jueves, 6 de junio de 2013

El despertar del “Mate”*


No podía ser de otra manera.
Barranca abajo, enclavado bien al sur.
Nunca las luces de la vieja burguesía.
Que miraban entre hombros maldiciendo tu llegar[1]




Hoy nos volvimos a ver las caras con la gloria. Aquella que tantas veces nos fue arrebatada. Aquella, la cual dormía en cada una de nosotros, los que nos fumamos los peores humos de tu historia. Porque fuimos la generación más golpeada por la historia. La generación que sufrió las peores condenas que existen en el fútbol.

Si así es, nosotros te vimos descender dos veces, jugar contra equipos que nunca hubiéramos imaginado. Vimos como tu historia se volvía algo lejano. Sin olvidar, por supuesto, los palazos de la yuta, las tardes de lluvia, el frío, las derrotas, los eternos viajes a canchas inexploradas por muchas hinchas, las cagadas de los dirigentes (muchas por cierto), finales perdidas, y así podría seguir escribiendo párrafos... Por eso cuando sonó el pitazo final y rompimos el alambrado para entrar a la cancha a fundirnos en un abrazo único con los jugadores, esos momentos devinieron en lágrimas de emoción.


Emoción de ver a tu gloriosa gente cantando ¡Dale Campeón! después de muchos años de amarguras (para los desinformados no se gritaba desde el año ´89). Emoción de ver la ciudad pintada de celeste y blanco.

Hoy nadie puede negar que al viejo y querido “Mate” le quedaba más que chica la Primera D. Es más algún desprevenido que anduvo el sábado por el centro de la ciudad se quedo más que sorprendido, asustado y hasta emocionado al ver a una masa aguerrida que gritaba y cantaba, que lloraba y se abrazaba; que fumaba y escabiaba en las esquinas y por la peatonal, en donde se vivió una verdadera fiesta, en lo que fue una caravana impresionante por  el corazón de la ciudad. Una caravana que no tuvo fin.

Caravana que para muchos había arrancado el viernes a la noche, pero que en líneas generales empezó en las primeras horas del sábado cuando en ese – para muchos ya mítico- kiosco se empezaron a acercar las primeras almas.

Entre humo, cervezas, ferné, vinos y chori (a la portuguesa se llevaron el elogio de la mañana) se fue juntando mucha gente ilusionada. Desde temprano se escucharon cantos, bombos y pirotecnia, mientras que las banderas, camisetas y gorritos empezaban a colorear la escena. El clima ya estaba. Faltaba una sola cosa: ganar. Cuestión que en los planos era sencilla, pero esto es fútbol y hasta que el partido no termina nunca se sabe.

Así prosiguió la mañana hasta que una hora antes del partido decidimos entrar.

La cancha explotaba. No cabía un alfiler, a tal punto que debieron abrir la visitante. El clima aportaba lo suyo: el gran astro tampoco se quiso perder la fiesta y bautizo a la Barranca con una temperatura ideal. Barranca que explotó cuando salió el equipo, un recibimiento digno de un campeón y un aliento que no paro de escucharse en toda la tarde (ni siquiera cuando fue perdiendo).

Por fortuna hubo un final feliz y ese famoso “el Mate se va de D, se va porque tiene huevos y le sobra hinchada para no volver” se escucho en cada rincón de Quilmes.

Así arrancó la otra caravana, la “caravana del campeón” la que no solo salpico de alegría  las calles, sino que luego prosiguió en el club y en los bares de la ciudad por la noche.

         La fiesta aun no termina: el Mate está de fiesta y seguirá por varios meses.

Pero tal vez esta alegría nos lleve a repensar algunas cuestiones:
Si algo nos sorprende es que el fútbol es el único deporte capaz de generar estas emociones. El sentimiento no se compra, el sentimiento no se cambia, ni se calla.

Este sentimiento tal vez sea la única verdad en nuestras vidas. ¿Por qué un equipo de fútbol se vuelve tan importante para nosotros? ¿Qué necesidad nos lleva a estar en cada partido presentes? ¿Por qué el fútbol puede cambiar nuestros estados de humor durante semanas? Cuestiones difíciles de responder. Y cualquier respuesta que tienda a responder esta pregunta tendrá el trágico final de ser falsa, pues no podría expresar nuestros verdaderos sentimientos. Pues estos son inentendibles para la racionalidad.

Si estamos seguros de algo. Estamos seguros de que podemos ser cualquier cosa en nuestra cotidianeidad. Podemos mutar, cambiar de familia, de coche, de novia, podes cambiar de carrera y hasta vestirnos de caretas para ir al trabajo. Pero lo único que no negamos es nuestra condición de Hincha Mate. Ese hincha único, ese que no abandona a su equipo (creo que quedo más que demostrado), ese que grita nada más que por los colores y que vive con la ilusión de poder ver al Mate de nuevo campeón.

Ese que cuando le preguntan ¿de qué equipo sos? no duda en responder: “soy de Mate” y se queda sonriente ante la cara anonadada del otro.

El fútbol tal vez es la capacidad de sufrir (en muchos casos largos periodos de tiempo) para tener tal vez, por un pequeño instante, una gran alegría, inmensa alegría que será recordada por siempre… La que es capaz de sobreponer todas esas antiguas tristezas. Como expreso ese viejo bigotudo: La vieja y profunda noche rumia en sueños su dolor y más aun su alegría: pues, si el dolor es profundo, la alegría es más profunda aun que todo duelo[2]

Si, la pesadilla llego a su fin y nos estamos despabilando de un largo letargo. Ya sufrimos cosas mejores que esta… al fin nos llego el turno de la verdadera Alegría.


                                                                             ¡Salud Campeones!
                                                                            Aguante Argentino de Quilmes





                                                               Por Zequi



* Este texto está dedicado a todos los hinchas genuinos de corazón celeste y blanco. En especial a los pibes del Kiosco por estar siempre presentes…

[1] Macramé. Rock del mate, fragmento.
[2] Nietzsche, Friedrich. Así hablo Zaratustra. Pag.225

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