¿Cómo hacer
para hacer?
Mínimas
reflexiones políticas a partir del proyecto de ley sobre el voto adolescente
1- Intro
La idea es armar una
reflexión propia a partir de relatos de alumnos sobre el debate acerca del
proyecto de ley que propone el voto optativo desde los 16 hasta los 18 años. A
partir de diversas actividades en el aula se armó un dialogo con pibes y pibas
de escuelas de Ciudadela, Casanova y Tapiales. Hablamos de gente de 15, 16 y 17
años (pongo en contexto porque sabemos de sobra que la edad en si misma no
dice mucho). Aviso desde el comienzo: si alguien espera encontrar algo así como
una encuesta de opinión adolescente sobre la aceptación o no de la propuesta o
una critica a las opiniones cruzadas entre diferentes fuerzas políticas y el
ensayo de una defensa o refutación de la propuesta, que corra la mirada de las líneas
que siguen. Lo que intento es problematizar el hacer político de una época y la
importancia de la vivencia generacional en ese hacer, cuestionando justamente
que es la política y que desafíos existen que nos interpelan activamente.
2- La
paradoja de la falta
Una paradoja nos asalta
cuando escuchamos opiniones sobre la aptitud adolescente para acceder a un
ritual ciudadano como las elecciones: en un rincón, aquellos que buscan
interpelar legalmente a los que aun no están habilitados por ley a votar, pero por
sus inquietudes gracias a la politización social de estos años que los tienen
como grandes protagonistas, pueden hacerlo, o en todo caso, si aun no, la
posibilidad de votar los irá entrenando
para ello. En el otro rincón, quienes rechazan la interpelación adolescente: que
están en otra; todavía les falta; no tienen información ni criterio; no hay una
racionalidad preparada para enfrentarse con un momento tan importante y
determinante para la vida social. Aclaro que no solo en esta concepción desfilan
nombres de adultos varios y los políticos que aturden con sus berrinches mediáticos,
sino de muchos de los directamente implicados (“No sabemos nada”, “No estamos
preparados”, “Eso es cosa de grandes”, “A donde va el país”, “Voy a votar lo
que me diga mi vieja”, etc.…). A propósito es interesante que mientras para la
política se solicita una responsabilidad calculadora de medir argumentos a
partir del conocimiento de una situación dada, para el marketing y los
diseñadores mercantiles de mundos de fantasía se reconoce al “target
adolescente” como el más jodido de interpelar afectivamente porque… saben
elegir.
Dejamos acá y les pido que
por el momento retengamos el relato paterno de “todavía no saben, todavía no
pueden”; a la hora de las elecciones les/se recuerdan su lugar: adolescentes.
Adolescentes que, justamente, adolecen. ¿Pero de qué? De la racionalidad para
ejercer un, o mejor dicho, el acto político.
2- Que si
pueden o no pueden (solo un problema de forma)
Hay un nivel donde los
padres estimulan a sus hijos a que ingresen a la arena de la discusión grande
del país y que decidan junto a ellos. Se niega la imposibilidad adolescente y cuando
se los critica desde los atributos de la “Generación Playstaion” –algo así como
un eufemismo de mogólico- se recuerda que a muchos adultos también les ocurre
lo mismo. La apatía no es solo adolescente. Es una atmósfera que impregna a
varios por igual. Y si se contagia a los más jóvenes, quizá esto implique un
contagio generalizado (se sabe que los atributos de un tipo de adolescencia
cotizan alto en la valoración social y salpican lejos del tarro).
Tenemos entonces: una
critica al rechazo adulto del voto borrego por incapaz, igualando en
posibilidades políticas al adolescente con el resto aunque sea en potencia, y
aquellos pibes y pibas que aun no se
dieron cuenta de lo que pueden exorcizarlos de culpa por la indiferencia
generalizada; es más, ellos ayudarán a erradicar esa epidemia en un futuro,
gracias a la temprana estimulación
paterna. En una época donde muchos jóvenes participan, hay que prepararse
para la ruptura de viejos mandatos políticos, dicen. ¿Pero que mandatos? ¿De
que política hablamos? ¿Se tratará de cambios de forma y no de fondo? Veamos.
Zarpada estigmatización... |
3- De Política
y Politicidades
Ahora: ¿Qué es la política?
En las actividades brotaban las opiniones de la importancia de la democracia,
de elegir a quienes van a manejar el país. Si bien es baja la nota que les toca
a los políticos en su rol, los contornos de una democracia representativa son valorados
por todos. No hay un derrumbe de las instituciones en la mirada de los pibes,
sino un mal accionar de quienes nos representan; los adolescentes están de
acuerdo con la teatralización de sus vidas aunque no con el reparto de actores.
Pero también escuchamos
otra acotación, minoritaria, es cierto, de algo así como que la política es la construcción
de reglas en cualquier lugar, o un tipo de discusión o debate sobre diferentes
problemas en cualquier situación. “Todo es político, profe”, tiró Lucas: “Cuando
debatimos cualquier tema en la escuela es político, cuando jugamos al futbol es
político”. Escuchamos el crujido de los tabiques que modelan lo político separándolo
de lo social. Sabemos que lo social es político y no hay separación
alguna. Debemos reconocer que lo social es todo político y lo político
demócrata-representativo es solo una parte de las politicidades sociales;
activo en muchos, ni hablar, pero también debemos recordar que lo social -aquello
denominado como “lo cotidiano”- a su vez es administrado por la política
mercantil (publicidades, medicalización de nuestras afecciones), como religiosa
(desde espiritualismo berreta hasta dogmas renovados), movidas muchas veces más
inteligentes que la política para organizar nuestra vida en sus alegrías, economías
de satisfacciones materiales, modelos de relaciones sociales; tanto es así que
producto de su efectividad a veces son parasitadas por el mismo estado.
Quebrada entonces la falsa
dicotomía aptitud si- aptitud no, como la potencia o no de adaptarse a un
mandato establecido, sea del que fuese, podemos preguntarnos sobre otras
politicidades. Si todo es político, ¿Qué hay ahí? ¿Cuáles son nuestras
afecciones? ¿Qué estéticas hay? ¿Qué saberes se ponen en juego? ¿Qué imágenes
de intervenciones contamos?
4- Ni la
culpa ni el capricho: en la búsqueda de una libertad creativa
Afirmamos que no hay una
sola política si no diferentes politicidades. Pero hay una encerrona, una zona
resbaladiza que hace fácil patinar y caer de boca: no caemos en la falsa creencia
de la imposibilidad, de la falta de habilidades para jugar en ciertas canchas, como
la única pista de juego que hay; pero sabemos de las pocas imágenes políticas
propias y no negamos las dificultades para efectuar esas afirmaciones como
otras politicidades que bancamos. Por un lado en estos años se agitan aires de
vuelta a la política, y por otro lado constatamos un clima social de que todo
pasa cada vez más por la puta guita
con las implicancias vitales que eso significa. No aceptamos ciertas
politicidades que se presentan como la
política porque no tomamos ningún mandato como única medida de valor, pero sabemos
de la necesidad de fortalecer nuestras propias prácticas en su evanescencia
para darle fuerza a su existencia. No solo hay que descentrar lo político, sino
también pensar intensamente que es aquello de aptitud, responsabilidad. Es un
doble movimiento del que hablo: afianzar lo propio y luchar contra el mandato (que
en verdad es uno solo por que las dificultades de calcificar lo propio es
luchar contra el accionar del mandato en nuestros cuerpos). Lo que quiero decir
es lo siguiente: es un problema ver solo
el mandato como lo único posible, como también no reconocer la necesidad de fogonear
aquello que hacemos, y más todavía percibir este llamado a afianzar lo
embrionario como una cosa culposa y dramaticona.
Es más: si solo nos
quedamos criticando la representación de funcionarios de un andamiaje político establecido,
es negarnos en parte a nosotros mismos. En primer lugar es discutir que hacemos
con la pachorra, la dispersión, la indiferencia, la volatilidad afectiva, el puterío,
etc., y luego ladrar a las voces representativas. Solo si cuestionamos a estas
voces sin reconocer la necesidad de efectuación e invención de lo propio, es
quedar en un lugar casi de capricho, de espera de que aquello que deseamos se
concrete casi mágicamente. A su vez tampoco se puede hacer un corte tajante de
la política con otras politicidades, sino ver puntos de contacto y
composiciones complejas; y de este lugar me parece que habría que ver el tema
del voto adolescente: en tanto fortalece o no otras politicidades de los pibes
y pibas de 16 años que andan haciendo (algo que a mi no me toca decidir, sino
que lo hagan ellos).
Los encuentros
generacionales son complejos pero necesarios: si bien sin verduguear a nadie,
pero si jerarquizando preferencias, no comparto el relato del “todavía no
podemos” y me simpatiza más el de “todo es político, profe”, al cual agrego
este desafío de construir imágenes propias y bancar su efectuación. Por que no
solo hay para pensar frente a los malestares laborales, de pareja, rancho propio,
climas de miedo y discursos de seguridad, suicidios, ¿Qué hacer? sino ¿Cómo
hacer para hacer? en tanto reconociendo la necesidad de intervenir
creativamente tanto en nuestras
afecciones como en las afecciones que nos despotencian la propia mecánica de nuestras acciones políticas.
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