1- El acontecimiento
Domingo 3 de marzo del
2013. Román vuelve a Boca. Román y Bianchi, los dos, están en Boca otra vez.
Más allá de la derrota contra Unión, el hecho es increíble. Ahora: ¿como
llegamos a esta situación que parecía imposible? Lo dijo Bianchi: “yo estoy acá
por que me pidió la gente”. Ese pedido tronó durante el Bombonerazo. Un
acontecimiento que sacudió el piso obligando a que las piezas del rompecabezas
que se venia armando, queden flotando en un limbo esperando una configuración
que afirme otra imagen de futuro.
Sabemos de sobra y estamos
ya saturados de cómo fue la cosa: la foto entre Falcioni y Angelici; el
bombonerazo; las declaraciones del presiente de que el nuevo técnico tendría
que saber que Riquelme en Boca no jugaría más; Angelici yendo a buscar a Bianchi
y la posibilidad de que vuelva Román; Román que dice que no; Román que dice que
si. Vale recordar que este año fue bastante movido, politizado: banderazos por Riquelme
y por cuestiones institucionales como la imposibilidad del ingreso a la cancha
de los no socios, y que días después del partido contra Godoy Cruz fue el
festejo por el día del hincha (12/12/12), una apropiación urbana inédita y
multitudinaria por parte del Jugador Número 12. Y no olvidemos que este 2013 es
un año electoral, sabiendo que lo que sucede en nuestro Boca repercute en las
expectativas partidarias del Pro.
¿Cómo fue posible que del
abrazo de Falcioni y Angelici, pasemos a ver a Román con el virrey en el banco?
Lo que sucedió fue que la bombonera habló,
diría mas tarde un decaído, un derrotado
Angelici….
El acontecimiento abre
nuevos posibles. Es una corriente salvaje que quiebra el calendario lógico de
la temporalidad anterior a su explosión, dejándonos mareados y sin coordenadas
confiables. Pero paradójicamente, necesita de saberes e intentos de estrategias
que busquen su presencia. Para que el acontecimiento desorganice necesita de algunas
fuerzas organizadas que lo preparen.
Tras el rechazo a la decisión
de que continúe Falcioni, explotó la bombonera. Manifestación que fue posible
por la generación de una atmósfera durante los días previos: una mezcla de
movidas por Facebook; operaciones por medios pequeños como grandes cadenas
multinacionales; agites de filiales o grupos de amigos; la propia página del
club que vocinaba en contra de la dirigencia y la cadena nacional de Román. Se
generó un clima inflamable que luego se activó espontáneamente en la cancha
sacudiendo los cimientos de una decisión política para con el equipo.
Una de las consignas que
circuló fue “escuchen al hincha”, o la idea de la Bombonera como “cabildo
abierto”, manifestando un acá estamos, no
nos podemos quedar afuera. Lejos quedamos del banalizado modelo de hincha
que propone el club-marca: agitador, apasionado, pero no antagonista del
devenir de Boca, nuestro Boca.
Sacudida que modificó todo
un esquema típico de nuestra intervención como hinchas en la cancha: ya no
importó el resultado del partido, marginando el típico susurro dirigencial de “dejá,
dejá, se ganan un par de partidos y se arregla todo”, como también plantándose
a las iniciativas de la barra que en otros momentos lograron aplacar la ira del
estadio. Ese día no. Se barrió con todo: no solo hubo pedidos por Bianchi y
Riquelme, sino puteadas al técnico y silbidos al presidente, todo en un día muy
especial: el retito del flaco, y la presencia de Palermo en el banco de Godoy
Cruz.
Pero fundamentalmente se rompió
con un esquema político-representativo: la racionalidad de la dirigencia es
moverse considerando nuestros humores anímicos y surfeando entre sus intereses
y nuestras opiniones. En este caso no se percibió nuestro pulso anímico o capaz
que si, pero se subestimó nuestro sentir por esos días, argumentando quizá que el camión arranca y los melones se acomodan…
Y la cancha explotó. Explosión espontánea pero también con ciertos niveles
de organización previa, se generó un nuevo tiempo que nadie imaginó: no solo se
fue Falcioni, sino que fue tan grande el espectro abierto que los temores despertados
hicieron que fuera posible que vuelva Bianchi y hasta Riquelme.
Y eso es lo importante: la
fuerza que se originó al dislocar el curso del tiempo recorrido. De ahí que la
serie de imágenes, comentarios, charlas, que surgieron por esos días, no se
pueden medir por su solidez lógica-argumentativa; no importa lo sofisticado de
un enunciado, sino los efectos prácticos que conlleva. Y la Bombonera habló, se
hizo escuchar. Eso es lo importante.
2- Conciencia del acontecimiento
Uno de las preguntas que
nos hacemos es ¿qué es lo más importante de esta historia? ¿la vuelta de
Bianchi y Román? En parte si y en parte no. En parte si porque son ídolos y por
diferentes motivos tanto lo de uno como lo del otro parecían imposibles. Y digo
que no porque hay un hecho que debemos considerar y es nuestra presencia como
hinchas. El Jugador Número 12 que no solo interviene en los climas de los
partidos sino en el devenir del club.
Por eso es importante el
bombonerazo. Un acontecimiento que además de la apertura que provoco por la insospechada
vuelta de Bianchi y Román, es una especie de meta acontecimiento, en tanto que
nos permita reconocernos con la potencia de hacer virar el sentido de cómo
vienen las cartas. Se planta un antecedente de lo que somos capaces.
Nadie eligió la foto Angelici-Falcioni: es indudable que estamos a merced de las acciones de los demás. Pero no nos
guardamos esa bronca sino que plasmamos de forma concreta una acción, en parte
organizada en diferentes medios como también apelando espontáneamente a la típica intervención de
chiflar y cantar en la cancha, agitar banderas y poner el cuerpo. A su vez tampoco
podemos manejar todo lo que se dispara y elegir libremente lo que nos depara la apertura del acontecimiento... Por eso este será una
fuerza que brota de lo imprevisto pero que hay que saber organizar;
organización que si olvida lo azaroso de su origen se satura y es impotente a
lo nuevo que abra el inocente devenir del mundo.
Hablamos de una politicidad como hinchas
que debe disputar representaciones de aquellos que se apropian del club
y proclaman lo mejor para nosotros, sea desde la dirigencia con sus iniciativas
de la cancha nueva, como de empresas por ejemplo Nike. Recordemos en el verano
las críticas por la camiseta violeta y la respuesta de la empresa: “no se ganan
partidos con los colores” ¿Qué carajo le importa a Nike como ganamos nosotros? ¿Por qué decide el color de un emblema de nuestra identidad como bosteros, como es la
camiseta del equipo?
Además de
aquellos que hablan por nosotros, están los que nos invitan a hablemos por nosotros
mismos pero negando nuestra singularidad. ¿A qué me refiero? A otra secuencia
veraniega como fue la campaña de “Adjetivemos a Messi”. Pepsi interpeló a hinchas
argentinos a que inventen un adjetivo para explicar lo que es Messi. Como tiró
Sabella que hay que inventar palabras para él, Pepsi nos invita a que la
imaginemos. Es más: la palabra ingresaría en el diccionario de Santillana. Nosotros
hacemos el lenguaje, parece, y no es el diccionario el que nos explica como
tenemos que hablar bien (en Suecia se hizo algo parecido con Ibrahimovic). Ahora: ¿Por qué pensar para Pepsi? ¿Cualquier
adjetivo aceptaría? ¿El proceso de creación de este adjetivo, implica lo mismo
que el Bombonerazo? Evidentemente no. En esa oportunidad sacudimos la realidad
del club y en este caso fortalecemos la marca de una empresa multinacional.
Otro desafío es no quedarnos
solamente en chillar sino en plantear una propuesta para nuestro club. El día
del hincha fue una apropiación del espacio urbano realmente histórico, tomando
un camión de un medio como Crónica, pintarrajeando el obelisco, pibes parados
arriba de marquesinas de Mac Donalds viendo la ciudad en su centro desde arriba.
Movida nacional, ocupando plazas en todo el país, generando en la capital una
fuerte persecuta policial, agitando con pesquisas, boqueando y otras
intimidaciones, con una lectura de los grandes medios muy demonizadora de
nuestra fiesta.
Pero no alcanza solo con
profanar, con invertir el sentido de lo dado, sino de armar lugares propios, no
solo para que nos escuchen, sino que
el club sea efectivamente de nosotros, los hinchas. Si Boca es nuestro, esa
pertenencia debe plasmarse en su propia forma de ser institucional (ver en este
blog “El banderazo ¿una forma de gobierno? Pensamientos sobre una intervención política”). La pregunta es
como conjugar esos saberes de los banderazos o el día del hincha, como genuinas
politizaciones, en una afirmación que también contemple lo institucional del
club, ya en su propio funcionamiento, en la mecánica de su razón de ser, pero
sin negar nuestras sensibilidades como hinchas.
Desde esta fuerza
politizadora debemos entender el Bombonerazo como un acontecimiento que abre nuevos
posibles en la coyuntura inmediata del club, pero que también nos cambia a nosotros
como hinchas, en tanto nos obliga a mirarnos a nosotros mismos, a complejizar nuestra
propia constitución como hinchas, y a preguntarnos que potencialidades portan
nuestros cuerpos que nos encontraron participando de algo así como el Bombonerazo. Por lo tanto, si hay una primera conclusión a sacar es,
justamente, la posibilidad de este tipo de hechos, un acontecimiento.
Como verán, mi
preocupación como bostero es que el Bombonerazo no sea simplemente un bardo
pasajero, sino que nos haga ver de lo que puede el Jugador Número 12. Y que los
que se apropian de nuestro Boca para representarnos, de la forma que sea, lo
sepan. Que lo sepan y nos teman.
interesante reseña de la fiesta que es y el orgullo de ser un verdadero hincha xeneize!
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