miércoles, 22 de agosto de 2012

El yoga y la escuela: ¿Restitución o Recomposición?




1- La escuela y el yoga: una posible afinidad

A principio de año andaba por la calle y me metí en una librería. Mientras pagaba una agenda encontré sobre el mostrador un volante que me llamó la atención: talleres de yoga para docentes en Liniers. Técnicas de respiración, ejercicios, charlas, toda una novedad bajo el siguiente lema: “Si hay chicos nuevos, se necesitan docentes nuevos”. Me interesó conocer la experiencia y problematizar su discurso sobre la importancia de los talleres, los malestares áulicos, como se perciben a los pibes, entre otros. Aclaro que es un ensayo sobre una intersección específica del yoga y los docentes en el ámbito educativo: no se pueden sacar conclusiones lineales para todo lo que es una escuela, como tampoco para todo lo que genera el yoga. Lo cual no significa que no se pongan en juego algunas coordenadas que nos sirvan a los que laburamos dando clase sobre nuestras afecciones, iniciativas, frustraciones, como también tener en cuenta un auge de hace años de un orientalismo diverso y complejo que funciona como eficaz máquina de intervenir en los estados de ánimo.



2- Aulas y afecciones

      Dos maestras –de la cual una es instructora de yoga- dan talleres para docentes y en escuelas. Hablamos de colegios privados, públicos, para cualquier nivel y edad, aunque la mayoría de las veces se da en privados y en los primeros niveles (jardín y primaria). La escuela como espacio específico de acción es reconocida como un lugar singular: el sitio donde comienzan los grandes cambios (hay una mirada redentora de la cultura y el saber escolar con el resto de la sociedad). Con los pibes más chicos se manifiesta una paradoja generacional: por un lado se rescata su inocencia y hay que aprovechar que no están tan contaminados como los más grandes; pero al mismo tiempo cargan con una información y una serie de reflejos “espirituales” que con el tiempo se irán embotando.

En el discurso de la docente detectamos un doble diagnóstico-problemático: por un lado se reconoce un “momento histórico”  donde se advierte sobre “una crisis de la sociedad” en múltiples aspectos: individualismo; violencia; ausencia de conocimiento sobre uno mismo; enfermedades y patologías diversas. Por otro lado, en la escuela estos dramas replican, pero emergiendo de una manera especial (la escuela no es una burbuja, como tampoco una extensión sin más del resto). ¿Cómo es esa manera? Las agrupamos como afecciones energéticas: desgano, stress, sobreexcitación; afecciones cognitivas: dispersión, no retención de los conocimientos; como afecciones económicas: costos temporales y de billete (si un maestro tomara con un cronómetro el tiempo dedicado a pedir silencio, orden, e intervenir en pelas, es poco lo que hay de clase, lo cual a su vez es un problema ya que los padres de los pibes pagan dinero para una buena educación y así la cosa no funca). Estas afecciones económicas son las principales: la percepción que existe es que la clase no es una clase, y que las dificultades para “una buena convivencia” dificultan su efectuación, como a su vez, que cuando se logra armar, se complica su éxito por los demás malestares (por ejemplo, dificultades para “meter las cosas en la cabeza”).

Pero este escenario crítico de época con su cristalización particular en la escuela, debe ser visto como una oportunidad. El yoga es percibido como una herramienta para paliar ese doble problema y la posibilidad de superar este paisaje social baraja con el supuesto de una conexión institucional específica: la escuela como un ámbito especial, un lugar en sí mismo, pero que condiciona fuertemente lo que pasará en los otros: en especial la familia, ya que se busca que los alumnos en su rol de hijos influyan en sus casas con el germen de “una nueva vida”.


3-  La respiración como dispositivo

El ser humano es considerado como algo íntegro, en cuerpo, alma y mente. La respiración será una técnica con la cual se lograra una armonía que potenciará los sentidos, construirá buenos sentimientos y encenderá la lucidez de las inteligencias. El cuerpo es una máquina cuyo combustible es el oxígeno (“la respiración es el motor de la vida”).

En el acto de ejercitar la respiración se identifican roles: docente y alumnos. Se percibe una relación entre ambos amistosa, pero subordinada; el segundo sigue al primero. Las técnicas de movimientos y ejercicios –muy simples, por la edad- son serializados temporalmente, respondiendo todos juntos y al mismo tiempo a indicaciones por parte del docente-instructor, que vigila y corrige los movimientos. En esta relación la maestra debe asimilar la verdad del yoga, porque si no sus alumnos tampoco cambiarán (con lo cual paradójicamente se aceptan las jerarquías entre uno y otro y a su vez cae todo el peso en las espaldas del docente).

La respiración trae beneficios que tipificamos con las siguientes figuras: la de un sujeto afectivo: la idea es que los alumnos no se encierren, sino que expresen sus emociones y manifiesten sus problemas erradicando tensiones que luego provocan conflictos; la de un sujeto relajado y concentrado evitando stress y falta de atención, con la expectativa de asimilar conocimientos; y la de un sujeto obediente gracias a la práctica de los ejercicios, donde cada uno debe encontrarse consigo mismo, para luego, encontrarse con los demás. En esta doble relación primero con uno y luego con los demás, respiración mediante, se activan vivencias satisfactorias creando un lazo de confianza y convivencia pacífica entre alumnos y docentes  estructurando una comunidad basada en la disciplina escolar (“los chicos ahora van a escuchar, van a obedecer”). De más está decir que si bien están mezclados en una profusa ambivalencia, este sujeto obediente es clave como dijimos para que tenga sentido un sujeto afectivo y concentrado; sin un vínculo base de respeto es imposible que haya una clase.


4- Problemas para el taller; problemas en el taller

Sobre los problemas que manifiesta el discurso de la maestra sobre la posibilidad de lograr un empalme del yoga en las escuelas refiere sobre una doble moral de la plana mayor de los colegios: en su vida privada ejercen estas técnicas o similares (Pilates, por ejemplo) pero no lo ven para la institución. Al recelo por considerarlo como algo extraño, a su vez es una práctica corporal y es “un tema bastante delicado” en una escuela trabajar con el cuerpo. A las dificultades de la posibilidad que se arme el taller, están los problemas que emergen ya a partir de su efectuación: son los mismos que en el aula (dispersión, risas, etc.) pero mayormente los talleres tienen éxito (“los chicos se enganchan”) aunque los buenos resultados vienen con la persistencia en el tiempo.


5- ¿Restitución o Recombinación?

Hay un discurso sobre la posible afinidad entre el yoga y la escuela que cuenta con varios objetivos: convivencia y orden en la clase; un bienestar en los estados de ánimo y entereza cognitiva. Hay una técnica como la respiración y algunas posturas que prometen construir un sujeto tranquilo, concentrado, expresivo y disciplinado. Si bien el discurso que venimos pensando es de dos docentes que de manera autónoma tratan de intervenir –con bastante iniciativa, hay que decirlo- hay otras experiencias más amplias, donde muestra una lectura atenta de fundaciones diversas y el aparato estatal en su percepción de la realidad escolar y sus malestares y los potenciales aportes del yoga. Hablamos del convenio entre el gobierno porteño con la fundación “El Arte de Vivir”, dirigida por un tal Sri Sri Ravi Shankar, desde el 2008. Ya en febrero del 2011 pero con más énfasis en marzo de este año, dirigido a jardines y escuela primaria de zonas populares de la Capital Federal, se realizan talleres para docentes limados por su laburo. Una diputada de Nuevo Encuentro mandó un pedido de informe al ejecutivo para que explique el accionar de la fundación; los cuestionamientos radican en ser talleres con temáticas al margen de lo estipulado por el Ministerio de Educación en materia de capacitación docente, ser pago, como llevarse adelante en horarios de trabajo –debiéndose suspender las clases- y en algunos casos haber convocatorias compulsivas del curso. El accionar de “El arte de vivir” no es la única iniciativa de esta índole: “Yoga Crecer” fundación francesa exclusivamente enrolada en tareas con el mundo educativo con intervenciones en Uruguay, y de desembarco reciente en Argentina -año 2010- contó con el auspicio de la Legislatura Porteña para hacer charlas, como la buena recepción en colegios privados de algunos barrios del conurbano –como Lanús y Temperley- con la finalidad de hacer capacitaciones.

Más allá de que si los cursos son compulsivos o no -y más todavía si hay que pagarlos-, creo que la discusión pasa más que nada por preguntamos: ¿Qué sentido tienen estas intervenciones? ¿Qué diagnóstico emprenden de los malestares áulicos y que tipos de intervenciones ensayan? ¿Qué maneras de comunicarnos, pensar, conocer, como también de pararnos, sentarnos, movernos en el aula, buscan construir estas prácticas-experimento? En pocas palabras: ¿Qué significa dar una clase? Si ante la realidad de que una clase tal como era ya no puede ser, hay varias posturas a encarar: la desazón de que nada se puede hacer y esperar una nueva cosecha de pibes normales; una postura restitutiva de forzar el tránsito de los cuerpos de los pibes en rituales oxidados; o buscar otras maneras de hacer escuela. Pero una de esas nuevas maneras quizá tengan un carácter de recomposición disciplinaria, como el caso de un posible uso de las técnicas del yoga, cincelando sujetos obedientes, es verdad, con una sensibilidad expresiva, apelando a lo espiritual en un ruedo  lúdico, entretenido y distendido, pero que no deja de buscar un dispositivo áulico de asimetrías ya conocidas en disposiciones espaciales, roles de autoridad, organización de las temporalidades, como también de saberes cognitivos. Y no es simplemente un procedimiento de utilidad operativa en el mundillo escolar, sino en paralelo y pos escolaridad: una sociedad que requiere adaptabilidad, pertrechando para las colisiones de un escenario vital cargado de precariedad que provoca altas tensiones, con buena onda, configurando seres moderados, sin enojos, mirando siempre para delante, felices, dando rienda suelta a sus deseos, sin reprimirse pero sin olvidarse de convivir, de no afectar al otro… Mientras que para algunos las tecnologías digitales son una promesa de simpatizar con las nuevas generaciones de alumnos trazando lazos de convivencia, técnicas milenarias, que paradójicamente en las décadas del 50 y 60 fueron inspiración de rebeldía para la autoridad paterna estatal, hoy son utilizadas en la reconstrucción de obediencias que ya no pueden ser como antes, pero que en gran medida no pierden la faz de su anatomía, en la experimentación tanto de grupitos sueltos, retazos que vagan por los intersticios del sistema educativo tratando de hacer algo, como de fundaciones globales en asociación tanto con instituciones privadas como agencias estatales.





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