El despertar del “Mate”*
No podía ser
de otra manera.
Barranca
abajo, enclavado bien al sur.
Nunca las
luces de la vieja burguesía.
Que miraban
entre hombros maldiciendo tu llegar[1]
Hoy nos volvimos a ver las
caras con la gloria. Aquella que tantas veces nos fue arrebatada. Aquella, la
cual dormía en cada una de nosotros, los que nos fumamos los peores humos de tu
historia. Porque fuimos la generación más golpeada por la historia. La
generación que sufrió las peores condenas que existen en el fútbol.
Si así es, nosotros te
vimos descender dos veces, jugar contra equipos que nunca hubiéramos imaginado.
Vimos como tu historia se volvía algo lejano. Sin olvidar, por supuesto, los
palazos de la yuta, las tardes de lluvia, el frío, las derrotas, los eternos
viajes a canchas inexploradas por muchas hinchas, las cagadas de los dirigentes
(muchas por cierto), finales perdidas, y así podría seguir escribiendo
párrafos... Por eso cuando sonó el pitazo final y rompimos el alambrado para
entrar a la cancha a fundirnos en un abrazo único con los jugadores, esos
momentos devinieron en lágrimas de emoción.
Emoción de ver a tu
gloriosa gente cantando ¡Dale Campeón! después de muchos años de amarguras
(para los desinformados no se gritaba desde el año ´89). Emoción de ver la
ciudad pintada de celeste y blanco.
Hoy nadie puede negar que
al viejo y querido “Mate” le quedaba más que chica la Primera D. Es más algún
desprevenido que anduvo el sábado por el centro de la ciudad se quedo más que
sorprendido, asustado y hasta emocionado al ver a una masa aguerrida que gritaba
y cantaba, que lloraba y se abrazaba; que fumaba y escabiaba en las esquinas y
por la peatonal, en donde se vivió una verdadera fiesta, en lo que fue una
caravana impresionante por el corazón de
la ciudad. Una caravana que no tuvo fin.
Caravana que para muchos
había arrancado el viernes a la noche, pero que en líneas generales empezó en
las primeras horas del sábado cuando en ese – para muchos ya mítico- kiosco se
empezaron a acercar las primeras almas.
Entre humo, cervezas,
ferné, vinos y chori (a la portuguesa se llevaron el elogio de la mañana) se
fue juntando mucha gente ilusionada. Desde temprano se escucharon cantos,
bombos y pirotecnia, mientras que las banderas, camisetas y gorritos empezaban
a colorear la escena. El clima ya estaba. Faltaba una sola cosa: ganar.
Cuestión que en los planos era sencilla, pero esto es fútbol y hasta que el
partido no termina nunca se sabe.
Así prosiguió la mañana
hasta que una hora antes del partido decidimos entrar.
La cancha explotaba. No
cabía un alfiler, a tal punto que debieron abrir la visitante. El clima
aportaba lo suyo: el gran astro tampoco se quiso perder la fiesta y bautizo a
la Barranca con una temperatura ideal. Barranca que explotó cuando salió el
equipo, un recibimiento digno de un campeón y un aliento que no paro de
escucharse en toda la tarde (ni siquiera cuando fue perdiendo).
Por fortuna hubo un final
feliz y ese famoso “el Mate se va de D,
se va porque tiene huevos y le sobra hinchada para no volver” se escucho en
cada rincón de Quilmes.
Así arrancó la otra
caravana, la “caravana del campeón” la que no solo salpico de alegría las calles, sino que luego prosiguió en el
club y en los bares de la ciudad por la noche.
La fiesta aun no termina: el Mate está de fiesta y
seguirá por varios meses.
Pero tal vez esta alegría
nos lleve a repensar algunas cuestiones:
Si algo nos sorprende es
que el fútbol es el único deporte capaz de generar estas emociones. El
sentimiento no se compra, el sentimiento no se cambia, ni se calla.
Este sentimiento tal vez
sea la única verdad en nuestras
vidas. ¿Por qué un equipo de fútbol se vuelve tan importante para nosotros?
¿Qué necesidad nos lleva a estar en cada partido presentes? ¿Por qué el fútbol
puede cambiar nuestros estados de humor durante semanas? Cuestiones difíciles
de responder. Y cualquier respuesta que tienda a responder esta pregunta tendrá
el trágico final de ser falsa, pues no podría expresar nuestros verdaderos sentimientos.
Pues estos son inentendibles para la racionalidad.
Si estamos seguros de
algo. Estamos seguros de que podemos ser cualquier cosa en nuestra
cotidianeidad. Podemos mutar, cambiar de familia, de coche, de novia, podes
cambiar de carrera y hasta vestirnos de caretas para ir al trabajo. Pero lo
único que no negamos es nuestra condición de Hincha Mate. Ese hincha único, ese
que no abandona a su equipo (creo que quedo más que demostrado), ese que grita
nada más que por los colores y que vive con la ilusión de poder ver al Mate de
nuevo campeón.
Ese que cuando le
preguntan ¿de qué equipo sos? no duda en responder: “soy de Mate” y se queda
sonriente ante la cara anonadada del otro.
El fútbol tal vez es la
capacidad de sufrir (en muchos casos largos periodos de tiempo) para tener tal
vez, por un pequeño instante, una gran alegría, inmensa alegría que será
recordada por siempre… La que es capaz de sobreponer todas esas antiguas
tristezas. Como expreso ese viejo bigotudo: La vieja y profunda noche rumia en sueños su dolor y más aun su alegría:
pues, si el dolor es profundo, la alegría es más profunda aun que todo duelo[2]…
Si, la pesadilla llego a
su fin y nos estamos despabilando de un largo letargo. Ya sufrimos cosas
mejores que esta… al fin nos llego el turno de la verdadera Alegría.
¡Salud Campeones!
Aguante Argentino de Quilmes
Por Zequi
* Este texto está dedicado a todos los hinchas
genuinos de corazón celeste y blanco. En especial a los pibes del Kiosco por
estar siempre presentes…
[1]
Macramé. Rock del mate, fragmento.
[2]
Nietzsche, Friedrich. Así hablo Zaratustra. Pag.225
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