domingo, 14 de febrero de 2016

¿Qué es la vitalidad?



Cómo se mueven. La muestra de la eterna juventud. No se puede creer cómo está Jagger físicamente. Están intactos.

De todos estos enunciados que apuntan a celebrar una vitalidad abstracta ligada a aspectos físicos, hay una palabra que quiero discutir más que ninguna: intactos. Como si el tiempo no les pasara, dicen. Mentira: el mérito es que el tiempo les pasó; pero ellos lo pasaron a él.

Es la diferencia entre lo intacto y la duración. Lo intacto deja incólume a un cuerpo del roce de la experiencia. Las cosas pasan, pero no lo tocan. La duración expone las diferentes fluctuaciones por las que pasa una vida en función de los hechos que la van afectando y los ciclos que emergen a raíz de esa dinámica.

Los Stone fueron contemporáneos. Contemporáneos en tanto ser una fuerza social que no se acomodaba al presente establecido. No se sentaban cómodos en los lugares que les esperaban. Eran un presente puro que reclamaba una vida propia. En una entrevista le preguntan a Brain que hacía antes de la banda y decía: “estaba esperando que ocurra algo”. Ese algo fue el rock y los Stone.

Durar es una permanencia que exige un trabajo: ensayar, pensar los shows, componer, viajar, superar los quilombos internos y personales, reponerse del tiempo biológico y las facturas que hace llegar. Luego de tantos años y tantas marcas en sus cuerpos, siguen. Continuar durando, eso es vigencia.

Esa vigencia de lo contemporáneo para los Stone –durar hasta hoy- es lo más bancable de ellos como vitalidad. Vitalidad que permite una vigencia que no es monopolio de la banda. Para que la banda dure se nutre de nuestra energía. Ellos lo dicen siempre: les gusta hacer lo que hacen, no imaginan su vida sin la banda. Es cierto. Pero para activarse necesitan de un combustible. Y esa fuerza que le da vigencia a los Stone proviene de nuestros cuerpos. Richard lo explico varias veces: siguen porque saben lo que nos generan. Circularidad que apreciamos en los recitales: de la banda se reían todo el tiempo, se miraban sorprendidos, Jagger agitando con cualquier cosa que le tiren, y nosotros ahí abajo, disfrutando de todo.

Leer a los Stone como algo intacto, simple formalidad joven, dando valor de por si a estar flaco, moverse, no es el balance que queremos hacer. Menos todavía negar nuestra parte en la banda. Si llegaron hasta acá, es porque algo nosotros también les provocamos para que arranquen otra vez y sigan durando.

Pos recitales, con este cosquilleo que nos quedo en los nervios, pedimos que vuelvan. Que sigan tocando. 200 años más. Pero también los Stone son una imagen de vida. La postura de cómo morir implica una postura de cómo vivir. Una de las imágenes que dio el rock fue la de vida intensa y muerte joven. Que importa vivir mucho si se vive muerto. Fue una opción. Los Stone proponen durar en lo contemporáneo. Trabajar por ser nosotros mismos. Subsumir la existencia en hacerse vigentes. Nos pregunto: ¿cómo ser hoy contemporáneos de nosotros mismos? ¿Aceptamos de una el mandato de que hay que vivir para generar guita, de entregar casi todo el tiempo y la energía al laburo? ¿Cómo construir una duración propia y darle vigencia? Preguntas que se van armando en esta nausea del pos La Plata. Legado pedagógico de sus majestades en esta visita.

lunes, 8 de febrero de 2016

Ovación



No me acuerdo porque número de tema iban -me parece que un poco antes de la mitad-. Jagger se dispone a conducir uno de los tradicionales ritos del recital: las presentaciones de los integrantes de la banda. Van pasando, uno por uno. Arranca con Woods. Termina con Richards.

Y ahí el estadio explota: “oleeeee, olee, olee, olee, Riiichaaaard, Riiichaaaard…”.Una vez y otra vez. El tipo emocionado dice “tankiu, tankiu”. Una segunda ola de voces: “oleeeee, olee, olee, olee, Riiichaaaard, Riiichaaaard…”.

Ahí Keith dice algo que no lo entiendo porque no sé inglés, pero también mueve los brazos, se tira para atrás con todo el cuerpo; queda claro que una electricidad lo desestabiliza y afirma un “no sé qué decirles… esto es demasiado”.

La de Richard fue la ovación mas intensa, pero ya de por si la ovación es una intensidad del lenguaje. Una ovación no es una aprobación, por más fervorosa que sea.

Que nosotros estiremos el cántico por Richard, que lo hagamos cada vez más fuerte quemando la garganta, rebotando a full y rompiéndose las manos con aplausos, dio lugar a una avalancha musical sobre el escenario con un cuerpo cada vez más fibroso que abrazaba fuerte a Richard –cada vez más fuerte- y le decía que lo quería.

Si el silencio profundo, poblado de sensibilidad, es un recalcular minucioso de nuestra existencia; si el grito como desesperación es la expresión de un rechazo salvaje a lo que nos resulta insoportable, la ovación es un agradecimiento que evidencia un estado de nuestras fuerzas y cuerpos de alegría extrema.

¿Qué se agradece? ¿Por qué? Difícil saberlo sin una arquelogía de nuestras vidas. Pero por ahora algo ya sabemos: no se trata de una aprobación mundana. A partir de lo que ya somos, algo nos generó esa figura al nivel de nuestra anatomía existencial, que nos empuja a una afectividad inmensa como agradecimiento que se plasmó en la conformación de un gran cuerpo en el campo que generaba un mensaje al calor de una pasión multitudinaria. 

Lo cual fue recíproco: Richard no respondió con gestos y palabras extraídas de un repertorio ya definido por una cortesía de costumbre, sino que no sabe qué decir, se le quiebra la voz… está superado. Hizo masa y se conecto a full con la ovación. Situación que no lo idolatra sino que lo deja a la estatura de cualquier mortal: desarmado en su desnudez emotiva.  


Mensajes que no se miden por su complejidad discursiva. Para nada. No importa que parezcan simples -sabemos nunca faltaron los que denigraron el “ole” por cavernoso…-. Ya lo dijimos: en la ovación encontramos su lógica en hacer temblar nuestros cuerpos dejando salir en nombre de los detalles más íntimos de nuestro devenir histórico, de lo más verdadero de nuestra existencia, un gracias eterno.