lunes, 8 de febrero de 2016

Ovación



No me acuerdo porque número de tema iban -me parece que un poco antes de la mitad-. Jagger se dispone a conducir uno de los tradicionales ritos del recital: las presentaciones de los integrantes de la banda. Van pasando, uno por uno. Arranca con Woods. Termina con Richards.

Y ahí el estadio explota: “oleeeee, olee, olee, olee, Riiichaaaard, Riiichaaaard…”.Una vez y otra vez. El tipo emocionado dice “tankiu, tankiu”. Una segunda ola de voces: “oleeeee, olee, olee, olee, Riiichaaaard, Riiichaaaard…”.

Ahí Keith dice algo que no lo entiendo porque no sé inglés, pero también mueve los brazos, se tira para atrás con todo el cuerpo; queda claro que una electricidad lo desestabiliza y afirma un “no sé qué decirles… esto es demasiado”.

La de Richard fue la ovación mas intensa, pero ya de por si la ovación es una intensidad del lenguaje. Una ovación no es una aprobación, por más fervorosa que sea.

Que nosotros estiremos el cántico por Richard, que lo hagamos cada vez más fuerte quemando la garganta, rebotando a full y rompiéndose las manos con aplausos, dio lugar a una avalancha musical sobre el escenario con un cuerpo cada vez más fibroso que abrazaba fuerte a Richard –cada vez más fuerte- y le decía que lo quería.

Si el silencio profundo, poblado de sensibilidad, es un recalcular minucioso de nuestra existencia; si el grito como desesperación es la expresión de un rechazo salvaje a lo que nos resulta insoportable, la ovación es un agradecimiento que evidencia un estado de nuestras fuerzas y cuerpos de alegría extrema.

¿Qué se agradece? ¿Por qué? Difícil saberlo sin una arquelogía de nuestras vidas. Pero por ahora algo ya sabemos: no se trata de una aprobación mundana. A partir de lo que ya somos, algo nos generó esa figura al nivel de nuestra anatomía existencial, que nos empuja a una afectividad inmensa como agradecimiento que se plasmó en la conformación de un gran cuerpo en el campo que generaba un mensaje al calor de una pasión multitudinaria. 

Lo cual fue recíproco: Richard no respondió con gestos y palabras extraídas de un repertorio ya definido por una cortesía de costumbre, sino que no sabe qué decir, se le quiebra la voz… está superado. Hizo masa y se conecto a full con la ovación. Situación que no lo idolatra sino que lo deja a la estatura de cualquier mortal: desarmado en su desnudez emotiva.  


Mensajes que no se miden por su complejidad discursiva. Para nada. No importa que parezcan simples -sabemos nunca faltaron los que denigraron el “ole” por cavernoso…-. Ya lo dijimos: en la ovación encontramos su lógica en hacer temblar nuestros cuerpos dejando salir en nombre de los detalles más íntimos de nuestro devenir histórico, de lo más verdadero de nuestra existencia, un gracias eterno. 

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