martes, 8 de julio de 2014

Sobre el chamuyo de la única escuela
Preguntas desde la alegría de estar en semifinales





















 1- ¿La única escuela?

Pasamos los cuartos. Para los que rondamos los treinta años es un desahogo feroz: 94, 98, 2002, 2006, y 2010 fueron mundiales de frustración. Distintos en sus devenir, pero ninguno con final feliz; altas expectativas, escasos resultados.

Masche que ronda una pertenencia generacional similar a la mía, rugió al terminar el partido “¡pudimos, pudimos!”. Luego nos enteramos que en la arenga con sus compañeros afirmó “¡no quiero comer mierda! ¡Quiero felicidad!”.

Comparto todo esto porque me interesan –y preocupan- ciertas lecturas que andan yirando sobre la victoria criolla y sus formas. Tiro esta que me parece muy ilustrativa; declaración de Verón en la transmisión del partido por Direct TV finalizado el match con los belgas:

“Hablaban de la escuela del juego que se practica, que este no es el fútbol que le gusta a la gente… Bueno, hoy, 24 años después, con otro DT de la misma escuela que se han mofado, acá estamos…”

No comparto para nada la creencia de que para ganar al fútbol se debe jugar de una determinada manera. “Formas de jugar hay muchas, pero solo una puede ganar”. Mentira.



 2- Devenir a los tumbos

Un equipo está hecho de un estilo, un esquema que lo plasma en la cancha y de jugadores que lo ejecutan. ¿Qué es primero? ¿El estilo o los jugadores? La batalla entre tacticistas y jugadoristas no es la único de este deporte ¿el técnico debe ser esa institución futbolera que se arroga en un equipo el monopolio de las decisiones? ¿Cómo participan los jugadores? A su vez ¿solo se debe conjurar el vestuario? ¿Qué pasa con representantes, periodistas, y demás especies de la fauna futbolera contemporánea?

Lo cierto es que Argentina llegó al mundial con una idea definida de equipo en cuanto a sus formas. Con virtudes y defectos: lo mejor, los atacantes y su  blitzkrieg ofensivo de toques, vértigo y goles; el déficit, un retroceso poco aceitado y una defensa que en el mano a mano no genera confianza. Estilo que se afianzó tras una pulseada amable entre Sabella y Messi. Messi: de eso se trata. Armarle no solo un  equipo para él, sino un grupo. El grupo a la medida de Messi fue el primer mandamiento de la era sabelliana.

Mundial Brasil 2014. Llegamos. En el primer partido contra Bosnia Sabella cambió el esquema pero también el estilo. Ya conocemos la historieta: del 5-3-2 del inicio a los cambios en el entretiempo y el equipo de siempre. Declaraciones sin bardear pero tomando distancia con el técnico por parte de los jugadores. Partido con Irán: continúa el formato del segundo tiempo con Bosnia. Contra Nigeria entra Lavessi por Agüero, que no implica un cambio rotundo, pero juega más retrasado y con más exigencia para el ida y vuelta. Con Suiza igual. En estos partidos a todos nos quedan dudas con el equipo y pareciera falto de trabajo previo, improvisado en sus movimientos, como si lo anterior al mundial –que tampoco fue tan brillante- no hubiera existido.

Llega el choque contra Bélgica y además de la modificación obligada de Basanta por Rojito se cambian más jugadores –Biglia por Gago y Demichelis por Fernández-, muta el esquema – ahora un 4-4-2- y aterriza un cambio de estilo: en palabras de Mascherano ahora Argentina es un equipo que se defiende con la pelota, espera los momentos de ataque, avanza rápido con dos delanteros y el desprendimiento de algún volante y juega más corto, -a lo cual agregaría que con este estilo no se desgasta tanto desde lo físico, mostró más actitud, y no fue tan Messi-dependiente (trámite del partido que se encontró con un gol tempranero de Higuain y el desgarro de Di María que obligó al ingreso de Pérez).

Conclusión: contra Bosnia se le plantaron los jugadores a un temeroso Sabella por parar un equipo tan atrasado y hoy se festeja que Messi robe pelotas. De un equipo frenético y goleador a otro con presencia, compacto.

¿Qué explica el cambio? ¿Esta es la única manera que podemos jugar? el técnico belga chicaneó resentido al final “si jugaba así, en mi país me destrozaban”.


 3- Chantaje generacional

Sin Neymar, la imagen corporativa de Brasil es David Luis. En Holanda a Van Gaal lo critican por parar un equipo con muchos jugadores detrás de la línea de la pelota–empezando por el mismísimo Cruyff-. Mientras escribo estas líneas la tele prendida: hablan sobre medios alemanes y sus críticas a su selección: que las ideas que trajo Klinsmann son buenas para ver jugar a un equipo, pero que no sirven para ganar. Parece global el asunto. O por lo menos para las grandes potencias. Es cierto que fue muy saludable en esta copa del mundo que seleccionados con poca historia hayan adoptado estilos ofensivos, o por lo menos, no jugando a la retranca, pero las selecciones con peso, en especial tres de las cuatro que llegaron a las semis –exceptúo a los alemanes-, parecen jugar a otra cosa. Incluso la Argentina, metamorfosis mediante.

Alguien podrá decir: si un equipo se arma con jugadores que expresan cada uno una singularidad determinada, es imposible caer en un voluntarismo de pretender armar lo que a uno le place, y que según las coyunturas que atraviese un plantel se debe apelar a lo que hay y darle la forma que sea. En Argentina de los cuatro de adelante, Agüero y Di María lesionados; Higuain volviendo de una; Messi con poca nafta, Gago flojo desde lo físico y pésimo con la pelota; como de un Palacios infiltrado cuando va al banco. Argentina es lo que tiene.

   Por eso es bancable este equipo: la virtud de enfrentar adversidades y una plasticidad potente para constituirse sobre la marcha. Pero sí reniego de la pedagogía que nos educa en la necesariedad de estilos y resultados. La otra vez alguien decía: “Hay tres caminos para volver a mi casa, tomo uno cualquiera y llego, ¿cuál es el problema?”.

Mientras esperamos por Holanda y se habla de un estilo similar al de Bélgica con un 4-4-2 o hasta de volver a un 5-3-2, seguimos festejando que estamos entre los cuatro primeros y queremos más. Pero es un desafío generacional no ceder ante la amargura de tantas frustraciones en estos años y al chantaje que por la desesperación de conseguir resultados seamos capaces de caer en la consigna “ganemos como sea”; que en esta alegría mundialera no se nos cole la creencia de que esta emoción con la selección puede ser de una manera y nada más: una instrumentalización del juego en pos de un resultado, cuando se puede ganar de otras maneras y a su vez, además de los triunfos, las formas y estéticas futboleras implican valores y formas de vida determinadas.

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