miércoles, 16 de diciembre de 2015

Entre llorar y poner huevo
Balance político del triunfo de Angelici



















1- idolatrías

“¡Oh gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras aquellos a quienes iluminas!” (Nietzsche)


Hace una semana que Daniel Angelici fue reelegido presi de Boca.
Cuando quedamos eliminados por la copa escritorio mediante, las chances de que el Tano siga en el club eran remotas. Algunos decían “le queda la de Tévez”. El plan era que vuelva Carlitos y ganar el campeonato –donde veníamos bien arriba-. Era la última jugada, el tiro al pichón.

Y le salió: volvió Carlitos, ganamos dos torneos, y Angelici fue el dueño de las elecciones por más de diez puntos en una votación récord para nosotros los bosteros y todo el fútbol argentino.

Es cierto que hubo mucho rosqueo con peñas, denuncias de carnet truchos, padrones adulterados, aprietes durante la jornada electoral, que si los opositores iban juntos ganaban porque sacaron más votos que Angelici, pero hay algo que es innegable: el triunfo del tano es legítimo. Y mucha de la fibra de esa legitimidad radica en la figura de Tévez. Capaz más que el campeonato. La cuestión es esta: ¿Por qué Carlitos apoyás a Angelici?

Tévez intervino en su propia imagen. Sabe lo que representa y lo hizo jugar estratégicamente. El mismo Tévez ubicó a Angelici como el motivo de su vuelta. Desde que bajo del avión, puso al Tano en un altar. Que “quiero que siga”; que “fue él que me trajo”, todos berretines que dispararon las acciones emotivas del presi.

El carisma no se transmite, afirma una ley sociológica. Tévez por voluntad no puede donar a otra persona todo el amor que le tenemos. Pero sí puede compartirlo. Ser causa de la presencia de lo que amamos nos hace querer esa causa. Esa es la mecánica. Si estamos contentos por la vuelta de Tévez y el propio ídolo nos dice que lo trajo Angelici, ¿Cómo no quererlo al presi? O al menos ¿Cómo no putearlo tanto…?

Hay una dicotomía que buscamos erradicar del imaginario futbolero. La que por un lado sentencia que los ídolos son importantes pero que exceden lo institucional. Nadie los deja de reconocer, pero el club y sus diferentes símbolos como la camiseta, el escudo, la cancha, son siempre más importantes. La otra es que los ídolos no pueden participar en política, que son algo sagrado y que no deben ensuciarse en el fragor partidario.

Primero: nosotros decimos que los ídolos son tanto una institución en sí misma, como parte de la institución Mundo-Boca, colaborando a su expansión. No se puede negar: expresan un valor. El crecimiento de lo que somos muchas veces depende de ellos. Nadie subsume el club a los ídolos, pero si somos de los equipos más grandes del mundo es gracias a varios jugadores… Segundo: también afirmamos que en su andar institucional los ídolos hacen política siempre: en cómo se relacionan con diversos actores del mundillo futbolero -periodistas, entrenadores, dirigentes, nosotros los hinchas, empresarios- en las formas de concebir el juego, los entrenamientos… Todas estrategias que conciben y encaran lo real de alguna manera, lo cual es necesariamente político. Por eso ¿por qué es una herejía que un ídolo se meta en la vida partidaria o la que sea?

Ahora se entiende por qué la pregunta sobre el apoyo de  Carlitos a Angelici no es moral sino estratégica. Dispara el asombro que Tévez esté dando tanta cabida a un presidente que fue el más ortiva y anti Boca de la historia. Mientras el día de su presentación Carlitos se postraba ante la Doce y besaba el suelo de la Bombonera como un manto sagrado, Angelici en plena campaña prometía una cancha nueva y que la Bombo quedaría para recitales y partidos de tenis…

Carlitos es pura pertenencia que queda plasmada en su renuncia al dinero y los huevos que mete -sabe que es recontra bancado y es el que más corre-. Pero contribuye  a que todo el sentimiento que genera se proyecte en un símbolo de exclusión como Angelici. Un tipo que en la despedida de Battaglia era puteado por todos lados, a los pocos meses gana cómodo las elecciones. El Tano como símbolo de un gobierno anti popular genera una fuerte identificación popular. Macrismo puro.

Algo importante: Tévez es símbolo por que antes es deseo. Representa algo importante porque antes hay parámetros afectivos que valorizan la vida de una manera especial. Para que ese amor surge se dieron miles de acontecimientos que hacen masa con su figura y permite activar semejante idolatría. Tévez es Tévez porque nuestra vida está futbolizada bajo determinados principios de lo popular, la simpatía, el sacrificio, el talento, el dinero, la política, el éxito…. Por eso ese amor es producto de nosotros también. Los ídolos y nosotros los hinchas somos lo que somos por consecuencia de una complicidad afectiva; somos parte de ellos, ellos son parte nuestra. Circulación sensible que es siempre terreno en disputa. En esa lucha perdimos. Si negamos esto, estamos llorando.


 2- Llorar y Poner huevo 

"Es sorprendente que un club de fútbol te lleve a ser presidente, más allá de que, después de haberse ido, debe de haber hecho las cosas bien. Creo que Boca lo ha ayudado mucho y nosotros contribuimos bastante, así que lo menos que puede hacer es pagar un asado". (Román)


La pregunta  ¿por qué Carlitos apoyas a Angelici? está equivocada. No va. ¿El triunfo del tano depende exclusivamente de lo que haga Carlitos? ¿Lo que hacemos nosotros, depende exclusivamente de lo que haga Carlitos? Si encaramos la cosa así estamos mal. No hay tiempo de lamentos por lo que haga o no un ídolo. Es una pregunta de llorón.

Ser llorón es un enunciado futbolero imprescindible. Definimos llorar como un tipo de crítica que se entiende a partir de un tridente conceptual: padecer un  malestar negativo, sea tristeza, bronca; ser tomado de sorpresa por la situación, no verla venir; proyectar las causas del hecho en cualquier factor sin percibir el rol que cumple la propia existencia.  

Desde la lógica del juego, se llora cuando un equipo pierde y se queja por la táctica del rival que cubrió el arco con dos micros, del árbitro que fue un desastre, del mal estado de la cancha, o putea a la mala suerte.

Lo potente de llorar: es un tipo de crítica. No banca agilado ni tampoco reniega pero en silencio, chupando amargura. Tiene algo de agite. ¿Lo reactivo? Que llorar nace de una  percepción embotada, de una impotencia para elaborar malestares, y una negación de las fuerzas propias. Esto último es lo que más nos interesa: criticar la exterioridad que impone el llorón entre su ser y el escenario que lo afecta. Nosotros pensamos que todo lo que ocurre es un emergente. La combustión de la mezcla de una multiplicidad de fuerzas que según como se combinen, así irrumpen. Y nosotros somos parte de esa mezcla. A veces más condicionados, otras más activos. Pero siempre presentes.

Der ahí que patalear que el Tano ganó por el apoyo de Carlitos, es de llorón. ¿Qué hicimos y que no hicimos nosotros para que gane Angelici? ¿Qué hicimos nosotros para apropiarnos de Tévez, más allá de las operaciones de Angelici, e incluso, del propio Tévez? Se abre el desafío de pensar como intervenir en el símbolo Tevéz como ídolo, pero también como accionar sobre ese terreno futbolizado que genera valoraciones afectivas sobre la guita, el éxito, el juego, agitar, y entre otras cosas más, las idolatrías (entenderlos como una institución en sí mismos y que son siempre políticos, es parte del asunto).

Reflexiones sobre los ídolos que se esparcen por otros ámbitos de nuestra vida social: Carlitos haciendo publicidades para Danonino contribuyendo a  la medicalización del cansancio sin problematizar el muleo cotidiano.

Y olvidándonos de Carlitos, la futbolización y la mística xeneize repercuten en la rosada. Macri se junta con Evo Morales a jugar un picadito. Mauri con la azul y oro. Le regala una a Evo, que chocho se la lleva. Dos matrices políticas antagónicas pero unidos por la futbolización.  Desde ahí arman una imagen para los demás en términos de diálogo y encuentro. Imagen que expresa una sincera filiación común en medio de tantas diferencias; el racismo macrista, el Indomaricano y la inmigración descontrolada con sus muertos, quedan fuera de plano y copa la futbolización.

¿Nosotros que hacemos desde la misma futbolización? Uno de los principales mandamientos de la mística bostera es poner huevo. Poner huevo como lo opuesto a llorar. Poner huevo no como un voluntarismo cabeza de tacho que piensa que con la simple intención se modifican nuestras condiciones de vida. Poner huevo como intensidad para percibir nuestras situaciones, investigar y hacernos preguntas, generar vínculos y ganar en poder. En este sentido Carlitos es una inspiración de agite: meter a fondo en cada jugada, con bocha de partidos en el lomo y bastante machacado. Eso es poner huevo: fuerza e inteligencia para organizarnos en las coyunturas jodidas y expandirnos para delante.


Repetimos: nadie niega de una el llorar.  Es una forma de critica que ayuda a no estar sedados o indiferentes; menos brindando legitimidad. Pero si no reconocemos nuestra propia existencia como presencia activa permitimos que las fuerzas que nos afectan ganen en espacio y avancen. Si hay umbrales afectivos que se calcifican y ganan relevancia por estos días tanto en Boca como en la coyuntura nacional –exitismo, culto a la eficiencia económica, chetaje,- es porque otras luchas fueron congelándose y poniéndose rancias. Por eso bancamos las críticas que intensifican nuestra potencia de actuar, el poner huevo; si merecemos lo que tenemos es porque lo conquistamos y cuando está en riesgo lo podemos defender. Nada más.