domingo, 31 de julio de 2011

El Tarot: una cartografía en la precariedad

El Destino (tal es el nombre que aplicamos a la infinita operación incesante de millares de causas entreveradas) no lo resolvió así.
-Borges-


Intro

A continuación, un pequeño texto sobre la experiencia de tirar las cartas: el denominado Tarot. Estas líneas son el resultado de charlas e intercambios con gente amiga, sobre una manera de intervenir y hacerse de referencias en tiempos frágiles y escurridizos, que percibo bastante extendida: tratar de saber donde se está parado, hacia donde ir, que puede pasar… El sentido es reflexionar sobre esta movida, buscando abrir nuevas preguntas y armar conexiones con inquietudes parecidas.


¿Qué es tirar las cartas?

“Que te tiren las cartas nace de una necesidad de conocer el futuro, de saber lo que te va a pasar”, opina Mariela. Vivimos en una época gelatinosa, resbaladiza, donde “exaspera la rutina de vivir con la cabeza en otro lado, en lo que vendrá”. Se suma un individualismo nefasto donde “La gente se piensa que es el centro del mundo, que los viven envidiando…” yTodos andan a los tumbos, tipo ´correte que te piso, te paso por encima´”. En tiempos de incertidumbre, quilombos, ansiedad (hay mucha ansiedad, loco) se generan miedos, y el tarot emerge como un brújula para afirmarse en medio de arenas movedizas.

Mariela aclara todo el tiempo: “tirar las cartas no es una moda, es un arte y un trabajo; un trabajo con uno mismo y los demás”. También señala que lo que nos dicen las cartas no es una verdad a rajatabla. No es un destino pactado por alguna razón en alguna parte; no es algo que irremediablemente nos espera. Es simplemente una posibilidad dentro de las tendencias que toman las cosas en un determinado momento de nuestra vida. A su vez, las cartas no son traducidas por el que tira, sino que son una interpretación: no hay una lectura directa que solo exprese certezas, sino una simple forma de entenderlas entre otras tantas posibles. Y además de entenderlas, hay que saber comunicarlas, saber cómo contarle a la otra persona lo que se ve, porque según lo que diga la baraja, puede sugestionar para mal al que escucha… 

¿Tiene códigos el tarot?

El tarot siempre incluye “algo ético”. El objetivo del que tira –por lo menos para Mariela- es ayudar; no tiene un fin individual, no es algo solamente para uno.

A su vez hay que saber como tratar al otro: tener en cuenta cómo es la otra persona, de qué manera hablarle, qué se le puede decir y qué es preferible callar, como decíamos arriba.  Pero también es importante plantarse desde una valoración de lo que se hace, porque la práctica de tirar las cartas puede emprenderse de diferentes maneras, y según como se efectúe, tener diferentes consecuencias con los demás y uno mismo. Por ejemplo, el tarot se relaciona con otros saberes, como el de “los trabajos” y se pueden realizar diferentes intervenciones, desde curar la berruga de un dedo hasta provocar un cáncer (“hay muchas mujeres despechadas, Andrés”).

Según Mariela, en caso de que alguien valla con el fin de joder mal a alguien, hay que hablar, preguntar porque se desea eso; tratar de explicar que es mejor intentar superarse a sí mismo y no tener envidias ni resentimientos con los demás… En caso de no poder convencer a la persona, hay que negarse (como a su vez hay gente que labura haciendo este tipo de “trabajos”, y gana mucha guita).


Sobre los tipos de saberes…

“El tarot tiene algo de mental, pero también otras cosas”. Definido como un don, incluye experiencias tales como videncia (sea de imágenes del futuro, de personas fallecidas, o entidades diversas), escuchas, sueños, o presentimientos (“cada vez que la madre de los hijos de mi novio lo está por llamar, me arde una bocha la garganta…”).

Los que tiran las cartas, como ya dijimos arriba, practican una mezcla de saberes de diversas tradiciones: diferentes mazos de cartas (egipcios, españoles, de Marsella), tipos de espiritualidad, religiones (cristianismo, hinduismo), filosofías (modernas, celta), y prácticas como la meditación. Mariela cuenta la experiencia de “las incorporaciones”: se trata de almas que fueron importantes por su vida y enseñanza, que convocadas por alguna persona, pueden encarnarse momentáneamente en un mortal. En ese estado, el cuerpo que incorpora un alma ajena sufre una deformación de su rostro y se le altera el timbre de la voz; pero fundamentalmente, alberga un gran caudal de energía que le permite desplegar una gran capacidad de videncia, pudiendo tirar las cartas con un alto nivel de eficacia… Concluye Mariela su relato comentando que son rituales grupales donde solo se pude asistir mediante una invitación, y no por cuenta propia.

Formas de encuentro y Tecnología

Las cartas se pueden tirar tanto a una persona que se encuentre cara a cara con el tarotista, como que no. Para que esto sea posible, se necesitan algunos datos básicos, como sea nombre, apellido, edad, y la autorización previa de la persona.

Pero es importante indagar como juega el tema de las distancias ligado con lo tecnológico: tarot online, por televisión, como también líneas 0800 que atienden consultas. ¿Qué implica esta novedad, de que haya un encuentro directo, pero no ya cara a cara? Para Mariela, se pueden tirar las cartas en ese contexto, pero la conexión no es la misma que personalmente; empobrece el intercambio, en cuanto a la posibilidad de conversar, de tener la persona cerca, sentirla vibrar…


¿Cómo se aprende a tirar las cartas?

“Tirar las cartas es una pasión, lo que más me gusta hacer…” Ahora bien: ¿Dónde se entera uno de este tipo de movidas? ¿De  qué forma se transmiten estos conocimientos? Mariela se encuentra con la baraja a los 15 años, más o menos. Se las tiraba una tía–abuela, con cartas españolas. A partir de ahí va leyendo algún libro o revista donde haya data sobre el tema. Ya a los veintipico, conoce a Laura, una piba de Ciudadela, amiga de una amiga, que tira las cartas; Laura también enseña, y se pone a full con ella para que le explique.

El boca en boca de amigos, las redes familiares y barriales, como también la web, van armando un circuito donde nos enteramos de estas movidas y se aprende el arte del tarot. Algunas preguntas: ¿Cómo conviven estos saberes casi ancestrales, de formato oral, con los escritos? ¿Cómo se enseña algo que concierne a lo sensible, como la intuición por videncia? A nivel de memorias sociales: ¿Cómo es este intercambio generacional? ¿Qué importancia tiene la perduración de estos conocimientos, pero al mismo tiempo, que resignificaciones y creaciones diversas se van filtrando en este andar? Por ejemplo: cuando se bucea por Internet ¿Qué oportunidades abre este medio, y que limitaciones a su vez –retomando lo de las consultas online-?

“Aprender a tirar bien, pero BIEN las cartas, es algo que lleva tiempo, trabajo y esfuerzo”. Lejos de la predisposición que genera un acercamiento desde la moda, como esos deseos efímeros que nacen tras un estímulo y se deshacen en el primer encuentro con lo añorado, este aprendizaje requiere un implicarse. Ejercicios de meditación, emprender técnicas de fijación con la vista sobre objetos, leer algún libro, y fundamentalmente, antes que nada, practicar y practicar, son algunos de los medios eficaces para lograr que “las cartas hablen”…

Sobre los usos del tarot…

De la experiencia de Mariela, las que más tiran son mujeres, aunque hay un par de hombres. Pero quienes más concurren a los tarotistas, son mujeres (“para los hombres es de gualichero”). ¿El motivo de las consultas? En el tope del ranking están los problemas de pareja; en segundo lugar el tema del laburo.

¿Hay una relación entre una sensibilidad femenina y la necesaria para tirar las cartas? ¿Qué podría aportar una masculina? Y los hombres ¿Por qué despreciar estos saberes? Y sobre las afecciones desde las cuales se busca intervenir, en busca de alguna certeza, ¿Qué diferencias hay entre lo que nos inquieta a los hombres de lo que afecta a las mujeres?

“Es la gente de abajo la que tira”, tira Mariela. Muchos vienen directamente o son hijos de personas del interior, como Entre Ríos, Corrientes, Santiago del Estero, o mismo Paraguay (los cuales maman una influencia de las culturas guaraníes o afro). Más allá de quienes ejercen el tarot, de otros sectores sociales si piden que les tiren las cartas: “gente de country, de guita mal…”  Pero esas personas no tiran porque tienen otra cultura; “son más lógicos” afirma Mariela.

¿Cómo cambian estos saberes ante la demanda de gente de plata? ¿Qué rol juega la guita en todo esto? A su vez, ¿Lo lógico (filosofías, pensamiento científico) solo puede empobrecer estas prácticas, no enriquecerlas en algún aspecto? ¿Sé puede hacer una separación tan marcada?

Posturas sobre el tirar las cartas

¿Qué opiniones hay sobre el tarot? Hay una mirada muy fuerte, la de “son cosas del diablo”. Arte peligroso, jodido, solo puede traer problemas; mejor alejarse, no saber nada.

También hay otras posturas como las que banalizan, ningunean: son las que boquean que es todo gilada, chamuyo; ¿Para qué interesarse o preocuparse, si te están vendiendo humo…?

Pero hay otra mirada que se va afirmando, y es la de su mercantilización: “hay mucho negocio”, se vive un clima de “todo new age, Light, onda no me importa nada…” Una amiga de Mariela se compró un mazo de cartas. Andaba con un pibe. Las usó un rato y después las regaló. ¿Qué tenemos? El consumo de la experiencia: en su misma apropiación, se usa y destruye a la vez; de un interés primero, se pasa a un embole en tiempo record.

Pero un ejemplo zarpado de mercantilización es Laura, la piba que enseño a tirar las cartas a Mariela. De ser una mina común, siempre tirada, pasó a cobrar 150 mangos la vuelta de naipes: “Se olvidó de los que la bancábamos”; “no te saluda, esta creída la boluda”. “Ahora tira en country, a famosos, va a poner dos centros de no sé que por Belgrano y Recoleta”; “No digo que no cobre, pero a tus amigos no los matés, arrancale la cabeza a los boludos de un country, pero a nosotros no”.

Además pareciera que Laura ya no es la misma tirando: no acierta como antes. Despacha a los clientes, como un paquete para embolsar que pasa por la caja de un supermercado.  De ahí que las ganas de escuchar a la otra persona, el interesarse por lo que le pasa, motivos indispensables para entablar una onda copada, se esfuman en el anonimato donde cada uno es un numero más, que a su vez tiene otro numero detrás esperando, donde la guita que puedan ir dejando es lo más importante…

De ahí que Mariela dice algo que comparto 100%: mientras muchos usan el tarot o se involucran desde un lugar diferente a muchos mandatos de época, sea desde lo sensible, lo valorativo, o lo que fuese, el mismo “sistema” incorpora todo esto, pero con un sentido diferente al buscado por muchos, dándole la impronta de su misma genética: “No se busca ayudar, sino lucrar y hacerse el pillo…”

Pero ni hablar que hay muchas movidas e inquietudes copadas dando vuelta: no todo es ninguneo o banalización, como tampoco que se mercantiliza todo el mundo; dice Mariela que siente que cada vez son más: “Estaba haciendo un curso de visitadora médica, y hablando con un profesor, anda con el tarot egipcio, y una compañera que es una masa, también tira las cartas y tiene videncia”.



                                           
                                                                        Mariela y Andrés





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