sábado, 26 de julio de 2014

Epílogo post-mundialista: notas sobre huevismos y mascheranizaciones




1. El genio de lo defensivo.

En los discursos del fútbol, lo genial queda siempre asociado a la faceta ofensiva. Los grandes movimientos pertenecen a los delanteros y el número diez es emblema de talento; es el distinto. Distinto porque encarna un hecho excepcional, una invención poética que sale de la norma instituida de juego. Una genialidad.

Sin embargo, el Mundial de Mascherano abrió otra línea: ¿y si genialidad también fuera la interrupción espectacular de un acto extraordinario? La figura de Masche, con sus cierres y cruces y anticipos, se presta a que señalemos que la dimensión defensiva también se vincula con el talento.
        
En el fútbol existen infinidad de estilos, pero hay dos principios básicos: poner el acento en defender o en atacar. Por más que se intente atacar, hay que defender (de hecho, en el postulado del fútbol total holando-catalán -¿y ahora además alemán?-estos supuestos se solapan). Y en el defender, hay arte.

Seguramente no vaya en gustos, pero sí: en el arte de la destrucción –muchas veces de matungos, burros, etcétera- hay saberes (no obstante, ¿cualquier saber defensivo podría ser necesariamente considerado genialidad/talento a lo Masche?, ¿de qué están hechos los saberes defensivos?). Defender es parte irreductible del funcionamiento de un equipo.



2. El legado de la Selección

Recuperamos a Masche desde lo futbolístico y reivindicamos su talento. Pero al mismo tiempo queremos dar una disputa por el significado y el sentir que nos despierta, ya que ni bien finalizado el Mundial comenzaron a gravitar una variedad de sentidos en torno de su figura: Mascherano San Martín, Mas-Che (Guevara), Mascherano hombre sensato y humilde; hasta le pusieron su nombre al primer ternerito que nació en la exposición de la Sociedad Rural.

El símbolo Mascherano y el despliegue de la Selección en Brasil nos cabe en tanto expresan una gestión de lo precario. Partiendo de una idea preconcebida –jugar a lo “cuatro fantásticos”-, por acción de diferentes obstáculos que se fueron dando –lesiones y algunos malos rendimientos adelante- el maschesabellismo consiguió organizar lo frágil y armar una fuerza capaz de jugar y ganar. Con este devenir-selección, imposible no sentirnos generacionalmente identificados.

Se dirá que los jugadores a esto no lo pensaron, que son todos millonarios, que viven lejos, que no son como uno… Acá queremos decir que es una apropiación nuestra: leemos en la constitución que fue tomando el equipo un gesto que bancamos. Es más: quizá no sea el fútbol que más nos resulte atractivo desde el estilo –sí para Sabella probablemente- pero es como en la vida: sabemos que nuestro deseo en materia de laburos, afectos, estados de ánimo, no siempre se efectúan como queremos. Se arma lo que se puede y con lo que está a mano. Lo que se puede depende de fuerzas sociales. No hay voluntarismo posible. Hay un maremoto de situaciones, de zarandeo de nuestros cuerpos, donde, según las coordenadas que nos toquen, ahí nos afirmamos.

Por eso despreciamos el gesto careta de los Pagani, los Cappa, los Valdano. Por doble moral uno –funcionario de una maquinaria que para vender promueve el espectáculo de la presión constante (ganar o morir, saca un buen resultado o se va, está en juego su continuidad), después se queja si en los partidos nadie asume riesgos.  Por intelectuales tristes los otros -hablan de un futbol de estilos vistos desde la simple intención, mientras, en el caso de Valdano, gestiona los galácticos millones de Florentino Pérez. Y por no mencionar, ninguno de los tres, nada de lo que rodea al juego, entiéndase el accionar de mafias que se apropian de los clubes con fines privados.

La tensión entre ganar y gustar, por último, jugar bien y jugar lindo, ser efectivo y ser vistoso, no sólo que es más vieja que el fútbol sino además sólo enunciable desde la distancia afectiva propia de la posición desimplicada de quien se asume espectador ante todo.


3. Problemas derivados del huevismo

Intensidad, actitud; conceptos que se pusieron de moda a partir de los Pizzi, los Simeone. Huevo, le decimos nosotros. Volvamos en este punto a Masche, y a los discursos que lo vinculan con el esfuerzo y el sacrificio –poner huevo (aunque no con la genialidad y el talento). Volvamos, para decir que huevismo no es lo mismo que huevo.

En nuestro fútbol, vemos los peligros de caer en el puro huevismo. Los huevos son la potencia que busca configurar situación, pero por sí misma mucho no dice. Al contrario, puede terminar deviniendo pura potencia reactiva, mero voluntarismo, si no se enmarca en un plan de juego.

La única virtud de un equipo no puede ser poner huevo; la actitud sin forma ni contenido es un sinsentido. ¿Qué estilo de juego buscan ejecutar? No todo pasa por ahí. Jugadores sin ideas, sin coordenadas claras de cómo jugar, o jugadores aplazados técnicamente en sus puestos, chocan, corren sin inteligencia, patean a cualquier lado, vuelven a chocar (capaz que el huevismo sea motivo de tantas lesiones también…). La exigencia de huevos es en sí misma es Uruguay contra Colombia. Un síntoma de impotencia.

Cabría pensar también en las subjetividades hinchas que piden los huevos: los tipos de fútbol que cada uno generacionalmente fue mamando, los umbrales de posibles a los cuales nos acostumbrados. Lo cual dispara un punto problemático, siempre polémico: el del hincha calificado: ¿quién “sabe de fútbol”, y puede hablar –y exigir- en consecuencia?

Igual, ojo, nadie niega la importancia de exigirles a los jugadores que se la jueguen. En tiempos de jugadores-empresa que migran de un club a otro sin anclar afectivamente en los clubes, y muchas veces interesados en movidas que van en contra de los intereses del propio club, pedir que pongan huevo es el acto militante más importante del hincha. Lo sabemos.

4. Huevismo y vida cotidiana

Si bien el huevismo es un concepto futbolero, no deja de operar en otros ámbitos. El huevismo es llevar al extremo lo que podemos ser, lo cual es potencia que no muta, no deviene otra cosa. Es potencia cuantitativa. Nos empujamos al extremo, algo valioso, pero si no componemos y se dispara otra coyuntura que la actual, no alcanza. Poner huevo es ponernos en movimiento, es una búsqueda: pero sin armar otros mapas, es un gesto en sí mismo bancable pero estéril a largo plazo. La frustración también irrumpe en nosotros como en un equipo cualquiera.

La potencia como factor cualitativo es el que queremos rescatar, el cual no es voluntarista, depende de los otros y lo que se pueda armar (otra vez, el problema del estilo). A su vez, tampoco es para rescatar en si mismo cualquier tipo de huevo como potencia cualitativa: algunas nos afectan de manera positiva y otra de manera negativa. Se ponen en disputa diferentes lógicas vitales.

Una vez dijo Bielsa que deseaba que sus equipos sean ordenados pero no mecanizados; nosotros bancamos un poner huevo no como reposición de una razón disciplinaria, sino como fuerza constituyente que busca articular con los otros para intervenir en la época y los malestares que nos provoca.

Por Doctor S. y Andrés

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