lunes, 16 de febrero de 2015

Tranquilos, solos y entretenidos
Un análisis sobre las tragamonedas y el juego –Primera Parte-




1-   Bingo: nacional, masivo, y mercantil

Hace aproximadamente una década que los bingos son parte fundamental de nuestra ciudad. Haciendo pie a lo largo y ancho del país, prácticamente son una institución mas (municipalidad, comisaria, banco, plaza, escuela… y bingo). Argentina es considerada por los capos del negocio a nivel global como el mercado más importante de Latinoamérica (mientras que en México una empresa como Codere factura 376,9 euros por máquina en un día, en nuestro país esa cifra es el quíntuple).

Si decimos bingo, hablamos de un lugar solitario, entretenido y tranquilo. Espacio policlasista, varias generaciones y géneros conviven también (“en un bingo hay de todo”, nos dicen una y otra vez). Convivencia que marca una dinámica común para los jugadores como es la de un bingo-empresa, pero donde una y otra vez las diferentes pertenencias sociales de cada uno hacen al acto de jugar (momentos disponibles para ir en la semana y duración de cada jornada; cantidad de dinero para invertir; formatos de endeudamiento y de pago o no de los créditos contraídos;  etc.). Por eso, si bien los bingos construyen sus propias diferenciaciones y jerarquías –jugador social o vicioso, por ejemplo- en las salas de juego se replican las fronteras sociales extra muros del bingo.   

 “Una institución más”, les decía. Y a eso apuntan un poco estas líneas que van a leer: tratar de pensar los bingos como una institución capital de nuestro tiempo. Podrían ser la comunidad organizada del kirchnerismo. O por lo menos una de sus variantes. Las salas de juego son un emergente de la década ganada, por la afiebrada circulación de dinero en diferentes estratos de la sociedad argentina, pero su funcionalidad no las podemos explicar simplemente por el aumento de dinero en los bolsillos populares. La hipótesis es que los bingos operan como una maquina terapéutica urbana sumamente eficaz.  Pero más allá de pensar sus procedimientos para administrar los estados de ánimo sociales, me interesa investigar las salas de juego como un modelo de inclusión contemporánea. Los bingos congregan masas y los hacen bajo una matriz que nos guste o no, es una referencia clave para activar estrategias y comprensiones copadas de nuestro tiempo, no solo de cómo se diseñan dispositivos de mando sobre nuestras vidas, sino de apropiaciones singulares que se originan en el interior de estas mismas economías de obediencia. Tal como dice la frase, como se juega, es como se vive.