Balance político del triunfo de
Angelici
1- idolatrías
“¡Oh gran astro! ¡Qué sería
de tu felicidad si no tuvieras aquellos a quienes iluminas!” (Nietzsche)
Hace
una semana que Daniel Angelici fue reelegido presi de Boca.
Cuando
quedamos eliminados por la copa escritorio mediante, las chances de que el Tano
siga en el club eran remotas. Algunos decían “le queda la de Tévez”. El plan
era que vuelva Carlitos y ganar el campeonato –donde veníamos bien arriba-. Era
la última jugada, el tiro al pichón.
Y
le salió: volvió Carlitos, ganamos dos torneos, y Angelici fue el dueño de las
elecciones por más de diez puntos en una votación récord para nosotros los
bosteros y todo el fútbol argentino.
Es
cierto que hubo mucho rosqueo con peñas, denuncias de carnet truchos, padrones
adulterados, aprietes durante la jornada electoral, que si los opositores iban
juntos ganaban porque sacaron más votos que Angelici, pero hay algo que es
innegable: el triunfo del tano es legítimo. Y mucha de la fibra de esa
legitimidad radica en la figura de Tévez. Capaz más que el campeonato. La
cuestión es esta: ¿Por qué Carlitos apoyás a Angelici?
Tévez intervino en su propia imagen. Sabe lo que representa y lo hizo jugar
estratégicamente. El mismo Tévez ubicó a Angelici como el motivo de su vuelta. Desde
que bajo del avión, puso al Tano en un altar. Que “quiero que siga”; que “fue él que me trajo”, todos berretines que dispararon las acciones emotivas del
presi.
El
carisma no se transmite, afirma una ley sociológica. Tévez por voluntad no
puede donar a otra persona todo el amor que le tenemos. Pero sí puede compartirlo. Ser causa de la presencia
de lo que amamos nos hace querer esa causa. Esa es la mecánica. Si
estamos contentos por la vuelta de Tévez y el propio ídolo nos dice que lo trajo Angelici,
¿Cómo no quererlo al presi? O al menos ¿Cómo no putearlo tanto…?
Hay
una dicotomía que buscamos erradicar del imaginario futbolero. La que por un
lado sentencia que los ídolos son importantes pero que exceden lo institucional. Nadie los deja de reconocer, pero el club y sus diferentes símbolos como la camiseta, el escudo, la cancha, son siempre más importantes. La otra es
que los ídolos no pueden participar en política, que son algo sagrado y que no deben ensuciarse en el fragor partidario.
Primero:
nosotros decimos que los ídolos son tanto una institución en sí misma, como parte
de la institución Mundo-Boca, colaborando a su expansión. No se puede negar:
expresan un valor. El crecimiento de lo que somos muchas veces depende de ellos. Nadie subsume el club a los ídolos, pero si somos de los equipos más grandes del mundo es gracias a varios jugadores… Segundo:
también afirmamos que en su andar institucional los ídolos hacen política siempre:
en cómo se relacionan con diversos actores del mundillo futbolero -periodistas,
entrenadores, dirigentes, nosotros los hinchas, empresarios- en las formas de concebir
el juego, los entrenamientos… Todas estrategias que conciben y encaran lo real
de alguna manera, lo cual es necesariamente político. Por eso ¿por qué es una
herejía que un ídolo se meta en la vida partidaria o la que sea?
Ahora
se entiende por qué la pregunta sobre el apoyo de Carlitos a Angelici no es moral sino
estratégica. Dispara el asombro que Tévez esté dando tanta cabida a un
presidente que fue el más ortiva y anti Boca de la historia. Mientras el día de
su presentación Carlitos se postraba ante la Doce y besaba el suelo de la Bombonera como un manto sagrado, Angelici en plena campaña prometía una cancha
nueva y que la Bombo quedaría para recitales y partidos de tenis…
Carlitos
es pura pertenencia que queda plasmada en su renuncia al dinero y los huevos
que mete -sabe que es recontra bancado y es el que más corre-. Pero contribuye a que todo el sentimiento que genera se
proyecte en un símbolo de exclusión como Angelici. Un tipo que en la despedida
de Battaglia era puteado por todos lados, a los pocos meses gana cómodo las
elecciones. El Tano como símbolo de un gobierno anti popular genera una fuerte
identificación popular. Macrismo puro.
Algo
importante: Tévez es símbolo por que antes es deseo. Representa algo importante
porque antes hay parámetros afectivos que valorizan la vida de una manera
especial. Para que ese amor surge se dieron miles de acontecimientos que hacen
masa con su figura y permite activar semejante idolatría. Tévez es Tévez porque
nuestra vida está futbolizada bajo determinados principios de lo popular, la
simpatía, el sacrificio, el talento, el dinero, la política, el éxito…. Por eso
ese amor es producto de nosotros también. Los ídolos y nosotros los hinchas
somos lo que somos por consecuencia de una complicidad afectiva; somos parte de
ellos, ellos son parte nuestra. Circulación sensible que es siempre terreno en
disputa. En esa lucha perdimos. Si negamos esto, estamos llorando.
2- Llorar y Poner huevo
"Es sorprendente que un club de fútbol te lleve a ser
presidente, más allá de que, después de haberse ido, debe de haber hecho las
cosas bien. Creo que Boca lo ha ayudado mucho y nosotros contribuimos bastante,
así que lo menos que puede hacer es pagar un asado". (Román)
La
pregunta ¿por qué Carlitos apoyas a Angelici?
está equivocada. No va. ¿El triunfo del tano depende exclusivamente de lo que
haga Carlitos? ¿Lo que hacemos nosotros, depende exclusivamente de lo que haga Carlitos?
Si encaramos la cosa así estamos mal. No hay tiempo de lamentos por lo que haga
o no un ídolo. Es una pregunta de llorón.
Ser
llorón es un enunciado futbolero imprescindible. Definimos llorar como un tipo de
crítica que se entiende a partir de un tridente conceptual: padecer un malestar negativo, sea tristeza, bronca; ser
tomado de sorpresa por la situación, no verla venir; proyectar las causas del
hecho en cualquier factor sin percibir el rol que cumple la propia existencia.
Desde
la lógica del juego, se llora cuando un equipo pierde y se queja por la táctica
del rival que cubrió el arco con dos micros, del árbitro que fue un desastre,
del mal estado de la cancha, o putea a la mala suerte.
Lo
potente de llorar: es un tipo de crítica. No banca agilado ni tampoco reniega
pero en silencio, chupando amargura. Tiene algo de agite. ¿Lo reactivo? Que
llorar nace de una percepción embotada,
de una impotencia para elaborar malestares, y una negación de las fuerzas
propias. Esto último es lo que más nos interesa: criticar la exterioridad que
impone el llorón entre su ser y el escenario que lo afecta. Nosotros
pensamos que todo lo que ocurre es un emergente. La combustión de la mezcla de
una multiplicidad de fuerzas que según como se combinen, así irrumpen. Y
nosotros somos parte de esa mezcla. A veces más condicionados, otras más
activos. Pero siempre presentes.
Der
ahí que patalear que el Tano ganó por el apoyo de Carlitos, es de llorón. ¿Qué
hicimos y que no hicimos nosotros para que gane Angelici? ¿Qué hicimos nosotros
para apropiarnos de Tévez, más allá de las operaciones de Angelici, e incluso,
del propio Tévez? Se abre el desafío de pensar como intervenir en el símbolo Tevéz
como ídolo, pero también como accionar sobre ese terreno futbolizado que genera
valoraciones afectivas sobre la guita, el éxito, el juego, agitar, y entre otras
cosas más, las idolatrías (entenderlos como una institución en sí mismos y que
son siempre políticos, es parte del asunto).
Reflexiones
sobre los ídolos que se esparcen por otros ámbitos de nuestra vida social:
Carlitos haciendo publicidades para Danonino
contribuyendo a la medicalización del
cansancio sin problematizar el muleo cotidiano.
Y olvidándonos
de Carlitos, la futbolización y la mística xeneize repercuten en la rosada. Macri
se junta con Evo Morales a jugar un picadito. Mauri con la azul y oro. Le
regala una a Evo, que chocho se la lleva. Dos matrices políticas antagónicas pero
unidos por la futbolización. Desde ahí
arman una imagen para los demás en términos de diálogo y encuentro. Imagen que
expresa una sincera filiación común en medio de tantas diferencias; el racismo macrista,
el Indomaricano y la inmigración descontrolada con sus muertos, quedan fuera de
plano y copa la futbolización.
¿Nosotros
que hacemos desde la misma futbolización? Uno de los principales mandamientos
de la mística bostera es poner huevo.
Poner huevo como lo opuesto a llorar. Poner huevo no como un voluntarismo
cabeza de tacho que piensa que con la simple intención se modifican nuestras condiciones
de vida. Poner huevo como intensidad para percibir nuestras situaciones,
investigar y hacernos preguntas, generar vínculos y ganar en poder. En este
sentido Carlitos es una inspiración de agite: meter a fondo en cada jugada, con
bocha de partidos en el lomo y bastante machacado. Eso es poner huevo: fuerza e
inteligencia para organizarnos en las coyunturas jodidas y expandirnos para
delante.
Repetimos:
nadie niega de una el llorar. Es una
forma de critica que ayuda a no estar sedados o indiferentes; menos brindando
legitimidad. Pero si no reconocemos nuestra propia existencia como presencia activa
permitimos que las fuerzas que nos afectan ganen en espacio y avancen. Si hay umbrales
afectivos que se calcifican y ganan relevancia por estos días tanto en Boca
como en la coyuntura nacional –exitismo, culto a la eficiencia
económica, chetaje,- es porque otras luchas fueron congelándose y poniéndose rancias.
Por eso bancamos las críticas que intensifican nuestra potencia de actuar, el
poner huevo; si merecemos lo que tenemos es porque lo conquistamos y cuando
está en riesgo lo podemos defender. Nada más.
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