este lo armamos entre todos
implica desde arreglar la estructura del lugar, aguantar atrasos de las cuotas
para aquellos que vienen hace banda, usar sin pedir permiso lo que hay en la
heladera, hasta bancar amistosamente en situaciones jodidas que estén
atravesando, potenciando así un compañerismo que es muy agitado en los
comentarios que me van haciendo muchos pibes, habiendo una consonancia entre lo
que dirigen determinados gimnasios y aquellos que van.
Espacio
que permite a muchos guachines mediante el intercambio generacional y la mezcla
de personas que van, empaparse de diversos saberes y manejos de situaciones que
en otros ámbitos que concurren no van a encontrar: “Como que aprendes a madurar mas rápido, a ser más piola”. Y esto
último viene bien para entender de que se va nutriendo el valor que le ponen
los pibes a esta pertenencia: no solo por lo que pasa adentro, sino también
afuera.
Un caso
es la confianza de que “Estar preparado
para la lucha te da seguridad, fuerza”. Situaciones donde se activa esta
confianza es cuando salen a la noche son referentes para sus amigos en que si
se pudre pueden saltar, o ellos mismos cuando están parando en algún barrio
nuevo y los miran mal. Otro caso es un chaboncito que está en la barra de Brown
con el tío y le gusta meter mano en el combate, en una coyuntura picante por
pujas entre fracciones. No nos olvidemos de los “Chicos de perfil bajo, que en la escuela los gastan, y ellos viene acá
para aprender a defenderse y que no los bardeen más”.
Esta
afectividad intensa que surge de vínculos con mucha legitimidad para los pibes
que van, se expresa en una estética, que su vez esta misma sirve para
retroalimentar la pertenencia: tatuajes, vestimenta -como remeras, buzos, pantalones-
y hasta formas de saludarse.
Aunque
vale decir que el corazón de esta pertenencia de los pibes en los gimnasios es
su misma materialidad como condición de posibilidad para hacer lo que les
gusta. Todo lo otro pareciera ser una derivación de algo que en si mismo tiene
un valor zarpado. El “yo voy por que me
gusta” es un enunciado que circula a full en los discursos de los pibes.
Entrenar, pelear, simplemente estar ahí, son acciones que no se emprenden por
un fin determinado, sino que son algo importante en si mismo.
Hoy
escuchamos que se habla mucho de la mística de los pibes: la mística de las
barras, banditas narco, e imposible que nos olvidemos del carisma de las
marcas. Suspendiendo los sentidos clásicos de la palabra mística, tratemos de
indagar que se nombra con eso: como decíamos, una pertenencia fuerte, que
involucra afectos muy potentes, no solo en la participación con los demás en un
mismo lugar, sino en la relación con otros, en especial, otros que son pares
generacionales. Aunque si bien deben contar con varios factores en común, los
afectos que se generan en algunos gimnasios y con pibes, no son una captura
banalizadora sino una generación que se da en el mismo lugar de acción (a
diferencia de otras situaciones como ciertas apropiaciones de mercado) como que
tampoco aparece la guita o la sujeción por algún vicio, como en otras
secuencias (soldaditos narco).
4- Formas
de convivencia y Recombinación disciplinaria
Como
sabemos por los gimnasios pasa bocha de gente y de lo más diverso, sea desde lo
clasista, lo generacional, profesional, como también hay algunas mujeres, donde
casualmente el asunto que los congrega es la lucha. Una pregunta clave es el
tema de la convivencia y la forma de transitar estos espacios. Por que si hay
cosas que los pibes bancan del lugar –y de manera abrumadora- es que hay mucho respeto.
El
ordenamiento del lugar recurre a varios procedimientos de los denominados como
disciplinarios: estructura secuencial del aprendizaje en clave progresiva
(división por color de los niveles definiendo escalas grupales); rutinas prefijadas
en clave modelar (hacer gimnasio, entrada en calor, y lucha como entrenamiento
general –aprendizaje de técnicas-); organización vertical de los roles e interacción
discursiva en formato de orden (los profesores son la autoridad irrefutable que
manifiesta lo que hay que hacer, sin lugar a la interacción con el aprendiz y
el cambio de sentido previo); la instancia del examen, como conocimiento de lo aprendido
y corrector en tanto exposición de evidencias de que el proceso no fue
recorrido de manera correcta.
A lo
que hay que sumar una referencia muy marcada de códigos de comportamiento que
se deben respetar con firmeza. No cumplir la rutina solicitada; estar pegando
de más, con mala leche, sin considerar el nivel de oponente; no usar la
protección necesaria con peligro de lastimar-lastimarse, son algunos de los
conflictos más comunes. La sanción es de carácter punitivo y aplicada
directamente al cuerpo de la gente: se pide a la persona se valla o la cagan a
piñas (“Y, te rompen la cabeza”, “Te
cagan a piñas, te matan profe, jajaja”).
Pero
las peleas como juego entre pibes no empiezan ni terminan en los gimnasios. Me
contaba uno que en una esquina en Tablada se juntan varios pibes y se arman peleítas.
Otros cuentan que se juntaban con sus amigos y armaban peleas y entrenaban por
su cuenta, pero decidieron ir a un gimnasio. “Ahí es otra cosa, es mejor”, “Saben
más, ahí aprendés de verdad” son frases que se escuchan. No hay duda que los gimnasios son percibidos
por los pibes como espacios legítimos para organizar las fuerzas de su cuerpo y
hacerlos potentes y eficaces para la lucha.
Por eso
decimos que los gimnasios expresan una suerte de Recombinación disciplinaria. A diferencia de los discursos que agitan
como determinante el desfondamiento que invaden las instituciones y
subjetividades contemporáneas, nos topamos con casos donde un tipo de orden
basado en parámetros disciplinarios en tanto configuraciones espaciales,
controles temporales, estrategias cognitivas, maneras de interpelación, entre
otras, crean experiencias vitales con sentido. No lo hacen de forma nostálgica,
en tanto que reconocen y se posan en lo precario como dinámica de nuestro
presente: por ejemplo en los gimnasios se puede ir cualquier día, tanto como
llegar e irse en cualquier horario; pero aquel que elige estar, lo está de una
determinada manera.
Sumando
el caso de los soldaditos como barras, nos encontramos con una sensibilidad que
reconoce el nuevo escenario pero continua con ciertos tips de un formato específico
de gobierno de los cuerpos, que mientras para muchos es algo solo residual,
destinado a perderse con el simple correr
de los nuevos tiempos, hoy se encarga de organizar eficazmente lo disperso. De ahí
el carácter de recombinante que mencionamos (sobre esta situación recomiendo leer
Rosario Arde, a pura adrenalina arde).
5- La precariedad de lo que funciona: conjurando
otros sentidos.
Venimos
diciendo que los gimnasios funcionan sobre un suelo precario, pero pudiendo
gobernar este panorama afirmando una bocha de prácticas sociales con mucha
aprobación. Pero tenemos que decir que al mismo tiempo los propios efectos de
su administración de los cuerpos también genera una dispersión: una movilidad
que debe disputarse para fijar los sentidos del funcionamiento de los gimnasios.
El
motivo que empuja a tanta gente a estos sitios, -y en especial a tantos pibes
que es lo que más me interesa-, es aprender artes marciales y pelear. Pero como
venimos viendo, esta movida es mucho más. Como resultante de su propia
dinámica, se abre una disputa por las apropiaciones del lugar y su lógica, en tanto
en opinión para aquellos que lo dirigen si, puede ayudar a recuperarse de una adicción,
pero no es un centro de rehabilitación; si, ayuda a tratar mambos y problemas
personales, pero no es una terapia; si, en algunos se puede bancar el atraso
con cuotas, hacer precios especiales, pero gratis el asunto no camina; nadie
niega la presencia de una alta intensidad afectiva, de un cierto fanatismo,
pero el MMA no es una religión…
Mientras
hoy en día existen lugares como la escuela en estado de precariedad por la
disfunción de su razón de ser, y funcionan rechinando, pero al mismo tiempo
suceden cosas genuinas que merecen una percepción atenta, en los gimnasios su
funcionamiento inmanta afecciones que no son procesadas en otros espacios e
identifican al MMA como un lugar a darles cabida, que no digo que hagan
tambalear su sentido básico, pero manifiestan algunos cortocircuitos en su definición
que vale la pena atender.
Y entonces
se abre la discusión no solo por la percepción y el reconocimiento de estas
potencias latentes sino por el gobierno de las mismas: hablo desde hasta que
punto las autoridades docentes, por ejemplo, están dispuestas a dar lugar a
nuevas fuerzas que modifiquen los esquemas tradicionales –incluyendo en esos
cambios, la desaparición o mutación salvaje de sus mismos roles- como en el
mundo de los diferentes gimnasios, si se es
capaz de alterar el funcionamiento de su propia gramática, dando lugar a
nuevas relaciones en la circulación de información, formas de financiarse, toma
de decisiones, o como afirmar su propia sentido y razón de ser, en tanto
terapéutica, religiosidad, pedagogía y formas de encarar los conflictos. Una
buena pregunta es que tiene de específica la información que traen los pibes en
sus cuerpos, como carga generacional, como para responder estas preguntas, en
una lógica distinta a la que existe.
6- De politicidades y constituciones de lo real:
discutiendo la tesis de la descarga
Uno de
los motivos por lo cuales muchos pibes empiezan a ir a estos gimnasios es por
un tema casi terapéutico. Chicos zarpados en activos, que les recomiendan ir a
un lugar a descargar. La descarga como efecto de los gimnasios es valorada como
uno de sus sentidos primordiales tanto por gente que va a pelear como por
aquellos que lo organizan.
Ahora: ¿solamente
habita en este lugar una mera expulsión de carga muscular? ¿No hay una constitución
de una manera de ser a partir de la arquitectura
vincular que se efectúa en los gimnasios? Hablo del tipo de cartografía que
diseña estos sitios y que posibilitan su función de expiar ansiedades que
muerden los nervios contemporáneos, sin duda, pero que no dejan de crear una serie de tramas relacionales donde
se trafican deseos, estéticas, saberes y códigos en una realidad compleja y
ambigua como venimos viendo, pero que no deja de armar un espacio donde tantos
pibes participan de un lugar importante para ellos.
Insisto
con esto de las tramas que se tejen en los gimnasios: estos son sitios donde
una intensa heterogeneidad se despliega en su rutina: desde miembros de fuerzas
de seguridad con discursos de una sociedad en decadencia, pérdida de valores,
en fin, nostalgias reactivas, como quienes
le dan otra orientación política al asunto: me refiero a organizaciones
sociales y políticas que entrenan sus seguridad con técnicas de MMA.
Pero
sin negar estas apropiaciones, tanto desde integrantes del aparato represivo
del estado como de quienes se preparan para defenderse del mismo, las técnicas
no son neutras: no se trata solamente de cómo se resignifican, sino de saber que
ya de por si están constituidas de una determinada manera: son políticas
también. Y en esa politicidad palpita una tensión compleja, de diferentes tramas
con diversas características, muchas de ellas en conflicto.
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