Hacer banda y
bancar
Balance político a un año del último
partido de Román en Boca
1- Intro
Luego de semanas turbulentas para
nosotros los bosteros tras el episodio del gas pimienta y quedar eliminados de
la copa escritorio mediante, en unos días se juega el partido despedida de Seba
Bataglia. Además de la participación de varios de nuestros ídolos en ese
partido, estará Román. Paasdo un poco más de un año de su último partido contra
Lanús, otra vez vamos a ver al diez con la casaca xeneize en la Bombonera. De
eso tratan estos párrafos: reflexionar un poco sobre la ida de Román del club y
nuestras acciones en torno a este tema en los últimos años. Reflexión que
apunta a unir tres puntos como referencias de un mismo mapa de politicidades:
la forma de jugar de Román en la cancha; los banderazos como iniciativas nuestras
para que siga en el club; formas de intervenir en la ciudad ante diversos
conflictos, como es el hacer banda y
bancar.
2-
Román y su juego
Infinitos
elogios podríamos hacerle al juego de Román. Pero hoy me interesan destacar dos
en especial: su uso del tiempo y el espacio. Vamos con el primero. En la vorágine
de un partido el diez pone la bocha bajo el pie y maneja el juego. Arma los
circuitos de circulación: cuando se tiene que ir rápido, se va rápido; cuando
hay que ir lento, se va lento. Román maneja el juego por que diseña el ritmo
del partido. De ahí que elogie tanto a Iniesta: cuando el Barcelona va por una
autopista, él decide el momento de bajar para subir por otra y llegar más
rápido. No niega nunca la velocidad: siempre va por autopista y la idea es
llegar lo más rápido al arco contrario, pero en esos movimientos hay una
autonomía del recorrido; no se va al barullo de los choques, como la mayoría de
los partidos que vemos hoy.
Así de simple. La sabiduría del ritmo.
Pero hay circunstancias donde Román no puede marcar el tempo por que el equipo
va al ritmo del rival. Ahí Román se adueña de la pelota e interfiere en esa corriente
que lo lleva puesto a su equipo. Agarra la bola, la protege con los brazos,
pone la espalda y el culo, y sale escurridizo tocando con otro compañero o le
hacen full. El espacio de dominio de la bocha se perfila como una barricada
hecha con el cuerpo, donde aguanta las embestidas para que el equipo se adelante,
gane espacios, y se modifique la coyuntura inmediata para otra vez orquestar el
juego con el viento a su favor.
Interesante lo de los full: muchas
veces Román se para, se da vuelta, mira al árbitro y abriéndose de brazos
obliga a que este le cobre. No engaña al réferi tirándose, sino que este
prácticamente responde a sus pedidos. La barricada fuerza a la ley para que lo
sostenga.
Miles de veces aspiramos el humo mediático
que sentencia que Román era un jugador frágil desde lo físico. Es cierto que
los últimos años las lesiones lo fueron averiando e impidiendo exponer su fútbol
en la Bombonera, pero si hay un atributo para destacar en Román es su fortaleza
física. Los ejemplos sobran: el partido contra el Madrid expresa un desquicio
para los merengues que no pueden sacarle la bola al diez y marchar hacia el
arco de Córdoba para empatar. Tan difícil era franquear el espacio recortado
por Riquelme, que un jugador de Banfield debió meterle un dedo en el culo para
desarmarlo.
Me parece que
esta fuerza para armar y aguantar la consistencia de un espacio propio, tiene
un carácter político muy importante para nuestra época y a nivel generacional,
de cómo armar espacios propios en tiempos de dispersión, de vivir a los tumbos
sin saber bien que nos mueve, de cómo agujerear la rutina y diseñar algo propio
y tratar de mantenerlo ante todas las coerciones epocales.
3-
Banderazos
Un espacio propio que armamos muchos
hinchas de boca para romper con el ritmo que tomaban las rutina del club contra
Riquelme, fueron los banderazos.
Organizado por Facebook, la
red funcionó como una estrategia de contra poder en calidad de enlace. Un
escenario de articulación de hinchas que sintonizamos en la misma afección: que
Román se quede o vuelva. Grupos que se suman a otros grupos, como una bola de
nieve digital, va conformando una masa de descontentos que pone en marcha un
pensamiento que inventa y organiza.
Pero este proceso articula
diferentes soportes enunciadores: redes sociales, páginas, celulares, radios,
diarios, TV. A su vez esta diversidad comunicativa interconectada implica una
jerarquía en la capacidad de atraer interlocutores: no es lo mismo Olé que un
grupo de Facebook con un puñadito de “Me gusta”, o Fox que el boca en boca de
un grupo de amigos.
El banderazo como invención es
una ruptura que parte de la elaboración colectiva de malestares. Por un lado
necesita espacios para propagarse y salir del anonimato para ser más y más
fuerte; como a su vez escapar clandestinamente de la inminente disputa que
propone cualquier poder que se percibe amenazado. Pero más que nada, si esta
singularidad difusa que estamos generando no crea nuevas preguntas y respuestas
a esos interrogantes, cae por si mismo. Un tipo de organización que responda a
las inquietudes que pusieron en marcha un proceso de creación político es un
criterio indispensable para la libertad de esos cuerpos afectados.
Pero el banderazo responde a una forma
de intervención típica de esta época, que incluye, sin duda, pero también,
desborda el fútbol: el hacer banda y bancar.
4-
Hacer banda y bancar
Nuestra existencia se despliega en un
ambiente precario que en muchos casos expone su virulencia en tanto amenaza de
desintegración, sea de laburos, problemas de salud, de vivienda, familiares,
accidentes climáticos, los que sea.
Hacer banda y bancar, es la reunión de
fuerzas a las cuales apelamos para afirmarnos armando un espacio propio, el
cual a su vez hay que sostenerlo, bancarlo. Hacer banda es una acción
imprescindible para cortar con un ritmo que nos desarma dando lugar a uno que
nos sostiene y que hay que mantener.
Se hace banda por afinidades varias.
Algunas pueden ser previas -amistad,
vecinos, familia, hinchas de un club- como otras más situacionales –quienes
andan por la calle y se reúnen por una secuencia particular-. Fundamental es el papel de la tecnología: el
intercambio de información, de manera constante e inmediata, permite que estos
cuerpos se articulen velozmente y concreten su accionar.
Si ponemos el ojo en su consistencia a lo largo del tiempo,
diremos que es imposible armar mapas del hacer banda: pero quizá más que mapas
sobre personas y sus itinerarios estables o no, haya que hacerlos por lo que
sucede en los diferentes entorno territoriales, lo cual implica una gran
movilidad y zig zageo de los individuos, pero que hay una regularidad tanto en
los problemas como en las formas de intervención a las cuales se recurre; y si
hablamos de formas de intervención, el hacer banda y bancar es uno.
Existen diferentes lógicas del hacer
banda. Por ejemplo los linchamientos, con un espíritu policial, encarando
diferentes situaciones urbanas con un encuadre securitario, hasta los
banderazos de nosotros los xeneizes, que piden por un ídolo o cuestionan los manejos
elitistas de la dirigencia actual que mercantilizan el club.
Juntar fuerzas, ocasionales o ya
conocidas; actuar en contra de otra fuerza que desbarata la propia; sostener el
empuje de la fuerza conquistada frente a la corriente que nos desarma;
continuidad o no de las costuras que articulan la banda reunida. Estos son algunos de los rasgos que muy al
voleo presentamos ahora sobre el hacer banda y bancar. Volvamos con Román otra
vez.
5-
Los ídolos: ¿fetiches o símbolos de
agite?
¿Existe un hilo
invisible que atraviesa el poner la pelota bajo la suela de Román, los
banderazos, y el hacer banda y bancar? Si: lo común es cortar con un ritmo
ajeno, hacerse de un espacio propio y sostenerlo con otros. Sea Riquelme con la
pelota bajo la suela haciendo una pausa para asociarse con sus compañeros,
nosotros los hinchas ocupando la cancha y haciendo fuerza para que nuestro
ídolo se quede o vuelva, como el hacer banda en general, del cual el banderazo
es un caso particular. Imprescindible reconocer este triple continuo de politicidades
y todas sus reciprocidades: primero, lo que pasa dentro de la cancha; segundo,
en las tribunas y otras órbitas de los clubes; tercero, la ciudad en toda su dimensión
práctica.
A la hora de
hacer balances de lo que Román significa para nosotros, más allá de su jugadas,
títulos, goles, fue el motivo por el cual nosotros los hinchas activamos una
movida que intervino en la dinámica del club y pudo incidir con diferentes
niveles de eficacia –a veces logrando lo buscado, otras perdiendo claramente-.
El legado de Román y nuestros banderazos es la conciencia de una fuerza. Que
existimos y somos parte del mundo Boca. Que no somos simples espectadores,
testigos de lo que hacen con nosotros, sino que nosotros también podemos
incidir sobre aquello que nos define a cada momento.
Se trata de la
diferencia entre un ídolo como símbolo de agite y un ídolo como fetiche. El
ídolo como símbolo de agite es un jugador querido que permite que nosotros los hinchas
ganemos en autonomía, que aumentemos nuestra capacidad de acción en la
coyuntura del club que amamos. Un ídolo como fetiche es un jugador querido cuya
afectividad circula de una manera donde nuestra autonomía decae; el jugador
cuya idolatría es consecuencia de nuestro afecto, como Román por ejemplo, se
transforma en un insumo de una forma de gestión donde los hinchas nos
encontramos subordinados.
Los ídolos o al
menos jugadores queridos, son fundamentales en la vida de los clubes. Y depende
mas allá de su propia voluntad que funcionen como fetiches o símbolos de agite.
Por supuesto que lo que ellos hagan es importante, pero no es determinante. Me
explico: el gran tema es Tévez. ¿Qué significa la posible vuelta de Carlitos? ¿Qué
un tipo nefasto como Angelici tenga su último tiro al pichón y gane las elecciones?
¿Qué Macri haga campaña para las elecciones nacionales? ¿Quién pone la abultada
moneda para que vuelva? Si no nos hacemos estas preguntas, Carlitos es un
fetiche. Pero si aceptamos esta situación y no hacemos nada con su figura para
activar movidas propias, regalamos la imagen de nuestros ídolos, congelamos las
apropiaciones actuales como definitivas. ¿Vamos a renunciar a Carlitos y a todo
lo que representa para nosotros los bosteros?
Cerramos con Román:
son infinitas las retroalimentaciones entre las formas de jugar de nuestro
ídolo sobre el verde césped, nuestras movidas como hinchas por él como por
otros motivos en este contexto de elitización de nuestro boquita, y también, de
mecanismos de intervención urbana como el hacer banda y bancar. Y en este
sentido hay un tema a considerar: la voluntad expresada públicamente por Riquelme
de ser presi del club (se supone para el 2019). ¿Cómo sería un ídolo como Román,
símbolo de agite, ocupando un cargo así? ¿Cómo es el encuentro entre ocupar un
cargo institucional por nuestro ídolo y el hacer banda de los banderazos? De
hecho, en estos años si bien existieron rechazos de nuestra parte a la mercantilización
alevosa de nuestro club en la gestión Angelici, estas preguntas por la política
electoral, el sostenimiento de un rechazo al Boca careta de estos años, son
problemas fundamentales para nosotros los xeneizes. Y si dentro de esas
secuencias sigue Román poniendo la bocha debajo del botín o no, lo veremos en
los próximos años.
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