1- La escuela y el yoga: una posible afinidad
A principio de año andaba
por la calle y me metí en una librería. Mientras pagaba una agenda encontré
sobre el mostrador un volante que me llamó la atención: talleres de yoga para docentes
en Liniers. Técnicas de respiración, ejercicios, charlas, toda una novedad bajo
el siguiente lema: “Si hay chicos nuevos, se necesitan docentes nuevos”. Me interesó
conocer la experiencia y problematizar su discurso sobre la importancia de los
talleres, los malestares áulicos, como se perciben a los pibes, entre otros. Aclaro
que es un ensayo sobre una intersección específica del yoga y los docentes en
el ámbito educativo: no se pueden sacar conclusiones lineales para todo lo que
es una escuela, como tampoco para
todo lo que genera el yoga. Lo cual
no significa que no se pongan en juego algunas coordenadas que nos sirvan a los
que laburamos dando clase sobre nuestras afecciones, iniciativas, frustraciones,
como también tener en cuenta un auge de hace años de un orientalismo diverso y
complejo que funciona como eficaz máquina de intervenir en los estados de ánimo.
2- Aulas y
afecciones
Dos maestras –de la cual una es instructora de
yoga- dan talleres para docentes y en escuelas. Hablamos de colegios privados,
públicos, para cualquier nivel y edad, aunque la mayoría de las veces se da en
privados y en los primeros niveles (jardín y primaria). La escuela como espacio
específico de acción es reconocida como un lugar singular: el sitio donde
comienzan los grandes cambios (hay una mirada redentora de la cultura y el
saber escolar con el resto de la sociedad). Con los pibes más chicos se
manifiesta una paradoja generacional: por un lado se rescata su inocencia y hay
que aprovechar que no están tan contaminados como los más grandes; pero al
mismo tiempo cargan con una información y una serie de reflejos “espirituales” que
con el tiempo se irán embotando.
En el discurso de la
docente detectamos un doble diagnóstico-problemático: por un lado se reconoce un
“momento histórico” donde se advierte
sobre “una crisis de la sociedad” en múltiples aspectos: individualismo;
violencia; ausencia de conocimiento sobre uno mismo; enfermedades y patologías
diversas. Por otro lado, en la escuela estos dramas replican, pero emergiendo
de una manera especial (la escuela no es una burbuja, como tampoco una
extensión sin más del resto). ¿Cómo es esa manera? Las agrupamos como afecciones energéticas: desgano, stress,
sobreexcitación; afecciones cognitivas:
dispersión, no retención de los conocimientos; como afecciones económicas: costos temporales y de billete (si un
maestro tomara con un cronómetro el tiempo dedicado a pedir silencio, orden, e
intervenir en pelas, es poco lo que hay de clase, lo cual a su vez es un
problema ya que los padres de los pibes pagan dinero para una buena educación y
así la cosa no funca). Estas afecciones económicas son las principales: la
percepción que existe es que la clase no es una clase, y que las dificultades
para “una buena convivencia” dificultan su efectuación, como a su vez, que
cuando se logra armar, se complica su éxito por los demás malestares (por
ejemplo, dificultades para “meter las cosas en la cabeza”).
Pero este escenario crítico
de época con su cristalización particular en la escuela, debe ser visto como
una oportunidad. El yoga es percibido como una herramienta para paliar ese
doble problema y la posibilidad de superar este paisaje social baraja con el
supuesto de una conexión institucional específica: la escuela como un ámbito
especial, un lugar en sí mismo, pero que condiciona fuertemente lo que pasará
en los otros: en especial la familia, ya que se busca que los alumnos en su rol
de hijos influyan en sus casas con el germen de “una nueva vida”.
3- La respiración como dispositivo
El ser humano es
considerado como algo íntegro, en cuerpo, alma y mente. La respiración será una
técnica con la cual se lograra una armonía que potenciará los sentidos, construirá
buenos sentimientos y encenderá la lucidez de las inteligencias. El cuerpo es
una máquina cuyo combustible es el oxígeno (“la respiración es el motor de la
vida”).
En el acto de ejercitar la
respiración se identifican roles: docente y alumnos. Se percibe una relación entre
ambos amistosa, pero subordinada; el segundo sigue al primero. Las técnicas de movimientos
y ejercicios –muy simples, por la edad- son serializados temporalmente,
respondiendo todos juntos y al mismo tiempo a indicaciones por parte del
docente-instructor, que vigila y corrige los movimientos. En esta relación la
maestra debe asimilar la verdad del yoga, porque si no sus alumnos tampoco
cambiarán (con lo cual paradójicamente se aceptan las jerarquías entre uno y
otro y a su vez cae todo el peso en las espaldas del docente).
La respiración trae beneficios
que tipificamos con las siguientes figuras: la de un sujeto afectivo: la idea es que los alumnos no se encierren, sino
que expresen sus emociones y manifiesten sus problemas erradicando tensiones
que luego provocan conflictos; la de un sujeto
relajado y concentrado evitando stress y falta de atención, con la
expectativa de asimilar conocimientos; y la de un sujeto obediente gracias a la práctica de los ejercicios, donde
cada uno debe encontrarse consigo mismo, para luego, encontrarse con los demás.
En esta doble relación primero con uno y luego con los demás, respiración
mediante, se activan vivencias satisfactorias creando un lazo de confianza y convivencia
pacífica entre alumnos y docentes estructurando
una comunidad basada en la disciplina escolar (“los chicos ahora van a
escuchar, van a obedecer”). De más está decir que si bien están mezclados en
una profusa ambivalencia, este sujeto obediente es clave como dijimos para que
tenga sentido un sujeto afectivo y concentrado; sin un vínculo base de respeto es
imposible que haya una clase.
4- Problemas
para el taller; problemas en el taller
Sobre los problemas que
manifiesta el discurso de la maestra sobre la posibilidad de lograr un empalme
del yoga en las escuelas refiere sobre una doble moral de la plana mayor de los
colegios: en su vida privada ejercen estas técnicas o similares (Pilates, por
ejemplo) pero no lo ven para la institución. Al recelo por considerarlo como
algo extraño, a su vez es una práctica corporal y es “un tema bastante delicado”
en una escuela trabajar con el cuerpo. A las dificultades de la posibilidad que
se arme el taller, están los problemas que emergen ya a partir de su efectuación:
son los mismos que en el aula (dispersión, risas, etc.) pero mayormente los talleres
tienen éxito (“los chicos se enganchan”) aunque los buenos resultados vienen
con la persistencia en el tiempo.
5- ¿Restitución
o Recombinación?
Hay un discurso sobre la
posible afinidad entre el yoga y la escuela que cuenta con varios objetivos:
convivencia y orden en la clase; un bienestar en los estados de ánimo y
entereza cognitiva. Hay una técnica como la respiración y algunas posturas que
prometen construir un sujeto tranquilo, concentrado, expresivo y disciplinado. Si
bien el discurso que venimos pensando es de dos docentes que de manera autónoma
tratan de intervenir –con bastante iniciativa, hay que decirlo- hay otras
experiencias más amplias, donde muestra una lectura atenta de fundaciones diversas
y el aparato estatal en su percepción de la realidad escolar y sus malestares y
los potenciales aportes del yoga. Hablamos del convenio entre el gobierno
porteño con la fundación “El Arte de Vivir”,
dirigida por un tal Sri Sri Ravi Shankar, desde el 2008. Ya en
febrero del 2011 pero con más énfasis en marzo de este año, dirigido a jardines
y escuela primaria de zonas populares de la Capital Federal, se realizan
talleres para docentes limados por su laburo. Una diputada de Nuevo Encuentro
mandó un pedido de informe al ejecutivo para que explique el accionar de la fundación;
los cuestionamientos radican en ser talleres con temáticas al margen de lo estipulado
por el Ministerio de Educación en materia de capacitación docente, ser pago,
como llevarse adelante en horarios de trabajo –debiéndose suspender las clases-
y en algunos casos haber convocatorias compulsivas del curso. El accionar de
“El arte de vivir” no es la única iniciativa de esta índole: “Yoga Crecer” fundación
francesa exclusivamente enrolada en tareas con el mundo educativo con
intervenciones en Uruguay, y de desembarco reciente en Argentina -año 2010- contó
con el auspicio de la Legislatura Porteña para hacer charlas, como la buena
recepción en colegios privados de algunos barrios del conurbano –como Lanús y
Temperley- con la finalidad de hacer capacitaciones.
Más allá de que si los
cursos son compulsivos o no -y más todavía si hay que pagarlos-, creo que la
discusión pasa más que nada por preguntamos: ¿Qué sentido tienen estas intervenciones?
¿Qué diagnóstico emprenden de los malestares áulicos y que tipos de
intervenciones ensayan? ¿Qué maneras de comunicarnos, pensar, conocer, como también
de pararnos, sentarnos, movernos en el aula, buscan construir estas
prácticas-experimento? En pocas palabras: ¿Qué significa dar una clase? Si ante la realidad de que una clase tal como era ya
no puede ser, hay varias posturas a encarar: la desazón de que nada se puede hacer y esperar una nueva cosecha de pibes normales; una postura restitutiva de forzar el tránsito de los
cuerpos de los pibes en rituales oxidados; o buscar otras maneras de hacer
escuela. Pero una de esas nuevas maneras quizá tengan un carácter de recomposición disciplinaria, como el
caso de un posible uso de las técnicas del yoga, cincelando sujetos obedientes,
es verdad, con una sensibilidad expresiva, apelando a lo espiritual en un
ruedo lúdico, entretenido y distendido, pero
que no deja de buscar un dispositivo áulico de asimetrías ya conocidas en disposiciones
espaciales, roles de autoridad, organización de las temporalidades, como también
de saberes cognitivos. Y no es simplemente un procedimiento de utilidad
operativa en el mundillo escolar, sino en paralelo y pos escolaridad: una sociedad
que requiere adaptabilidad, pertrechando para las colisiones de un escenario
vital cargado de precariedad que provoca altas tensiones, con buena onda,
configurando seres moderados, sin enojos, mirando siempre para delante,
felices, dando rienda suelta a sus deseos, sin reprimirse pero sin olvidarse de
convivir, de no afectar al otro… Mientras que para algunos las tecnologías digitales
son una promesa de simpatizar con las nuevas generaciones de alumnos trazando
lazos de convivencia, técnicas milenarias, que paradójicamente en las décadas
del 50 y 60 fueron inspiración de rebeldía para la autoridad paterna estatal,
hoy son utilizadas en la reconstrucción de obediencias que ya no pueden ser
como antes, pero que en gran medida no pierden la faz de su anatomía, en la
experimentación tanto de grupitos sueltos, retazos que vagan por los intersticios
del sistema educativo tratando de hacer algo, como de fundaciones globales
en asociación tanto con instituciones privadas como agencias estatales.
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