miércoles, 25 de septiembre de 2013

El docente paracaidista: una figura escolar  


         
   

1.  Caímos en la escuela.

En una trayectoria laboral que galopa en lo precario –poca guita, muleo, hacer cosas que no nos caben, escasos beneficios sociales- nos vemos hoy dando clase. El dar clase es algo que encontramos más que un lugar buscado: a los tumbos, cansados de habitar un espacio agotado, olfateamos la posibilidad y dimos el salto. Y aterrizamos.

Como paracaidistas sabemos que no cualquiera es un buen objetivo de caída. Hay lugares más acogedores que otros. Los colegios privados con su flexibilidad legal –llevar un currículum y no mucho más- es un sistema más poroso en su recibimiento que la burocracia estatal, con trámites infinitos, cortocircuitos permanentes y la quisquilles por “los títulos habilitantes”

Docentes paracaidistas: legalmente posibilitados, si, pero no estrictamente preparados. Con credenciales académicas pero con un paso fugaz –o nulo- por profesorados o institutos de formación pedagógica, se da una caída abrupta en un terreno inédito. ¿Qué es una planificación? ¿Cuáles son los criterios para corregir un examen? ¿Cómo mido los contenidos por edad? ¿Qué le podes dar a un pibito de 12, 13 años para leer? Algunas preguntas posibles -y hay más.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Masticando el frío marginal

Crónica sobre el recital del Indio en Mendoza del 14 de septiembre del 2013.





1-       Viaje

Este es el plan colectivo más simple de realizar (sobran los antecedentes para atestiguarlo).  Se trata de obedecer al gran soberano, de seguir el pulso corporal.  Demasiada intensidad para creer que existe espacio subjetivo para la elección (obstáculos laborales, mandatos sociales o presupuestos económicos devienen determinaciones muy ajenas al principio del placer que nos mueve). Tantos años de educación sensible roquera, muestran que estas movidas son nuestras fugas, pero también nuestros destinos.  Ya no hay vuelta atrás; somos nosotros.

El micro es pura interioridad, casi una capsula. Humos de distintas fragancias, vidrios empañados, canticos embriagados y risas que son estruendos, el afuera queda muy lejos (el de los más de mil kilómetros de ruta, pero también el de la vida mula, de la cual licenciamos nuestros cuerpos por unas horas). Desde acá parece que la rutina laboral y social es bastante menos seria de lo que creemos en la ciudad, el tiempo deviene festivo, colectivo, alocado, pura experiencia (el tiempo encerrado en el calendario ha quedado atrás). Hay intentos de cortar la fuga, miren que la gendarmería les va a requisar todo eh. Pero no, el brote paranoico no tiene lugar. Además, si los gendarmes están todos en el conurbano.