¿Seducir para enseñar?
Reflexiones sobre afectos, cuerpo y escolaridad.
(Primera entrega)
1- Docencia y seducción
Activar el rol docente obliga hoy en
día a recurrir a toda una serie de insumos y estrategias no necesariamente escolares.
Actuar en el mundo escolar es configurar permanentemente el escenario de
nuestra acción, y para tal fin, no podemos descartar ninguno de los códigos en
los que generacionalmente nos hemos curtido, códigos muchas veces diferentes a
los supuestamente instituidos. Sabemos que la máscara tradicional que encarnaba
cualquier profesor/a para transitar un aula hoy está en crisis y se hace
necesario –felizmente- recurrir a otros rasgos para constituir y “proyectar”
una imagen de nosotros mismos que se convierta en una referencia para los pibes
y pibas.
Habitualmente tenemos diferentes formas de
clasificar los cursos que nos depara cada ciclo lectivo, podemos pensar en al
menos tres: los mala onda: mucha cara
de culo, mucho conflicto “grupal”, indiferencia hasta para responder al saludo
de buenos días, desgano ante cualquier actividad: da lo mismo que lleves una
película, un cuento, una canción o un texto. Nada los motiva, nada nos conecta;
los copados,
donde nos gusta estar, donde hay un tejido de simpatías generalizada entre los
chicos y nosotros, “A vos te bancamos profe”, pero que sin embargo cuesta armar
algo. Es decir, a pesar de la simpatía y la buena onda, cuesta activar alguna
experiencia de problematización interesante. Cierta subjetividad mediática
(cuelgue, distracción permanente) atenta contra la posibilidad de pensar en
común. Por último, están los cursos a los que definimos como los que se labura bien. Toda una definición: hay buena onda, se
trabaja desde contenidos del programa, hay debates interesantes que proliferan
espontáneamente, hay proyectos que surgen de inquietudes de los chicos. En
estos cursos la clase se hace a partir de una vitalidad y una alegría creadora
que nos interpela y nos moviliza a ambos, profes y pibes/as (“que buena clase
se armó”, solemos rumiar cuando salimos del aula), y no en forma mecánica y
forzada como sucede a veces en los otros cursos, en donde casi que habitamos un
tiempo que hay que pasar, más que una dinámica que nos hace participes del
disfrute.
Pero
más allá de estas distinciones, lo que nos queda claro es que sin esa buena onda áulica todo se hace más
difícil. ¿Pero cómo se logra esa buena onda?, ¿cómo se llega a ser copado –en términos del adjetivo que
utilizan los alumnos para calificar a un buen profesor?
Uno de los insumos no escolares, pero
que funcionan es la seducción. La
seducción como esa búsqueda de enhebrar fibras sensibles entre diferentes
cuerpos buscando habilitar una situación. Sí, detrás de la buena onda hay
seducción… ¿Qué rol juega la
seducción en el aula?, ¿de qué modo contribuye a instituir un rol como el del
docente?
2- Seducción en proceso.
Hay diferentes tonalidades que van armando una
simpatía entre los pibes que hacen de alumnos y los que hacemos de profes.
Tonalidades que dependen de los cuerpos que la protagonicen, cambiando la onda
según lo generacional, la clase o el género. Y esta onda cuando logra
sintonizar establece el lugar del seductor y el seducido, ambos personajes
ahora de territorios en común con toda una serie de valores afectivos con sus
diferentes dosis de legitimidad y garpe.
La seducción posibilita la creación de un terreno
común, pero no asegura su sostenimiento en el tiempo. La seducción dura lo que
dura el encantamiento, lo mágico de esos encuentros.
La seducción en el aula se traduce en detalles
concretos que sintonizan deseos, “qué bien que nos trata, no parece profesor…”, “Venga profe ¿para usted Tévez, tiene que ir al
mundial?“ ¿Y profe, que pasó con Boca?” “¿Profe, vio lo que paso ayer en Avenida
Brasil?” La estética, la forma de hablar, el trato, los temas de conversación,
el mostrarse preocupado por las preocupaciones de ellos…Entonces
por un lado la seducción implica muchas veces un movimiento por parte de los/as
profes: una disposición a estar atentos a lo que sucede no solo en el aula sino
en el entorno. Un saber cuáles son las estrategias que permiten generar ese
encuentro: profesores que se informan sobre temas de espectáculo o nuevos
grupitos musicales de onda o profesoras que aprenden algo de fútbol para “ganar el terreno del fondo”, o juegan entre
ese saber-a-medias “chicos…que está pasando en la barra de
tal club” un casi-interés que funciona como acercamiento a ese grupo. Pico,
adentro.
Pero no necesariamente la voluntad de seducción
logra seducir. Muchos son los profesores que intentan encarnar –a veces de
manera muy forzada- al copado, al que
tiene onda. Y si hay sobreactuación se ven los hilos, “¿A está que le pasa que
se zarpa en simpática?, “es re gato el de Historia”. Otras veces esa voluntad
seductora cae al encontrar esa indiferencia de la que hablábamos arriba. Lo
probamos todo y el curso no arranca, no logramos sintonizar. Entonces, la
seducción como acto tiene también algo de acontecimiento (como la conquista
amorosa). Es necesario, por supuesto, un desplazamiento en búsqueda de seducir
a los otros, pero también una disposición a dejarse seducir. Y aún estos
términos quizás no alcancen para que ese encuentro tenga lugar.
3- ¿Qué pasa con la institución?
Seducir para buscar habilitar una
situación. Seducir es un trabajo cuerpo a cuerpo de sondear cuales son las
sensaciones que fluyen por el aula y la construcción de una imagen de nosotros
mismos a partir de esas sensaciones –y viceversa-. Más que bucear en los
significados e ideas previas de los chicos- axioma de muchas concepciones
críticas de lo escolar- se trata de partir de cómo te saludan, el timbre
de su mirada, la lógica de sus risas o de lo que hablamos en los momentos de distracción,
para delinear complicidades, simpatías y confianzas que serán indispensables
para ensayar una posible experiencia de pensamiento en el escenario escolar.
Mientras que en la dispersión áulica los
cuerpos adoptan el disfraz del no hacer nada, la clase mecánica, el hacer cualquiera, la activación de una
autoridad a base de gritos y amenazas, entre otras tantas estrategias para
pasar el vacío, gestionar las sensaciones en cambio nos lleva a desarmar estos
cuerpos típicos e intentar configurar otros; armar ciertos mapeos de los
cuerpos en potencia que habitan un aula, espectros de nuevas virtualidades a
partir de las cuales trazar ciertas pautas de acción que se sostengan en el
tiempo, logrando así delinear un estilo
de aprendizaje.
Los estilos de aprendizaje son algo
borroso, difuso, ambiguo por naturaleza. Inestable, pocas veces llega a
institucionalizar reglas. Los estilos son volátiles a lo largo del tiempo para
un mismo curso, y ni hace falta decir que son poco trasportables a otros
espacios. Más allá de que siempre seamos los mismos y la onda que tengamos es
más sensible a sintonizar en algunos lados que en otros, se requiere de una
percepción ágil y apiolada para sostener esta maquinaria existencial de
aprendizaje ante las fuerzas desestructurantes que siempre merodean.
Ambigüedad la de la escuela actual: por
un lado fomenta el estar cerca (“a los chicos para que se calmen hay que
tocarlos, mirarlos a los ojos, hacerles sentir que uno está cerca”) pero
por otro expone un fuerte recelo (“hay
que llevarse bien con los chicos, pero siempre manteniendo la distancia”)
como también percibimos el funcionamiento de un cinismo de saber que muchas de
estas distancias están en ruinas y que mientras no estalle ningún conflicto
zarpado, está todo bien.
No se trata de bancar el trabajo de la
seducción como una simple reconstrucción del rol docente en un nuevo escenario
que busca restituir morales extemporáneas (no se trata de una seducción al
servicio del orden), tampoco seducir es simplemente el ejercicio de modular; no
nos interesa un docente Fantinizado atento al minuto a minuto adoptando una postura acorde a lo que solicita la
audiencia del curso de turno. Se trata de una hipótesis vital: la seducción
áulica para conjurar el interrogante de cómo habitar espacios sociales en lo
inmediato, sí, pero también como parte de una búsqueda aún abierta de cómo
constituir nuevas instituciones en la actualidad.
Por Ver que Onda
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