Investigar
la belleza: una lectura sobre “El Peregrino” de J. Baker
1- Buscando
la belleza
"Aquel
fue mi primer peregrino. Desde entonces he visto muchos, pero ninguno que lo
superase en velocidad y fuego. Durante diez años pasé todos mis inviernos buscando
esa brillantez efusiva, la pasión y la violencia súbitas que los peregrinos arrebatan
al cielo. Diez años me he pasado con la vista en lo alto esperando esa ancla
que muerde las nubes, la ballesta que surca el aire."
Baker nos cuenta un acontecimiento: ver un
halcón. Hay una aparición que resuena y que moviliza pasiones en su cuerpo. El
vuelo del ave fue un martillazo que lo despertó de una vigilia desangelada para
embriagarlo de una energía y una fuerza brutal.
A Baker lo activa la fascinación por lo bello.
Belleza que no se define por un esquema invariable de rasgos estereotipados
como una serie de propiedades estandarizadas a degustar. La belleza es una
experiencia. Es un incendio de lo sensible y un viraje rotundo de nuestra constelación
de emociones por el advenimiento de un poder desconocido. “El Peregrino” como investigación
no nace de un plan ni de una voluntad: es la consecuencia de verse arrebatado
por la presencia y el impacto de una energía conmovedora. En Baker la irrupción
de una fuerza es el catalizador que enciende toda una máquina de pensamiento; sobre
esta empatía se monta toda su investigación.
Hay algo de enamoramiento en el relato: un
encuentro fugaz como una carambola que captura la sensibilidad más profunda de
un cuerpo. Un cuerpo que si es poseído, si es conquistado en sus profundidades
más íntimas, lo estaba esperando. Ya había algo en él que necesitaba de ese encuentro;
palpitaba en secreto la invocación de aquello por venir. Moraleja: cuanto más convulsionantes
sean nuestros encuentros, más los estábamos esperando.
Algo interesante: a Baker no lo mueve el sufrimiento
como afección. El dolor tiene buena fama como fuente de conocimiento, como información
que nos susurra que algo no anda bien y nos activa para reorganizarnos y salir
para delante otra vez. La fascinación y la exaltación afectiva es un espectro
para estas posturas. No las reconocen. Quedan limitadas a lo más oscuro de
nuestra afectividad. Acá es diferente: se explora una conexión extática para
expandirla, hacerla más grande y poderosa.
Todo cuerpo necesita investigar el estado
de su fuerza; preguntarse por las afecciones que padece y por su capacidad de
afectar aquello que lo afecta. Investigar no es un cúmulo de procedimientos y saberes
especializados que pertenecen a un campo profesional en exclusiva. Para nada.
Baker no es nadie: no es una estrella académica ni un best seller periodístico.
Pero si desde la mirada oficial no es nadie, no deja de ser alguien. Un alguien
que es todo; la expresión de una potencia común al resto: la de registrar, pensar y escribir. Cada página de "El peregrino" se justifica por la necesidad
de investigar lo que embelesa los sentidos. Ese es su único respaldo. Nada más.
2- Territorio
"En
mi diario de un solo invierno he intentado mantener la unidad, ligando el ave,
el observador y el lugar que sostiene a ambos. Aunque todo lo que describo sucedió
mientras lo observaba, no creo que con la observación honrada baste. Las
emociones y el comportamiento del observador también son hechos y hay que
registrarlos con fidelidad."
¿Qué investiga Baker? Un territorio. Un territorio
como la conjunción de tres elementos: la naturaleza, los halcones y él. ¿Dónde
se reúnen estos tres componentes? En la afectividad. Baker sigue el rastro de
sus propios afectos. Ahí está la clave: no en los halcones, no en el bosque y
el cielo, ni siquiera en él mismo. Sino en la mezcla que se percibe en el registro
sensible de su cuerpo. Su propio cuerpo es el reservorio de una información que
brota de la naturaleza, el halcón y su ser.
Al poner la afectividad como el alma del territorio,
se hace todo vivo. El mundo es una interacción constante y cambiante. Cada
parte es componente de un todo que sus partes lo hacen; partes que mutan y muta
el todo. Se desmoronan las fronteras de lo que existe para vislumbrarlo como un
continuo. Continuo con diferentes paisajes, pero que forman parte del mismo
mundo en un hacer y deshacerse perpetuo. Baker se reconoce como un cuerpo que
forma parte de un cosmos en regeneración contante, que lo condiciona, pero que al
ser parte de esa producción infinita también puede recrearla y recrearse.
Por eso les hablo de afectividad y no
sentimientos. Los sentimientos son atributos de nuestra personalidad como cosa
ya pulida y terminada. La afectividad son emociones que desbordan el perímetro
de la fortaleza del yo. Esto es importante: Baker no busca tanto investigar los
halcones en su entorno natural en sí mismo. Lo que busca es investigar su
belleza, la energía que despliegan y como esa fuerza incide en él y lo
transforma, lo hacen alguien distinto al que era. Por eso es afectividad. Si
fuera sentimiento no habría cambio alguno; habría una satisfacción gris por
estar midiendo correctamente lo que es, mas allá de lo que a él le suceda
en esa observación.
3- Escucha
y mutación sensorial
“Yo
oteaba el cielo sin cesar buscando los círculos de un halcón, escudriñaba cada
árbol y cada mata, recorría todos los cuadrantes de un cielo al parecer vacío.
Es así como el halcón encuentra la presa y elude a los enemigos, y solo así es
como uno puede esperar descubrirlo y compartir su caza. Los prismáticos y una
vigilancia de halcón reducen la desventaja de la miope visión humana”.
“El Peregrino” es un libro descriptivo.
Exuberante en comparaciones, metáforas e imágenes visuales, la prosa de Baker
relata la caza de los halcones como una experiencia casi mística.
Pero hay pasajes donde notamos que el
relato pega unos saltos y su registro ingresa en otra zona. Baker es testigo de
cómo mutan sus sentidos y cobran una mayor potencia: aprende a volverse solitario,
a camuflarse de las demás aves, y agudiza su vista y la percepción de su
entorno. Al salir a la caza de los halcones, se mimetiza con ellos. Cazar
al cazador lo asemeja. Y en ese semejarse hay una reconfiguración de sus
coordenadas vitales. Se trata de algo involuntario; algo que va pasando sin
buscarlo. Ocurre. Y su transcurrir es registrado porque es parte de la investigación.
Nunca olvidemos que Baker investiga un entre;
lo que pasa en la sinergia entre la naturaleza, las aves y su propio cuerpo.
Si la belleza es oriunda de lo fuerte y
nos magnetiza con su poder desatando energía, Baker indaga el impacto de lo
bello al observar sus mutaciones sensoriales. La belleza se puede explicar: no
de manera intelectualizada abstrayendo sus formas como esquemas que miramos a
distancia, sino como un registro de la constatación de la incidencia de un ave
y su entorno natural en un cuerpo que entra en un viaje profundo y radical.
"El Peregrino" demuestra que las
emociones no interrumpen el pensar. Las pasiones no son un obstáculo para el despliegue
de un análisis. Todo lo contrario. Son su materia prima, la fibra que le da su
espesor. Desde la certeza de la atracción afectiva por las aves se enciende una
indagación que se dota de los mejores insumos para pesquisar los efectos de la combustión
generada. Baker demuestra cómo hay inteligencia en la pasión, y emoción al
enhebrar ideas.
Es notoria en esta investigación la
alianza entre el análisis y la imaginación. Aparecen transformaciones
sensibles que necesitan interrogarse, registrarse, plasmarse en la escritura;
acciones que para tomar forma necesitan de una imaginación lúcida e inspirada.
Ante la novedad de los términos de la indagación a efectuar, se necesita de una
inventiva intensa para estar a la altura de este proyecto. Imaginación
que fluye por la pasión que Baker le pone a su trabajo. ¿Para qué hace todo
esto? No hay una búsqueda exterior a su deseo. No hay un para, sea el mandato del laburo o alguna autoridad a complacer. Es un hacer que en su propio hacerse está el gusto. Condición que permite que corra la imaginación y haya un alto vuelo en su pensar.
4- El
sentido
"Seguí
al peregrino durante 10 años. Me había poseído. Para mí era el grial. Ahora ya está.
La larga persecución se acabo. Quedan pocos peregrinos, habrá cada vez menos y quizá
no sobrevivan. Muchos mueren de espaldas, insanamente aferrados al cielo en las
timas convulsiones, mustios y consumidos por el polen sucio, insidioso de los pesticidas.
Antes que sea tarde, he procurado recapturar la belleza extraordinaria d esa
ave y transmitir la maravilla de la tierra donde vivían, una tierra para mi tan
profusa y gloriosa como África. Es un mundo que agoniza, como Marte, pero aun
resplandece."
En "El Peregrino" no hay un
sentido como premisa de la investigación. No hay un plan de arranque a plasmar
en lo sucesivo gambeteando los obstáculos que haya que gambetear. Pero si hay
un sentido como efecto de lo que se hace, que se descubre ahí, mientras se
cocina. Los efectos de la investigación son mientras, no en su culminación. No
es un darse cuenta que lo que buscamos lo encontramos, sino que desde el hacer
mismo extraemos sentidos.
Un sentido está dado por la mutación sensorial
del cuerpo y su capacidad sensible de recibir y afectar al mundo. De esto ya
hablamos. Pero también hay reflexiones. Además de registrar los estados de su
cuerpo, Baker indaga un poco más: se pregunta qué conexiones arma ese
estado, qué consecuencias están provocando, con qué otras fuerzas debe batallar...
Diferentes retazos filosóficos que Baker deja caer en los aleteos de su
escritura: el pensamiento de los animales, el papel del miedo en la experiencia
humana, el concepto de muerte en la naturaleza…
La investigación descubre sus sentidos en
el mientras de su mismo hacerse. Pero una vez terminada puede vislumbrar otro
sentido global. Así es: una vez concluida hay un veredicto. Que no deja de ser
un mientras: ya no al interior de la investigación sino dentro de la vida de quien
la hace. Por eso el sentido no se define por un decir "hice lo que hice
por tal motivo" sino por un "lo que hice podría convertirse
en..." Baker habla de un réquiem. Testimonio-homenaje de algo que existió
y está por desparecer. Los halcones caen y se revuelcan en la tierra mirando hacia
el cielo como un rey que agoniza y ve su trono vacío.
Para Baker el pensamiento es una potencia
del cuerpo. Pensar es una acción entre otras. Una acción que busca
potenciar a las otras siempre desde un cuerpo que está cambiando al fascinarse
con la belleza de las aves y toda la energía que irradian. El pensamiento no se
autonomiza de lo sensible. Cuando el pensamiento piensa ideas olvidando su raíz
corporal, genera ideas como un ideal a seguir a rajatabla que niega otros
afectos que no sean los que se acoplan a ese ideal. Es la garantía de cualquier
dominación social. Suprimir el cuerpo como núcleo de verificación de nuestras
vivencias. Supresión mentirosa porque en la mistificación idealista que
organiza nuestro cuerpo no desaparece nuestra sensibilidad. Todo lo contrario: el
cuerpo piensa ideas que lo niegan por causas corporales. Aferrados al placer prometido
por el ideal interiorizado, y el miedo a despegarnos de él y padecer la
coerción del rebaño, se nos mantiene a raya.
5- Tiempo
y manijeo
"El
tiempo se mide por un reloj de sangre. Cuando uno está activo, cerca del halcón
persiguiendo, el pulso se precipita y el tiempo se acelera; cuando uno espera
sin moverse el pulso se aquieta, el tiempo es lento. Siempre que uno acecha al halcón
tiene a sensación opresiva de que el tiempo entra en tensión como un resorte contraído.
Si uno dice las diez, o las tres no habla del tiempo gris y encogido de las
ciudades; habla del recuerdo de cierta fulminación o declinación de la luz que
fue única para un momento y un lugar precisos ese día, un recuerdo tan nítido para
el cazador como un fogonazo de magnesio."
Cualquier investigación implica su propia
temporalidad. Arma su propio ritmo. Un pentagrama de sintonías definido por el
tipo de encuentro que hay entre los cuerpos en un ambiente especifico. El
tiempo para Baker se define por el avistaje o no de las aves, no por una
planilla con horarios planificados de antemano. Se queda lo que hay que quedarse
hasta que ocurra... Hay una espera. Espera definida por la sinergia entre
cuerpos. Un tiempo rápido el del encuentro, un tiempo apelotonado el de la
espera. Los cortes entre estas secuencias definen los lapsos, que quedan en la
memoria no por un indicador abstracto -las agujas de un reloj- sino por las características
del lugar que permitieron o bloquearon el encuentro.
¿Cómo se transita cada uno de estos
compases, el del encuentro y el de la espera? La espera de dar con el
tiempo justo. Dar con el momento adecuado en el lugar propicio nos obliga a
prestar mucha atención al flujo de las cosas. Por eso dice Baker que cazar al halcón
agudiza la vista al punto de la pericia de un Peregrino. Es la necesidad de
percibir el detalle. Un pequeño movimiento, un susurro, un reflejo en el cielo,
pueden vaticinar algo... No hay escenarios fijos y ya sabidos de antemano. Hay
que buscar y buscar; los peregrinos no desfilan ante los ojos de Baker bajo el
pulso de un cronometro de oficina. Él debe estar despierto para olfatear los
ritmos que hay dando vuelta y así saber cuando puede irrumpir la fuerza que busca y lo
maravilla. Belleza que cuando acontece hay que contemplarla tal cual es. Dejarse
sorprender. No ver lo que se quiere ver. El deslumbrarse ante lo bello es un dejarse
atravesar; una sensibilidad abierta a las afecciones y a lo que nos
despierten.
El observar detalles y estar atento a los
diferentes movimientos liberan la mente como un mantra; concentran para no congelarnos en las imágenes de lo ya conocido sino para dejarnos sorprender por lo
extraordinario. Baker no es un espectador absorto en la transparencia de las imágenes
que le llegan; contemplador activo, un artesano de las condiciones del
percibir, sale renovado, experimenta una transformación profunda ante el evento de la
belleza.
En nuestros tiempos precarios nuestra
rutina no es una regularidad hecha de repeticiones anquilosadas. Nuestro mañana
no será como hoy; hoy no fue igual que ayer. O capaz que sí. No sabemos. Y esa
es la cuestión: la indefinición del correr del tiempo. Lo invariable de su
sucesión. Instantes que no quiebran un bloque de cemento de continuidades
lineales sino que gravitan en el centro de la duración desbaratando
continuidades de manera frecuente. Es una diferencia.
Una precariedad que nos hace ansiosos y
nos manijea. El manijeo es una atención casi obsesiva a la éspera de los
instantes explosivos que trituran las series temporales que sostienen nuestros
pies. Una percepción desesperada hasta la paranoia por vigilar que no se
desintegre aquello que necesitamos. Un tipo de experiencia muy diferente a la
del agobio de lo repetitivo del tiempo lineal. El instante ya no es salvador; es
maldito. La pregunta que se abre es por un manija de lo maravilloso. Por una
belleza que nos dé un envión que abra una duración de lo inesperado que nos
saque de la intemperie pero sin rearmar un escenario existencial cargado de
moral, programado para defender un tipo de existencia ya diseñada como absoluta
y eterna. El desafío no es que las relaciones continúen o se terminen, que sean
cortas o largas, sino que pase lo que pase siempre aumente nuestra potencia,
que nuestro cuerpo gane en fuerza y energía.
6- Muerte
al humanismo
“La
matanza que sigue al vuelo de caza de un halcón sobrevienen con una fuerza chocante,
como si en un súbito rapto de locura el halcón matase lo que ama. La lucha de
las aves por matar, o por salvarse de la muerte, es hermosa de ver. Cuanto
mayor la belleza, más terrible la muerte”.
La belleza no es algo inmaculado. No es
una energía pura sin restos de haber forzado a otros cuerpos. Es una fuerza que
se hace lugar y tiempo conquistando otras fuerzas. Y así sigue: manteniéndose a
flote apropiándose de otras porciones vitales. Es así con todos nosotros. Olvidar
las muertes que nos sustentan es negar lo que somos.
Es la perspectiva herzobiana de la naturaleza: una
orgía de luchas por crecer y sobrevivir. Es “la armonía del asesinato colectivo
y arrollador”, como el propio Herzog nos dice. En su documental “Grizzly Man”, el protagonista Timothy Treadwell se hace amigo de los osos grises en un parque
temático. Copia sus gestos, movimientos, aromas. Se gana su confianza. La
convivencia parece pacifica. Hasta que un día todo cambia: Treadwell
es atacado por un oso y es devorado. La naturaleza reacciona siguiendo su esencia;
amistosa y beligerante, compañera y peligrosa. Como los halcones de Baker: vuelan,
cazan y destripan sin piedad ni alevosía. Lo hacen porque lo hacen. Son así.
El mundo es. Punto. Las cosas pasan y en
su pasar cualquier adjetivo que agreguemos -bello, feo, justo, injusto-
proyectamos un querer propio. Error: la vida está hecha de una infinidad de
cuerpos con sus múltiples sentidos donde no hay ninguno más verdadero que otro.
Todos son y la suerte de su ser se dirime en un complejo equilibrio de guerras y armisticios. De ahí que la compasión
y las miradas inocentes que añoran de una utopía fraterna para todos se pudren
en una inocencia insoportable.
Por eso es tan importante el enunciado de
Baker “el miedo libera poder”. El miedo nos informa que una afección que nos lastimará
es probable. Nos señala un eventual peligro. El miedo es una pasión que es
imposible que en algún momento no experimentemos. Seriamos todopoderosos e inmortales.
Seres infalibles. Lo cual no es cierto. Ya lo dije: la muerte acecha.
La pregunta es qué hacemos desde el temor.
Una posibilidad es aferramos a posturas pasivas. Sea esperando ya entregados a que
pase lo que tenga que pasar, o en todo caso nos deja reaccionando desde una lógica
de la prevención empaquetamos los acontecimientos con etiquetas morales del
estilo correctivo, buscando normalizar lo insólito a una matriz ya conocida, o reprimiendo
y purgando lo que nos resulta peligroso. O en cambio encaramos lo que acontece
desde un lugar más activo. Comprender que el sufrimiento es parte de la vida. Siempre
vamos a sufrir alguna mutilación. Es así. Como pérdida, como descenso de
nuestras facultades de actuar, pero también, como el quiebre de una atadura que
nos arranca de una comodidad para ganar en fuerza y ser más potentes. Si es
cierto aquello de que el problema no es el sufrimiento sino que el sufrimiento
no tenga sentido, hay dolores que nos hacen bien. Uno de esos dolores son los
de la belleza; el encantamiento que nos provoca un acontecimiento que se afirma
con violencia sacudiéndonos de la órbita en la cual andábamos.
Una vida sin dolor es una vida sin
belleza. Y una vida sin belleza es una vida moribunda. Eso Baker lo sabía bien.
Por eso se lamenta de la extinción lenta pero sostenida de los peregrinos.
Nunca extrañamos a una persona o a un lugar. Extrañamos como era nuestra
existencia cuando en ella estaban presentes esa persona y ese lugar. Es distinto. Baker extraña a los halcones porque él mismo se resulta extraño; sin la
magia de su belleza es un extranjero en su propio cuerpo. Antes mitad
hombre-mitad halcón, ahora sabe del único miedo que debe preocuparnos: el de
ser humanos, demasiado humanos.