jueves, 22 de septiembre de 2011

Ciudad, signos, colisiones: mínimas reflexiones a una semana del accidente en la estación de Flores.



Serían las siete y monedas. Repasaba con la vista perdida las tapas de los diarios cuando el viejo del puesto le dice a una mina que preguntó algo: “Hubo un accidente, en Flores, chocó el tren con un colectivo” (se muerde los labios, cierra los ojos).

Hace más de 10 años que viajo en tren todos los días, y vos que también viajas o no, pero conocés a otros que si, sabemos de la precariedad que nos toca transitar: esperar y esperar trenes que no vienen; estar arriba, andando, pero el tren se para y se queda así un rato largo; detenidos en alguna estación, mientras se cierran las puertas para arrancar, se  escucha un murmullo fritado por los altoparlantes: se hizo rápido y vamos a tener que seguir de largo, bajarnos donde pare y después volver para atrás; el tercer riel desnudo, sin tapar, con pibes que murieron electrificados por pisar ahí; y así mucho más….

Una precariedad fruto de la lógica mercantil del palo y a la bolsa, del si pasa, pasa, en pos de maximizar ganancias. Pero ¿la precariedad es sólo un problema económico? ¿No tiene que ver con un escenario de cuerpos diseminados, que circulan en sentidos diversos, cada uno con su propio chip? Al mismo tiempo hay algo igualador, un férreo canon: cada uno va a trabajar, estudiar, comprarse algo, divertirse, pero con su si mismo como centro del mundo…


La ciudad es espectáculo. Constelación de signos para transitar su cartografía: boletos, semáforos, nombres de calles, gestos de transeúntes, GPS, alarmas de barreras, carteles, y podríamos seguir enumerando muchos más… Manojo de contraseñas que cumplen con la función de canalizar el torrente de nuestros cuerpos que fluyen diariamente. Si los signos fallan, los colisiones se producen; una ciudad precaria la entendemos a partir de que sea común que los signos fallen y que los cuerpos que circulan choquen. Lo que sucede es que hay colisiones y colisiones: algunas de baja intensidad (como los codazos y manotazos entre los que suben y bajan de los vagones) y otras que rompen la media, que están zarpadas… (Como lo acontecido en la estación de Flores del Sarmiento).

Que la barrera estaba baja o alta; que si el colectivero escuchó o no la alarma; porque estaba parado un tren; a donde se fue el pibe con la banderita; porque ningún policía dio aviso del desarreglo de las señales… Les pregunto ¿Qué significa una barrera a 45 grados? ¿Está   arriba, está abajo? ¿Cuántas veces se pasa con la barrera baja y la alarma sonando porque se sabe que no andan…? Estas últimas líneas no son un alegato en defensa de nadie, sino simplemente una muestra de la fragilidad del sistema de signos regulador de flujos capaz de provocar colisiones, en este caso bastante zarpada, con las dolorosas consecuencias del accidente… ¿Y entonces, que nos confirma todo esto? Lo que sospechábamos: el malentendido de las señales urbanas es efecto de la precariedad constitutiva de nuestro entorno vital, como a su vez intenso nutriente de la misma.

Cuando supimos los que esperábamos que por el accidente el tren no pasaba, o mejor dicho, pasaba pero sólo hasta Liniers, nos mandamos a buscar un bondi. Colas del carajo, híper apretados arriba, tránsito en cámara lenta... Como ya no se podía subir más nadie, el colectivero no paraba ni abría las puertas. Una bocha de gente la agitaba gritando y metiendo manotazos (“pará la concha de tu madre”; “abrí la puerta de atrás, dale”). Cerca de Flores en una vuelta el bondi dobla y se escucha un ruido raro y el tribunero grito del uuuuuhh. El colectivero se agarra la cabeza. Suspira en voz alta esas cosas que nos decimos a nosotros mismos en momentos así: no lo puedo creer… el Bondi convulsionado. Yo no veía nada de lo que había pasado. Se empiezan a escuchar unos gritos. Son del flaco del auto: “Mirá lo que me hiciste, boludo”. Se manda al lado de la ventanilla del colectivero; le tira un par de manos.  Le sigue gritando algo que no escucho bien. De lo que si me doy cuenta -y nítidamente-, es que el chabón le empieza tirar piñas al parabrisas, reloquito, dejando una telaraña gigante. “Si este tipo entra, lo mata” (pensé por el colectivero).  Dentro del Bondi se va abriendo paso un vigi: “permiso, permiso”. Pide que le abran la puerta de adelante. Encara al chabón del auto. El flaco se apaga de golpe. Llega otro policía, que se ve andaba por ahí. La situación se tranquiliza. Se abre la puerta de atrás y un par se empiezan a ir. Me bajo yo también. Miro el auto –un Gol gris- y tiene un poco rayado y hundido un guardabarros de atrás. Si, nada más. Una minita que iba en el auto grita: “Colectivero hijo de puta, por culpa tuya chocan los trenes”. Me voy alejando y empiezo a mirar para donde arranco. Otra mina saca la cabeza de la ventanilla y le contesta a la que iba en el auto: ¡Boluda!

¿Cómo intervenir en estos escenarios? ¿Cómo quebrar la impotencia? Escuchamos discursos de todo tipo durante estos días tras el accidente, pero si hubo uno casi hegemónico, fue el de la falta de inspecciones sobre el funcionamiento del servicio y la ausencia de respeto por las normas. La solución por ende es una inflación de controles, algo así como un policía por baldosa (imposible no recordar mientras escribo esta oración el asesinato de Mariano Ferreyra, en una trama más que compleja). Otros relatos hicieron hincapié en la falta de inversión y obras, tanto por parte del estado como de la empresa. También se escuchó algo sobre la necesidad de campañas educativas.

Muchas de estas medidas pueden ser exitosas: la secuencia del bondi se tranquilizó con la irrupción del hombre de azul, como también la inversión en nuevas formaciones de trenes han acelerado el servicio. Ante la pregunta común de ¿Por qué  no sucede más veces? (espectro recurrente que se encarna con las figuras de Cromañón, derrumbe de construcciones, incendios nocturnos de fábricas) estas medidas ¿no buscan solo paliar los peligros cuando se zarpan, se disparan de la media de quilombos habituales…? Y de esta manera ¿no queda en segundo plano el malentendido y los abecedarios derretidos de la precariedad cotidiana, subterránea, condición de posibilidad de estos acontecimientos? A su vez: ¿Qué ordenamiento disponen cada una de estas medidas? Por ejemplo el rol de policía ¿no sigue reproduciendo las fronteras abismales entre transeúntes, como un salame en un auto que porque le rozaron el auto casi se rompe la mano partiendo el parabrisas de un bondi…?

Pero además de no intervenir estas medidas en el fondo de la precariedad, las ordenan a su manera, nos despojan de decisión, de cómo queremos vivir en la ciudad. El Colectivo Juguetes Perdidos pensó sobre los estallidos en los trenes. Secuencia compleja, atravesada de múltiples matices, tiene algo de afirmativo, en el sentido activar una situación donde se margina la impotencia cotidiana y plantar un grito de BASTA, TENEMOS LAS PELOTAS LLENAS. Un salvaje éxodo de la indiferencia y el embotamiento. Un gesto potente y propio, donde se evaporan los principios de ese canon autogestivo de “ya fue, me tomo otra cosa”, “me acomodo y aguanto como pueda”, “voy escuchando música o leyendo algo”. El problema de esta movida es que se consume en si misma, no toma una consistencia propia que dinamice una anatomía vital para intensificar la politicidad que supo despertar, sea en formas de encuentro,  de comunicación, estéticas, etc. Cuando se dice problema no se refiere al contraste examinador de la experiencia bajo la luz de los manuales de la buena política, como tampoco a su criminalización, efectuada en represión policial o discursos que simplifican totalizando la intervención como resultado del accionar de infiltrados o desmanes irracionales…

A su vez aclaro que esto no implica negar cualquier composición con otras lógicas como estatales hasta mercantiles, pero se hace necesaria una voz propia: la de ensayar experiencias urbanas que rompan con ese canon autogestivo, paradójicamente babélico, de lenguas inconmensurables.

Al otro día del accidente, al final los trenes andaban. No se detenían en Flores. No había nadie, pocos pasajeros. Fue complicado pasar por Flores. Una cosa que apretaba en el pecho. Mire alrededor. Fiche las getas. Había de todo. Desde miraditas tristes, algunos que no demostraban nada, hasta una nenita que estaba al lado mío, que se reía y le decía a la madre “mirá mami, fue acá, fue acá”.
  
                                                                      Andrés


Materiales Utilizados:

*http://colectivojuguetesperdidos.blogspot.com/2010/08/tarde-en-la-noche-plaza-constitucion.html

4 comentarios:

  1. Muy bueno cabeza. ¿Como desmantelar esas trampas de la precariedad? Todo riesgo y peligro -propio de una ontologia social precaria- es leido y codificado en terminos securitistas y/o morales (la asignacion mediatica de culpas...). El efecto que bien describis; la inflacion de los discursos punitivos y de control social...
    Abzo.

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  2. Fijate que a una semana ya aumentaron las penas en Capital para los que pasan la barrera baja (junto a otras faltas), quitando temporariamente el registro. Y ayer gente de Metrovías repartía unos volantes de prevención para los pasajeros, alertando sobre cruzar las vías con la barrera baja, la alarma sonando y demás. Bueno saludos. Andrés

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  3. ante el accidente, zarpada urgencia toman estas preguntas que tira el texto... cómo es esta "ciudad-precaria", de qué está hecha y cómo esto precario es a la vez "excepción" (o debe serlo, para no aceptarlo sin mas) y "suelo" donde todo pasa... tambien como hacer para sacarle la careta a discursos que surfean los animos mediaticos y "tapan con diarios" estas preguntas vitales... cómo queremos vivir, enq ué ciudad queremos transitar, vivir, laburar, etc.? como vivir mejor? (y sin que, claro, estas preguntas se banalicen onda discurso pedorro de ONG o se mercantilicen via publicidad de una torre de 50 pisos...). Preguntas claves que hay que hacerle a la epoca, epoca en donde hay mas gente moviendose por la ciudad porq hay mas laburo y mas guita, pero a la vez cuando despues de 10 años de crecimiento hay infraestructuras y cosas que no se pueden o a veces no se intentan cambiar, o que ante la discusion sobre el transporte haya que hacer un calculo macropolítico de aliados y conveniencias... y tambien, al mismo tiempo, cómo nosotros mismos no podemos o nos cuesta un huevo armar imagenes nuevas de estas cosas, y ademas de imagenes movidas concretas de intervencion, o de redes de resolucion o aguante de la ciudad-precaria, o formas de tomar la ciudad y ponerle nuestras logicas...... en fin, da para largo. abrazos, NACHO

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  4. Comparto que queda como desafío armar esos mapas propios y no depender de cálculos que nos dejen afuera, o si nos incluyen, es desde un lugar paterno despojándonos de creatividad y politicidades específicas. Ni hablar que existen esos intentos, pero faltará saber empalmar, generar lenguajes comunes y visibilidades propias. Abrazo papá

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