domingo, 1 de enero de 2012

Conversaciones con Editorial Retazos.
Pensado la politicidad del cachivache y otras formas de lo común. 



La editorial

El grupo de Retazos esta conformado por gente que viene del laburo textil en el ámbito de la comunidad boliviana. Cansados de las muleadas de los talleres surgió la inquietud de “hacer algo”. Empezaron a juntar libros para una biblioteca de literatura boliviana. La vaga ocurrencia de hacer algo con los retazos, los pedazos de tela que sobran del corte de las prendas, sobrevolaba al grupo. Ante la necesidad de financiarse, esa idea se plasmó en hacer libros con las tapas conformadas por retazos. El primer libro fue hace un año con “No Olvidamos”, en referencia al aniversario de la muerte de 6 personas de la colectividad boliviana en  un taller que se incendió en la calle Luis Viale en el barrio de caballito en el año 2006. Frente a este acontecimiento y los relatos que lo explican y buscan modelar según los intereses de turno –especialmente dentro de la misma comunidad-, Retazos sentía que venía faltando una voz propia, que se hacía necesario hacer circular otra versión de los hechos: de cómo funciona el sistema de los talleres, su articulación con el poder político, económico y mediático, y que no es simplemente “un problema de bolivianos”, sino que conforma un complejo mosaico trasnacional que incluye factores locales también (la salada es un buen ejemplo).

A continuación, se despliegan algunas ideas que fuimos charlando con Retazos sobre dos problemas políticos que muchos consideramos de gran importancia hoy día: el primero, sobre la disputa por la estigmatización del cachivache, de lo bardeado por el patrón de vida normal; el segundo, de experiencias que inspiren formas de lo común que se corran de obediencias predeterminadas, como también de los conglomerados de individuos-marcas.



Politicidad de lo intratable

Los retazos son la sobra del molde. Montaña de recortes que no encajan en el modelo predeterminado y caen de la mesa y se los embolsa y se los tira a la calle. Retazos dice ser esos retazos: no entran en ese parámetro vital que parece esperarle a muchos miembros de la comunidad: trabajar y trabajar, aguantar las muleadas para poder hacer guita y armar su propio taller, traer gente de Bolivia, y hacerlos laburar igual que ellos lo padecieron, engordando así el circulo vicioso de la explotación económica. Los pibes de la editorial no comulgan con esa parada obligada que les espera. Los expulsa. Inclusión renegada, cumplen una suerte de promesa no deseada.

Muchos rompen con la ruta obligada y se van y buscan experimentar otra manera de instalarse en la ciudad: para Retazos, identificados con el afuera del molde, las telas que sobran, percibidas como trapos, son ahora transformadas en tapas de libros que problematizan el sistema de los talleres, profanando el esquema vital del cual reniegan. Los mismos trozos de tela despreciados por el diseño preconcebido, son ahora aguijones que desmembran la maquinaria de aquello que los engendra.

El proceso de confección de los broli parte de un grupo de chicas que hace un recorrido por los talleres y elige los retazos; luego en el taller en una mesa se acomodan y se eligen; después se pasa otra mesa donde se cosen en una maquina y se pegan las tapas a las páginas. Los libros son difundidos en ferias de la comunidad o de libros en general, y en diversas actividades (como la “Feria de Fallas”, organizado por radio La Tribu). No buscan plantarse como maestros, sino simplemente tratan de exponer inquietudes, compartir dudas, quebrando el vínculo anónimo entre comprador y escritor de una librería común.

¿Qué sensaciones activan las tapas? ¿Cómo se recibe a la editorial? Retazos comenta sobre la indiferencia o la crítica por parte de miembros de la comunidad (cuestionar los talleres es una transgresión lacerante para la buena conciencia de la colectividad). A veces son vistos como un bicho raro, sin saber como clasificarlos (¿Literatura? ¿Análisis social?). Irrumpe la compasión, de empezar con la cantinela de “trabajo esclavo” y de la necesidad de “liberarlos” para meterlos en cooperativas, por ejemplo, desconociendo la problemática de los talleres y ninguneado su propia capacidad creativa. También entra en escena la banalización de los libros, leyéndolos desde la figura del reciclado; Retazos no busca reciclar, transformar algo berreta en algo útil para la misma maquinaria que los explota, sino que el sistema rechine en su propia lógica: problematizar articulaciones, investigar quien se beneficia y perjudica en determinadas situaciones, y que cada uno busque información por su cuenta y conforme su propio pensamiento, es el sentido político de la editorial.

Uno de los problemas que activan las tapas de los brolis de Retazos es la resignificación del cachivache. Pensemos el retazo como lo intratable.  ¿Quién estipula lo que es útil o inútil? O mas todavía ¿lo que es un par, gente como uno, de lo que es extraño y peligroso? Algunas preguntas: ¿Como se explota el loquito? Desde un guachín reclutado para robar hasta una Zulma Lobato como blanco de alegría sádica para la gilada social… ¿Y como se lo contiene? ¿Por qué en la calle es siempre una amenaza y hay que empujarlo a la escuela o cualquier otro lugar de regeneración? No es entonces difícil entender porque se pide que se lo encierre para cuidar la paz social o que su dolor no sea nunca el dolor de los demás, sea un sufrimiento solitario, y hasta que su muerte no muerda la sensibilidad colectiva y caiga en el vacío de la indiferencia.

¿Que politizadades encierra el barrilete, en su agite febril? ¿Qué creatividades palpitan en ese devenir?  ¿Siempre se derriba y termina en el suelo, como cachivache, artefacto inútil? Un problema son las críticas a la exclusión de modelos de vida o su inserción como cuatro de copas, pero como un renegar desde el resentimiento, como una rebeldía que nace de la fascinación (como los que boquean el uso careta de la tecnología y cuando agarran algún billete derriten tarjetas en Frávegas y Garbarinos). También es para pensar cuando entre nosotros mismos bardeamos, escupimos el asado de algún encuentro copado…

Sin caer en purismos angelicales, el desafío es diseñar espacios propios, dando cabida a otras maneras de ser, donde lo concebido como inútil profane el mandato que lo estipula como tal, dejando entrever que ese parámetro también es cachivache, y se hace decente por el imperio de la fuerza.



Experimentando formas de lo común

Más allá del contenido de los libros, de las hipótesis que maneje o las experiencias que describa, las tapas de Retazos expresan un significado muy potente en cuanto a la posibilidad de armar otra manera de estar juntos.

El retazo es una parte que busca fortalecerse con las otras partes, sin que haya un trozo que asfixie a los otros en un imperativo cerrado, ni tampoco que cada fragmento se conciba como un todo que solo se articule con otros para alimentar su sentido particular. Las tapas son conjuntos heterogéneos de diferentes fracciones de telas, elegidas y trabajadas así como están, sin tocar. Se respetan las formas, colores, texturas. Los retazos son como las personas: cada uno porta su historia, características, aspiraciones…

Aquello que era basura se transforma ahora en un combo de parcialidades que conforman una intervención politizadora de las condiciones de su misma producción y de quien la ejecuta. Retazos cree en el poder de la organización. Tratan de fortalecer su espacio editorial y también otros que fueron surgiendo, como Simbiosis –grupo cultural- o programas radiales sobre migraciones –actualmente en estación “La bemba”, en el ex centro de detención “El Olimpo”, pero en vías de armar su propia emisora.

La experimentación de la editorial no se limita al enunciado de las tapas, sino que es buscado en la misma práctica que las origina: Retazos insiste en no repetir el modelo productivo de los talleres y escabullirse del cálculo que emprende la gente de la comunidad que reproduce el círculo nefasto del sistema textil. Un ejemplo es la reconversión de la disposición corporal en el lugar de trabajo, donde se concentran en ronda rompiendo la fila india y sin la radio con música estridente como en los talleres, lo cual les permite conversar y consensuar las decisiones a tomar evaporando la figura del patrón.

Si bien al principio estaban quebrados y no querían saber más nada con el mundo de la costura, no es todo blanco o negro, y siguen en lo textil, pero con otra concepción de productividad, tratando de enlazar la necesidad de billete para vivir pero que ese ingreso contemple sus códigos y deseos. Pero la movida no es simple ni mucho menos: el tipo de producción artesanal de la editorial si bien permite la intervención mencionada, dificulta la masividad y la amplitud de la llegada. Por cada edición sacan 300 ejemplares más o menos, y hacer nuevas tiradas implica un ritmo de trabajo difícil de alcanzar sin caer en un modelo productivo de explotación (laburan con ritmos rotativos, sin las extenuantes jornadas de los talleres).

La experimentación de estas formas de comunidad, en sus éxitos y cuentas pendientes, son imágenes de politicidad que marginan otros agrupamientos actuales que no nos caben, demostrando que no hay libretos escritos en ningún lado para ser descubiertos y recitados, despertando una contingencia que paradójicamente, en tiempos de precariedad y escenarios gelatinosos, despliega la posibilidad de negar el fatalismo de aquello que nos espera.




Dejamos el link del blog de Retazos:  http://www.editorialretazos.blogspot.com/


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