domingo, 14 de junio de 2015

Hacer banda y bancar

Balance político a un año del último partido de Román en Boca
















1-          Intro

Luego de semanas turbulentas para nosotros los bosteros tras el episodio del gas pimienta y quedar eliminados de la copa escritorio mediante, en unos días se juega el partido despedida de Seba Bataglia. Además de la participación de varios de nuestros ídolos en ese partido, estará Román. Paasdo un poco más de un año de su último partido contra Lanús, otra vez vamos a ver al diez con la casaca xeneize en la Bombonera. De eso tratan estos párrafos: reflexionar un poco sobre la ida de Román del club y nuestras acciones en torno a este tema en los últimos años. Reflexión que apunta a unir tres puntos como referencias de un mismo mapa de politicidades: la forma de jugar de Román en la cancha; los banderazos como iniciativas nuestras para que siga en el club; formas de intervenir en la ciudad ante diversos conflictos, como es el hacer banda y bancar.


2-          Román y su juego

Infinitos elogios podríamos hacerle al juego de Román. Pero hoy me interesan destacar dos en especial: su uso del tiempo y el espacio. Vamos con el primero. En la vorágine de un partido el diez pone la bocha bajo el pie y maneja el juego. Arma los circuitos de circulación: cuando se tiene que ir rápido, se va rápido; cuando hay que ir lento, se va lento. Román maneja el juego por que diseña el ritmo del partido. De ahí que elogie tanto a Iniesta: cuando el Barcelona va por una autopista, él decide el momento de bajar para subir por otra y llegar más rápido. No niega nunca la velocidad: siempre va por autopista y la idea es llegar lo más rápido al arco contrario, pero en esos movimientos hay una autonomía del recorrido; no se va al barullo de los choques, como la mayoría de los partidos que vemos hoy.

Así de simple. La sabiduría del ritmo. Pero hay circunstancias donde Román no puede marcar el tempo por que el equipo va al ritmo del rival. Ahí Román se adueña de la pelota e interfiere en esa corriente que lo lleva puesto a su equipo. Agarra la bola, la protege con los brazos, pone la espalda y el culo, y sale escurridizo tocando con otro compañero o le hacen full. El espacio de dominio de la bocha se perfila como una barricada hecha con el cuerpo, donde aguanta las embestidas para que el equipo se adelante, gane espacios, y se modifique la coyuntura inmediata para otra vez orquestar el juego con el viento a su favor.

Interesante lo de los full: muchas veces Román se para, se da vuelta, mira al árbitro y abriéndose de brazos obliga a que este le cobre. No engaña al réferi tirándose, sino que este prácticamente responde a sus pedidos. La barricada fuerza a la ley para que lo sostenga.

Miles de veces aspiramos el humo mediático que sentencia que Román era un jugador frágil desde lo físico. Es cierto que los últimos años las lesiones lo fueron averiando e impidiendo exponer su fútbol en la Bombonera, pero si hay un atributo para destacar en Román es su fortaleza física. Los ejemplos sobran: el partido contra el Madrid expresa un desquicio para los merengues que no pueden sacarle la bola al diez y marchar hacia el arco de Córdoba para empatar. Tan difícil era franquear el espacio recortado por Riquelme, que un jugador de Banfield debió meterle un dedo en el culo para desarmarlo.

Me parece que esta fuerza para armar y aguantar la consistencia de un espacio propio, tiene un carácter político muy importante para nuestra época y a nivel generacional, de cómo armar espacios propios en tiempos de dispersión, de vivir a los tumbos sin saber bien que nos mueve, de cómo agujerear la rutina y diseñar algo propio y tratar de mantenerlo ante todas las coerciones epocales.



3-          Banderazos

Un espacio propio que armamos muchos hinchas de boca para romper con el ritmo que tomaban las rutina del club contra Riquelme, fueron los banderazos.

Organizado por Facebook, la red funcionó como una estrategia de contra poder en calidad de enlace. Un escenario de articulación de hinchas que sintonizamos en la misma afección: que Román se quede o vuelva. Grupos que se suman a otros grupos, como una bola de nieve digital, va conformando una masa de descontentos que pone en marcha un pensamiento que inventa y organiza.

Pero este proceso articula diferentes soportes enunciadores: redes sociales, páginas, celulares, radios, diarios, TV. A su vez esta diversidad comunicativa interconectada implica una jerarquía en la capacidad de atraer interlocutores: no es lo mismo Olé que un grupo de Facebook con un puñadito de “Me gusta”, o Fox que el boca en boca de un grupo de amigos.

El banderazo como invención es una ruptura que parte de la elaboración colectiva de malestares. Por un lado necesita espacios para propagarse y salir del anonimato para ser más y más fuerte; como a su vez escapar clandestinamente de la inminente disputa que propone cualquier poder que se percibe amenazado. Pero más que nada, si esta singularidad difusa que estamos generando no crea nuevas preguntas y respuestas a esos interrogantes, cae por si mismo. Un tipo de organización que responda a las inquietudes que pusieron en marcha un proceso de creación político es un criterio indispensable para la libertad de esos cuerpos afectados.

Pero el banderazo responde a una forma de intervención típica de esta época, que incluye, sin duda, pero también, desborda el fútbol: el hacer banda y bancar.



4-          Hacer banda y bancar

Nuestra existencia se despliega en un ambiente precario que en muchos casos expone su virulencia en tanto amenaza de desintegración, sea de laburos, problemas de salud, de vivienda, familiares, accidentes climáticos, los que sea.

Hacer banda y bancar, es la reunión de fuerzas a las cuales apelamos para afirmarnos armando un espacio propio, el cual a su vez hay que sostenerlo, bancarlo. Hacer banda es una acción imprescindible para cortar con un ritmo que nos desarma dando lugar a uno que nos sostiene y que hay que mantener.

Se hace banda por afinidades varias. Algunas pueden ser previas  -amistad, vecinos, familia, hinchas de un club- como otras más situacionales –quienes andan por la calle y se reúnen por una secuencia particular-.  Fundamental es el papel de la tecnología: el intercambio de información, de manera constante e inmediata, permite que estos cuerpos se articulen velozmente y concreten su accionar.

  Si ponemos el ojo en su consistencia a lo largo del tiempo, diremos que es imposible armar mapas del hacer banda: pero quizá más que mapas sobre personas y sus itinerarios estables o no, haya que hacerlos por lo que sucede en los diferentes entorno territoriales, lo cual implica una gran movilidad y zig zageo de los individuos, pero que hay una regularidad tanto en los problemas como en las formas de intervención a las cuales se recurre; y si hablamos de formas de intervención, el hacer banda y bancar es uno.

Existen diferentes lógicas del hacer banda. Por ejemplo los linchamientos, con un espíritu policial, encarando diferentes situaciones urbanas con un encuadre securitario, hasta los banderazos de nosotros los xeneizes, que piden por un ídolo o cuestionan los manejos elitistas de la dirigencia actual que mercantilizan el club.

Juntar fuerzas, ocasionales o ya conocidas; actuar en contra de otra fuerza que desbarata la propia; sostener el empuje de la fuerza conquistada frente a la corriente que nos desarma; continuidad o no de las costuras que articulan la banda reunida.  Estos son algunos de los rasgos que muy al voleo presentamos ahora sobre el hacer banda y bancar. Volvamos con Román otra vez.


5-          Los ídolos: ¿fetiches o símbolos de agite?

¿Existe un hilo invisible que atraviesa el poner la pelota bajo la suela de Román, los banderazos, y el hacer banda y bancar? Si: lo común es cortar con un ritmo ajeno, hacerse de un espacio propio y sostenerlo con otros. Sea Riquelme con la pelota bajo la suela haciendo una pausa para asociarse con sus compañeros, nosotros los hinchas ocupando la cancha y haciendo fuerza para que nuestro ídolo se quede o vuelva, como el hacer banda en general, del cual el banderazo es un caso particular. Imprescindible reconocer este triple continuo de politicidades y todas sus reciprocidades: primero, lo que pasa dentro de la cancha; segundo, en las tribunas y otras órbitas de los clubes; tercero, la ciudad en toda su dimensión práctica.

A la hora de hacer balances de lo que Román significa para nosotros, más allá de su jugadas, títulos, goles, fue el motivo por el cual nosotros los hinchas activamos una movida que intervino en la dinámica del club y pudo incidir con diferentes niveles de eficacia –a veces logrando lo buscado, otras perdiendo claramente-. El legado de Román y nuestros banderazos es la conciencia de una fuerza. Que existimos y somos parte del mundo Boca. Que no somos simples espectadores, testigos de lo que hacen con nosotros, sino que nosotros también podemos incidir sobre aquello que nos define a cada momento.

Se trata de la diferencia entre un ídolo como símbolo de agite y un ídolo como fetiche. El ídolo como símbolo de agite es un jugador querido que permite que nosotros los hinchas ganemos en autonomía, que aumentemos nuestra capacidad de acción en la coyuntura del club que amamos. Un ídolo como fetiche es un jugador querido cuya afectividad circula de una manera donde nuestra autonomía decae; el jugador cuya idolatría es consecuencia de nuestro afecto, como Román por ejemplo, se transforma en un insumo de una forma de gestión donde los hinchas nos encontramos subordinados.

Los ídolos o al menos jugadores queridos, son fundamentales en la vida de los clubes. Y depende mas allá de su propia voluntad que funcionen como fetiches o símbolos de agite. Por supuesto que lo que ellos hagan es importante, pero no es determinante. Me explico: el gran tema es Tévez. ¿Qué significa la posible vuelta de Carlitos? ¿Qué un tipo nefasto como Angelici tenga su último tiro al pichón y gane las elecciones? ¿Qué Macri haga campaña para las elecciones nacionales? ¿Quién pone la abultada moneda para que vuelva? Si no nos hacemos estas preguntas, Carlitos es un fetiche. Pero si aceptamos esta situación y no hacemos nada con su figura para activar movidas propias, regalamos la imagen de nuestros ídolos, congelamos las apropiaciones actuales como definitivas. ¿Vamos a renunciar a Carlitos y a todo lo que representa para nosotros los bosteros?

Cerramos con Román: son infinitas las retroalimentaciones entre las formas de jugar de nuestro ídolo sobre el verde césped, nuestras movidas como hinchas por él como por otros motivos en este contexto de elitización de nuestro boquita, y también, de mecanismos de intervención urbana como el hacer banda y bancar. Y en este sentido hay un tema a considerar: la voluntad expresada públicamente por Riquelme de ser presi del club (se supone para el 2019). ¿Cómo sería un ídolo como Román, símbolo de agite, ocupando un cargo así? ¿Cómo es el encuentro entre ocupar un cargo institucional por nuestro ídolo y el hacer banda de los banderazos? De hecho, en estos años si bien existieron rechazos de nuestra parte a la mercantilización alevosa de nuestro club en la gestión Angelici, estas preguntas por la política electoral, el sostenimiento de un rechazo al Boca careta de estos años, son problemas fundamentales para nosotros los xeneizes. Y si dentro de esas secuencias sigue Román poniendo la bocha debajo del botín o no, lo veremos en los próximos años.