West Riders:
una forma de domar el vértigo
El sentido de este texto
es como un grupo de pibes de Ciudadela, Villa Sarmiento y zonas aledañas se apropian
de un espacio urbano como un puente. Hablamos de West Riders. Experiencia que
nos arroja una manojo de señales y guiños como para pensarnos en nuestro
recorrido urbano. Cristian que es un alumno mío hizo un laburo sobre su participación
en esta movida y me interesó conocerla y armar un intercambio con ellos, que también
comparto con quienes quieran leerlo.
1- Un poco de historia.
En el límite entre Ramos Mejía y Villa Sarmiento hay un puente arriba de la autopista que une con el hospital Posadas. Puente de dos carriles, uno baja y otro sube. Uno de ellos desemboca en una rotonda que a su vez se abre en colectora y en una calle que desemboca en el centro de Ramos. Desde hace 5 años se vienen juntando un grupo de pibes. Practican el Longboard. Hay gente de todas las edades: de guachines de 12, 13 años, hasta tipos de 40 o 50, pero la mayor cantidad son pibes de 18, 19, 20 años. Si bien van un par de chicas, la mayoría son hombres. Calculan que son 300. Y vienen de todos lados: Ituzaingo, Castelar, Palomar, Caseros, Haedo, Ramos, pero más que nada, Ciudadela. Pero no solo se juntan a practicar deporte, sino que forman un grupo. Su nombre es West Riders (con la bajada Point the Death). Antes había otro grupo que se llamaba Old School. Ellos transitaban el puente pero no hacían Longboard como tampoco dejaban hacer nada a los demás. Bajo el liderazgo de un flaco llamado Tomás Peralta, un grupo de pibes descontentos que frecuentaban el puente lo recuperaron. Desde ahí, hace 5 años, el lugar es utilizado por ese grupo de la misma manera hasta hoy. Luego de se momento fundacional, se bautizaron. El nombre lo discutieron bastante. Decidieron que tenga que ver algo con el oeste. En la zona cuando se habla del puente, se le dice “el puente donde juegan los chicos”.
¿Qué es un puente? Un lugar
para llegar a otro lugar. Un entre; nunca
un lugar en si mismo. Es un trayecto-trámite: personas apuradas que se cruzan y
se miran pero no se ven, autos rapaces (la ciudad engendrando sus propios
desiertos). Pero West Riders copó el lugar y lo diseño a su medida. Lo arranco
de su sentido útil y lo asimilo como espacio poético; en vez de adaptarse al
trazo prefijado, se apropian de los elementos a mano pero articulados de otra
manera, plantando singularidades que rompan con lo común anudando otras formas
de relacionarse implicando otras estéticas y saberes.
Se juntan a hacer deporte,
a dar pruebas con la tabla. De los diferentes estilos que hay, hacen Free Riders:
se tiran desde puntos altos, buscando velocidad, derrapando y amortiguando en
la caída. Pero de muchos los que van ahí, que capaz están dando vueltas solos,
hay un par que forman un grupo. Y entre ellos no solo hacen Longboard sino
también es un espacio de “mucha sociabilidad”: compartiendo en buen compañerismo se juntan a charlar, a estar
ahí, vagueando, haciendo pintadas en el
puente, armando con vecinos comilonas ahí en la rotonda, al pie del puente. Se
comparten momentos zarpados, como el otro día que vino un pibe y comentó que
seria padre. El objetivo de West Riders es mantener su espacio y ser cada vez más
y hacerse conocer en la zona lo más que se pueda participando en concursos y saliendo
en medios del mundillo Longboard.
3-El grupo
Se juntan todos lo días,
pero mas que nada los viernes, sábado y domingo. Buscan los horarios mas tranquilos,
de menos tránsito (en la semana de 2
a 4; viernes a la noche y sábado y domingo todo el día).
Van cayendo, o se avisan por celu o Facebook. Se quedan charlando en la
rotondita con pasto al costado de una de las entradas del puente, o sino
andando con la tabla.
Como dijimos arriba en el
puente hay una especie de anillo periférico de gente suelta, que va y hace
pruebas, como a su vez un grupo ya constituido (West Riders). El ingreso al
grupo es fácil: cualquiera que quiera entrar puede, siempre y cuando valla
respetando las reglas. La onda es muy buena, dicen: nadie es sectario ni dan
muchas vueltas. ¿Cuál es la diferencia entre estar y no estar en el grupo?
Desde no recibir invitaciones a concursos como de no acercarse a dar consejos,
de buena onda, de cómo hacer una prueba. Pocos se van del grupo, y cuando se quiso
ir uno, lo fueron a buscar a la casa para convencerlo, que se quede con ellos.
No hay liderazgos. Mejor dicho, no hay una referencia única, sino gente que según la ocasión y circunstancias es la opción que se activa mas seguido (el que habla con la policía, se conecta con los concursos, el hacer pintadas, mediar con algún conductor crispado, limpiar el lugar, y así más).
Hay lugares donde se arman
concursos. Puntos característicos como Palermo y Puerto Madero. Ahí queda
evidente la puja con los pibes de capital, “chetos y giles”. Cuentan que en un concurso
no dejaron que les saquen fotos para una revista porque eran del oeste. La
calentura esta siempre latente. Es increíble como se reproducen las asimetrías
entre un lugar y otro: las calles de capital son mejores para la tabla porque
están cuidadas, mientras que las de provincia están medio flojas. Es más: en
Avenida Libertador la municipalidad está haciendo una bajada especial para el Longboard,
bien ancha y empinada. Pocas veces pinta un pibe del otro lado de General Paz
en el puente. Pero ellos dicen que no se quieren pelar ni armar quilombo, sino esforzarse
para ganarles en las competencias.
Hablamos de reglas. ¿Cuáles
son? Cuidar el lugar es la primera. No ensuciarlo, limpiarlo, no dejar que se
hagan graffitis en la señalización del puente. Hace pocos días se rompió un
tacho y ellos van a armar uno: un flaco herrero conocido lo hace. Otro punto es
no joder a los vecinos. Saben que no es buena la ojeada social que les cae a
pibes que se juntan en algún lugar, de ahí que tengan que cuidarse. Pero en
general la onda es más que buena, desde el kiosco hasta gente que vive ahí,
donde se arman comilonas. Si bien al principio había algún resquemor, ahora con
la gorra esta todo bien: hay un código de que cuando pasan se deja de jugar y
se saluda.
También puede haber
accidentes, peleas o puteadas al voleo con coches o motos. Y ese es un tema: el
deporte en el puente es en medio del tráfico. El uso lúdico colisiona con el
uso funcional que delimita la ciudad. Los pibes van maniobrando ante cada
situación: arriba de la subida mas pronunciada, antes de tirarse se relojea y
si no viene nadie se mandan; pero a veces en horas transitadas el asunto se
complica, o los autos que se van a mas velocidad de la correcta arriba del
puente –más de 80. Un auto que viene rápido por querer gambetear a un pibe
puede rasparse y haber quilombo (ahí por ejemplo sirven los vínculos con la policía
para que no se lleven a nadie ante el bardo que se pueda armar).
Otro problema es la falta de billete para las buenas tablas, o, lo más importante, la protección necesaria. Los cascos salen 150 y las rodilleras y coderas 100, lo cual es una moneda y no sobra. De ahí que haya quien busque armar tablas nacionales, para que no sea todo importado, abaratando costos y con un estilo propio. En West Riders se solapan un plano global (es un deporte de EEUU, de ahí que mucha jerga sea en inglés), otro nacional (como el lugar de la fabricación de insumos) hasta local, en el énfasis de la localización del grupo (el oeste).
4- Ensoñaciones urbanas
West Rider habita un
puente y arma un lugar de pertenecía y creación propio. Un deporte que es
deporte pero también juego: una competencia con uno mismo o con los demás
marcada por la habilidad de hacer equilibrio en el vértigo. De entregarse al vacío,
expuestos, al taco de adrenalina, pero demostrando que todo esta bajo control. Ante
la precariedad latente en nuestras vidas, donde un terreno desbocado nos
zarandea dejándonos, no pocas veces, mareados en la impotencia, esta gimnasia
sensible de gambetear autos y motos, por copar un lugar arrancándolo de su
sentido normalizado ensayando otros posibles, es una metáfora, un guiño urbano,
para inspirar nuevas experiencias en la ciudad. La creación de un paraje lúdico
allí donde solo hay trámite, pasaje anodino, también como usina de ensoñación. Ensoñación,
si, porque no solo es hacer deporte, sino que hacer grupo también es vaguear,
dejar pasar un tiempo virgen, ese de estar por estar, pero no por obligación,
sino fértil en la espera de lo que surga y la innovación espontánea… Sin caer
en ninguna gilada aprobatoria por aprobar, es fundamental reconocer nudos de
ensoñación urbanos, de vidas que en su andar encienden imaginación y forman nubes
de evanescencia que albergan, difusas pero intensas, nuevas formas de vida.
Fuentes:
Auge, M. (2005): Los No-lugares, Ed Gedisa,
Barcelona.
Bachelard, G. (1982): La ensoñación poética, Ed.
FCE, Buenos Aires.
Caillois, R. (1958): La teoría de los juegos, Ed.
Seix Barrial, Barcelona.
Sobre las imágenes: todas las fotos que se intercalan en los párrafos del
texto fueron tomadas por pibes del grupo.
Bastante parecido a la realidad
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