viernes, 20 de junio de 2014

Mundial Brasil 2014: decime que se siente…

















 1- Calle y cancha: todo un continuo

Habrá que hurgar mucho en los anales de la historia de los mundiales para encontrar en el país organizador tantas protestas sobre este acontecimiento. Hasta de boicot se habla. Si bien un gran porcentaje de las movilizaciones se activan en la ciudad de San Pablo y no parecen ser un episodio de carácter nacional en ese país-continente que es Brasil, es imposible que no nos dejen de llamar la atención.

Pero quiero hablar sobre lo siguiente: me parece absurdo hacer un corte entre el marco del mundial y lo que pasa adentro de la cancha. Como si nuestro interés en el juego sería una pasión equivocada, y que estaría desafectada de politicidad. No me interesa para nada criticar el gesto elitista de postular el fútbol como cosa para bobos, pan y circo. Sí me parece importante quebrar la discontinuidad entre entorno y campo de juego en materia de intervención pública. Porque se puede bancar el fútbol como pasión genuina, sin darle el calibre de cosa política; ser algo divertido, pasional, pero no deja de estar banalizado. El juego no deja de ser un acto humano cargado de realidad tanto como lo están otros; acción que hace mundo, lo cual la inviste innegablemente de politicidad implicando diferentes sentidos, saberes, estéticas, que nos implican bocha de tiempo e involucramiento existencial como experiencia alguna.



 2- ¿Messi está feliz?: conflictos y estrategias de juego

Que el equipo no jugó bien. Aislados los delanteros. En la defensa sobraron jugadores y encima ni siquiera defendieron bien. Gestos de calentura entre los jugadores. A Messi no se lo ve feliz.

En el segundo tiempo Sabella cambia dos jugadores–entra el Pipa y Gago- y el equipo se parece un poco más al de siempre. Al que le falta equilibrio, al que Masche queda solo en la mitad de la cancha, al que tiene problemas en el retroceso por los costados y la incertidumbre que entregan los defensores en los mano a mano, pero de un vértigo único, triangulación letal entre los chiquititos y un poder de gol fabuloso.

En el pos partido y las notas de FIFA los jugadores se refieren al partido y en especial al contraste entre el primer y segundo tiempo, tirando sus palitos: “nos sentimos más cómodos”, “es lo que ya conocemos” “hay más opciones para tocar”. Sabella en conferencia confiesa “errores propios”.  Gente del fútbol empieza a opinar: para Troglio los jugadores se equivocaron en hablar así; para el cabezón Ruggeri hay que hablar antes y en la intimidad del grupo; para varios periodistas los jugadores tiene derecho a opinar; lo importante es que Messi esté feliz. Y antes que me olvide también Caruso entregó sus conceptos: “los jugadores son unos vigilantes”.

Y se abrió el debate: ¿los jugadores deben opinar sobre el sistema táctico? ¿Quién arma el equipo? ¿Cómo queda la autoridad del técnico? ¿Está bien que opinen pero públicamente? ¿Cómo se comunican hoy los malestares? ¿Se golpea la puerta de la habitación y se habla de frente con quien sea, o hay que percibir los gestos, las malas caras, las declaraciones en la tele o leyendo entre líneas los caracteres de algún tuit? ¿Cómo son hoy en día los liderazgos? ¿Qué es un liderazgo futbolístico y otro de vestuario? ¿Hasta qué punto es sostenible la fórmula “buen grupo+Messi feliz igual a posibilidades de campeonato? ¿Es potable una autoridad vertical como referencia absoluta? ¿Qué pasa con los micro-narcisismos y sus imperiosas soberanías? ¿De qué forma un técnico puede armar una autoridad permeable a los que juegan en caso que banquen un colectivo como es la selección?

Preguntas tales sobre los liderazgos, la relación y constitución de roles, las formas de encarar las nuevas maneras de vincular lo público y lo privado y los cuidados a considerar sobre la intimidad, la pertinencia o no de sujetos de conocimiento… preguntas que inundan bocha de espacios políticos. Mejor dicho, preguntas cargadas de politicidad que conforman por efecto de sus respuestas fuerzas políticas más elaboradas que pugnan por hacer realidad, sea donde sea este real: luchas por el transporte público, ocupación de tierras, huelgas fabriles y… un boicot a un mundial.


 3-   Nuestra pasión como juego de capturas

Como decía, una cosa es decir que lo que pasa en la cancha no interesa o que en todo caso es algo divertido banalizándolo como un hecho folklórico, y otra es bancar cada una de las diferentes dimensiones de la realidad –inbclusive el fútbol como juego- con sus diferentes expresiones de politicidad.

Ni hablar que existe un juego permanente de modulaciones de nuestras pasiones armando distintas cartografías de problemas y capturando distintos niveles de nuestra atención. Hablamos de días movidos para la Argentina en los mercados financieros, de  interpelaciones judiciales a un vicepresidente, como de crecidas zarpadas en el litoral con cientos de familias evacuadas. Sí, todo cierto. Pero no deja de ser parte de esa coyuntura lo que pase en un rectángulo de juego y más en el contexto de una copa del mundo.

Además en esta pugna de atenciones no solo el fútbol se come la política, sino que el propio fútbol se come el fútbol. Vallamos con boquita: todavía no arreglo Román su contrato; la decisión de la justicia de que la comisión debe exponer y rendir cuentas sobre los contratos con sponsors y no esconderlos más; se arma un predio deportivo sin saber los mecanismos de financiamiento…. Y a todo esto Angelici lanza virtualmente su candidatura a la reelección mamando del aura de Tévez.

Pero que quede claro que no invierto el problema: no digo que la única experiencia válida a considerar sea la que acontezca en el verde césped. Es más: a cualquiera que no le interese para nada el fútbol y quiera prestar atención a las protestas y hasta haga fuerza por el boicot, todo bien; pero no se puede despojar de realidad al juego y negar su fuerza ontológica.

Y si precisamos un poco más el panorama, es difícil no captar la merma deseante con el mundial. Hay banderas en la calle, charlas animadas, horas y horas de clavar la tele en TyC mirando partidos y escuchando el parloteo periodístico…  Pero el clima no es el de otros mundiales. Atmósfera reconocible en este inicio mundialero como en la previa. ¿Las causas? Desde lo futbolístico podemos argumentar que muchos jugadores no transpiran mucho carisma que digamos como que hay un par que ni los vimos jugar en primera, como de muchedumbres futboleras ya pinchadas anímicamente después de tantas frustraciones deportivas en los últimos años. ¿Pero solo alcanza con postular factores futboleros? ¿No tendríamos también que apelar a cuestiones de otra madera? La otra vez volvía para mi casa y le pregunté a un flaco que labura en una heladería  “¿Y, ansioso   por el mundial?”. Me contestó: “Mirá, con todos los quilombos que tengo…” Enchufados con nuestros equipos de siempre pero extrañados con el equipo nacional: ¿ya ni el fútbol nos articula de forma general? En contraposición de esta situación son las manifestaciones populosas de los últimos años expresando diferentes ondas de argentinidad: desde los festejos del bicentenario y el multitudinario velorio de Kirchner, hasta los cacerolazos versión 2013. Aunque capaz haya que pensar estas dos coyunturas vinculares –desafección de lo nacional y explosión de multitudes argentinizadas- como rincones del mismo paisaje. ¿Quién puede negar que si ganamos el mundial caudales de cuerpos recorrerán las calles? Para lo que también vale preguntarnos por qué el exitismo con la selección y no con nuestros equipos (con el virrey perdimos 6 a 1 con San Juan y al otro partido lo seguimos bancando a muerte…).

Lo cierto es que ante este descenso sensible con el mundial quedan bastante en orsai dos tipos de discursos. Por un lado el publicitario: infinidad de propagandas exuberantes de épica que contrastan con lo palpitante en los cuerpos. Recuerdo hace unas semanas a Vignolo preguntándose porque no había todavía mucho clima de mundial, a lo cual Sotile afirmó “dejá, en un par de semanas cuando empiecen todas las publicidades ya vas a ver”. Bueno, vimos y la verdad que las publicidades llegaron pero nuestros ánimos siguieron navegando por lo bajo… También ridículo el spot del gobierno nacional que emprende una analogía entre los éxitos futboleros con la situación de los jóvenes gracias a la década ganada, buscando colar alguna legitimidad rapiñando del carisma mundialero.

Pero lo que más me interesa es hablar del segundo discurso, ese que nos pide en nombre de La política y los asuntos importantes del mundo no obnubilarnos con la pelotita y sus derivas. A lo cual además de marcar el desfasaje que expresa en relación con los ánimos corrientes por estos días, agregaría lo siguiente: si vivimos en una época donde ya de por si prima la indiferencia sobre una cantidad de conflictos que abruman a pibes, doñas, y demás en relación a la violencia urbana y el muleo económico ¿qué es lo que tapa el mundial? O ni hablar del cinismo urbano imperante que argumenta ya quebrado “la verdad que es todo una mierda, pero que se le va a hacer”.

De lo que estamos seguros es que no podemos dejar de pensar en el rectángulo de juego mismo como un casillero más en ese juego universal que es el mundo, donde se activan infinidad de conflictos, pasiones, saberes y maneras de estar juntos, más aun en esa – a veces un poco más y otras un poco menos- gran fiesta global del mundo contemporáneo que es un mundial, y que en esta ocasión, le guste a quien le guste, no podíamos dejar de decir lo que se siente.


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